Tras el reflejo de un espejo sobre la cómoda
el erotismo se abrazaba a nosotros:
A veces me dominabas, otras, seguías mis órdenes.
Rozabas con tu lengua,
el hueco que separa mi hombro de la clavícula
y mi frecuencia cardíaca iba aumentando,
hasta que la sangre quería escapar de la yugular.
Esa noche me regalaste una yegua furiosa
y con ella cabalgaste cada centímetro de mi cuerpo.
Ya no quedaban más lugares para extinguir las llamas,
ya no quedaban más rincones para recrear todas nuestras fantasías.
Pero tu boca siempre buscaba la mejor postura
y así fue como probamos todos los sabores…
¡Amábamos sin límites, deseábamos sin miedos!
Cada lugar en mí, era un lugar que sentías dentro de ti.
Aquello que tus pensamientos anhelaban:
Mi espalda, mis manos, mis pies, mis pechos, mi cintura,
todos mis espacios estaban estirados al placer contigo.
Me llené de ti en esos buenos momentos
Pues el tiempo no existía,
ni en los relojes del mundo,
ni en el universo de los hombres.