En el último par de años el término ASMR se ha popularizado en Internet gracias a la difusión de audios que contienen sonidos sutiles, que por su naturaleza simple y dulce generan una estimulación placentera en el escucha. El término significa “Respuesta meridiana sensorial autónoma” y se caracteriza por erizar la piel comenzando en la cabellera y hasta llegar a la parte inferior de nuestra espalda, creando un gusto cercano al de una experiencia erótica. Algunos usuarios han comenzado a usarlo como una forma de motivar la masturbación sin acceder directamente a la pornografía, pero ¿qué separa a una cosa de otra, especialmente en el ámbito audiovisual?
Es claro que los sonidos que causan la ASMR no tienen imágenes y a pesar de impulsar una respuesta sexual en algunos de los usuarios, no podemos considerarlas obras “pornográficas”. Si acudimos al significado etimológico de la palabra encontraremos que el término deriva de la idea griega “imagen de prostitución” y se refería especialmente a cualquier representación visual de una prostituta, pero en forma más específica, a los actos sexuales. Durante muchos años se ha transformado esa misma definición incluso hasta el punto en que algunos críticos de literatura a lo largo de la historia señalen ciertas obras como “pornográficas” aunque no muestren escenas de sexo per se.
La pornografía, o al menos en el contexto en el que la tenemos en la actualidad, se refiere a la representación sexual en su forma absoluta. Cuando hablamos de erotismo –cuya etimología hace referencia directamente a la palabra “deseo”– nos referimos a una idea que causa sentimientos sexuales. Ya sea con pintura, escultura, fotografía, drama, música, literatura y, por supuesto, cine, la idea de motivación que dirige nuestra mente a ese instinto básico se puede desarrollar sin la necesidad de representar visualmente el concepto.
Técnicamente, las películas eróticas como “Last Tango in Paris”, “Secretary” o “Nine 1/2 Weeks” que además de contar una historia que despierta el deseo, son pornográficas, porque –aunque no lo muestran por completo– tienen representaciones del acto sexual. Si nos aceramos a un término más apropiado las escenas en las que aparecen los personajes durante el coito son los elementos “porno” de una obra erótica. Existen cintas que despiertan el deseo sin incluir imágenes pornográficas.
Podemos identificar también algunos ejemplos de cintas que son pornográficas pero que no incluyen el elemento de erotismo. “Nymphomaniac” podría ser el más claro pues aleja al espectador completamente de cualquier relación con el placer y lo convierte en una especie de pesadilla que resuena en la abrumada mente de la protagonista. “Y Tu Mamá También” retrata una vida común y no busca crear un efecto de deseo, sino una relación a la normalidad de una existencia post adolescente, con drogas, sexo y discusiones.
Probablemente todas las películas catalogadas como “pornográficas” tienen una relación fuerte y directa con el erotismo. Incitan a los distintos deseos sexuales de gran parte de la población y usan esa constante demanda para mantener una de las industrias más grandes del mundo. Aunque con el constante cambio de Internet y el crecimiento de la demanda por material hardcore, no es descartable la idea de que exista contenido considerado como pornográfico que no incluya erotismo.
Con una aproximación al uso actual de la palabra “pornografía” (y cómo se usó durante gran parte del siglo XX para señalar obras que mostraban una honestidad más cruda de la realidad) podemos deducir que las películas que serán catalogadas bajo ese sello son aquellas que no se enfocan en el elemento artístico, sólo prestan atención al engaño, a la crudeza y falsedad de los cientos de actores que participan en esas obras. Las cintas eróticas invitan a la imaginación y algunas como las “soft-porn” (aquellas que pasan de madrugada en ciertos canales de televisión por cable o satélite) son más similares a las novelas que invitan a la autoexploración que a la explotación de cuerpos que vemos en la pornografía.
Las diferencias entre la pornografía y el erotismo en el cine son notables cuando conocemos los trasfondos y conceptos completamente. Es fácil perderse cuando las palabras cambian su significado como sucede con el “porno”. Actualmente es usado meramente para señalar aquello que aún es visto como una “exposición indecente”, pero muchas veces –en especial en la literatura– estimula un autodescubrimiento sexual más profundo. Lo artístico puede ser pornográfico, pero puede liberarse de ser definido por esa característica. Todo depende de la percepción individual y del contexto que se le dé a los temas que se presentan en la obra. Los significados cambiarán y sólo el verdadero arte sobrevivirá.