Mas Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo:
¿Dónde estás tú? Y él respondió:
Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo,
porque estaba desnudo; y me escondí.
Y Dios le dijo: ¿Quién te enseñó que estabas desnudo?
¿Has comido del árbol de que yo te mandé no comieses?
—Génesis 9:11
La tradición judeocristiana dice que Dios creó al hombre a su imagen y semejanza; si eso es cierto, cada persona que habita en este planeta tiene todo el derecho de sentir la hermosura y la perfección brotando por cada uno de los poros de su piel, aquella que se empeña en esconder bajo su ropa por miedo a lo que los demás podrían opinar sobre un cuerpo que, definitivamente, no les corresponde. Despreciar la desnudez, más aún, dotarla de una carga negativa, es el peor atentado que pudimos cometer en contra de la creación divina; implica negarnos a apreciar la magnificencia del trabajo de esa entidad que nos dio la vida.
En un sentido menos religioso, apreciar y sentir comodidad en un estado de desnudez es darle importancia al lugar que cada persona ocupa en la naturaleza. Al mismo tiempo, implica reconocerse como una parte más del ciclo de la vida. Es sentir el aire corriendo libre entre las piernas, ver cómo la luz baña esa sensual llanura formada en el vientre y finalmente sentir cómo el cuerpo se convierte en un nuevo continente capaz de crear sus propios paisajes, incluso en la monotonía gris que gobierna las ciudades.
Hay diversas formas de asumir la desnudez, para la fotógrafa Sarai Mari es una manera de abandonar la percepción que los demás tienen acerca de una persona para que ésta pueda, por fin, encontrarse consigo misma; dando por hecho que lo que se esconde debajo de la piel es todavía más hermoso que lo que puede apreciarse con la mirada, siendo el cuerpo la herramienta perfecta para llegar a expresar todo lo que se desea sin necesidad de mencionar una sola palabra.
Debido a que la sociedad se ha encargado de relacionarlo todo con el sexo, la gente poco a poco ha asumido que la única forma de abandonar las prendas que le cubren es hacerlo en un estado de intimidad extrema. Ésa es la razón por la que cada vez más personas sienten vergüenza de sí mismas, tanto que no son capaces de aceptar su sexualidad y compartirla con el mundo por temor a ser juzgados injustamente como depravados o seres salvajes incapaces de vivir bajo las normas ideadas por individuos que poco a poco se han ido desprendiendo de su condición humana.
Con su libro “Speak Easy”, la fotógrafa japonesa pretende celebrar la corporalidad de la gente a través de imágenes que muestran personas desnudas sintiéndose libres. Cada disparo es una parte esencial de un todo en el que no hay lugar para las etiquetas; los individuos retratados por la cámara de Mari y la de otros artistas como Clara Paget, Hikari Mori y Janice Dickinson, se muestran ajenos a los roles de género y toda la normativa que la sociedad le ha impuesto al cuerpo para lograr que el mundo sea un lugar de “sana convivencia”
«Quería captar un momento más allá de esos sentimientos y prejuicios»
Finalmente, un cuerpo desnudo también es una forma de liberación; la mejor manera de saberse único entre la multitud. Gritar “así soy yo”, es la mejor forma de revelarse en contra de un sistema que cada día exige que la gente se adapte a sus estándares, no importa si en el proceso el individuo se ve obligado a sentir repudio hacia sí mismo con tal de ser aceptado por los demás. El trabajo de Sarai Mari es un una invitación a disfrutar de esa libertad que ofrece el reconocernos a nosotros mismos por medio de la desnudez y a asumirnos, sí, como parte de mundo, pero siempre desde nuestro muy particular punto de vista.