El mundo actual ha perdido la sensibilidad y la capacidad de asombro debido al clima de violencia y deshumanización el que se vive en cada rincón del globo. No hace falta ir muy lejos para descubrir que la vida humana es una cualidad cada vez más despreciada. La escalada de violencia en México ha acostumbrado con toda tristeza a muchos habitantes a mirar los asesinatos, desmembramientos y la tortura como algo normal, parte de la realidad que viven a diario millones de personas o bien, incluso como política de Estado.
Uno de los primeros casos conocidos sobre asesinos en serie fue el de Edward Theodore Gein, un hombre con serios trastornos psiquiátricos cuya historia, después de una terrible infancia, se convirtió en inspiración para la cultura popular, especialmente en el terreno cinematográfico donde películas como “The Silence of Lambs” y “The Texas Chain Saw Massacre” tomaron su caso para llevar a la pantalla grande a los más crueles y sanguinarios asesinos.
Ed Gein, mejor conocido como “el carnicero de Wisconsin”, era un hombre solitario que durante toda su vida convivió exclusivaente con su madre, hasta 1945, año en el que ella murió. Discreto, de bajo pero explosivo perfil, si se presentaba una discusión o problemática, Ed Gein resultaba un desconocido incluso para sus vecinos, hasta que su caso salió a la luz y los horrores que escondía en su casa conmocionaron al mundo. Todo empezó en 1957, cuando Bernice Worden, una empleada de una ferretería en el pueblo de Plainfield, Wisconsin, desapareció misteriosamente después de la visita de Gein a su negocio.
“La policía inició las pesquisas y averiguaciones previas. Todas las pruebas apuntaron a que Worden fue asesinada dentro de su tienda y posteriormente arrastrada hasta la camioneta de Gein, quien condujo hasta su casa”.
La policía inició las pesquisas y averiguaciones previas. Todas las pruebas apuntaron a que Worden fue asesinada dentro de su tienda y posteriormente arrastrada hasta la camioneta de Gein, quien condujo hasta su casa. ¿Cuál era el objetivo del asesino? No se trató de un asalto, pues la caja fuerte se encontró íntegra. Tampoco de una rencilla personal, porque Gein no se habría molestado en recoger el cuerpo. ¿Qué se escondía realmente tras este crimen?
Los dos agentes encargados de la investigación condujeron hasta la casa de Gein. Una vez dentro, encontraron la sala llena de decenas de moscas que impedían la visión. Entre el estruendo de los zumbidos y en medio de la oscuridad, ambos entraron y procedieron a revisar la casa: revistas pornográficas, manuales de anatomía y platos de comida por todas partes completaban la escena que encontraron. Cuando se dirigieron a la cocina, quedaron impactados al ver lo que realmente ocurría ahí dentro: el cadáver de Worden yacía helado, colgado de sus extremidades inferiores y decapitado, con una enorme insición sagital que iba desde el pubis hasta la garganta.
Ambos oficiales salieron huyendo del lugar y días después se llevó a cabo la captura de Gein. La investigación siguió su curso y una unidad especial tuvo acceso total a la casa para revisar cada una de las habitaciones en busca de pistas que llevaran a comprender el comportamiento del asesino. Conforme el caso fue evolucionando, se descubrió que muy posiblemente, Worden no era la primera víctima de Gein. En un cobertizo, colgaban al menos una decena de pieles humanas como lo hacen las de cordero, esperando secarse para ser utilizadas en la fabricación de alguna herramienta.
“La hipótesis se confirmó inmediatamente: dentro de la habitación del psicópata se encontraron con una decoración excéntrica y poco usual. Se trataba de un espacio completamente forrado de piel humana, utilizada con habilidad en lámparas y un par de sillas”.
La hipótesis se confirmó inmediatamente: dentro de la habitación del psicópata se encontraron con una decoración excéntrica y poco usual. Se trataba de un espacio completamente forrado de piel humana, utilizada con habilidad en lámparas y un par de sillas. El horror no terminó ahí: dentro del armario se halló un collar formado con labios y dientes, cinturones hechos con pezones y chalecos de pechos, forrados de paredes vaginales. En la alacena, nueve cráneos funcionaban como platos soperos, mientras un corazón humano aguardaba en el refrigerador.
Mientras se llevaba a cabo el juicio contra Gein, admitió haber cometido un par de asesinatos. Al ser cuestionado sobre los otros cuerpos, un desequilibrado Gein confesó la forma en que realizaba una indulgente labor a altas horas de la noche en el cementerio del pueblo para desenterrar a los muertos recientemente sepultados y llevarlos consigo para utilizar su piel y órganos para crear herramientas y alimentarse. A pesar de que el asesino demostró no tener ningún trastorno sexual, pues reiteró en sendas ocasiones el asco que le producía el olor a muerto, fue consignado a cadena perpetua y diagnosticado con el más alto grado de psicosis y otros desórdenes psiquiátricos.
En la actualidad, el caso de Gein sigue siendo investigado como uno de los más escalofriantes asesinos en serie en la historia de la humanidad. Durante sus últimos días, el “carnicero de Winsconsin” declaró que el único fin detrás de los asesinatos y la utilización de cuerpos para decorar su casa era convertirla en un museo de los horrores. La casa fue fotografiada y las imágenes fueron destruidas posteriormente, por lo duro de la escenas. El único sitio que se encontró completamente inalterado fue la habitación de su madre, señal de un posible trastorno psiquiátrico al más puro estilo de “Psycho”, de Alfred Hitchcock. Finalmente, Gein falleció el 26 de julio de 1984 por un paro cardiorespiratorio y su cadáver yace en el cementerio de Plainfield, el mismo sitio que frecuentó en tantas ocasiones para tomar su material de trabajo.
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Muchos asesinos han corrido con más suerte que Gein. Conoce las historias de terribles asesinos seriales que nunca fueron atrapados. ¿Qué pasa por la cabeza de uno de estos individuos? Averígualo observando las mejores pinturas que revelan lo que hay en la mente de asesinos seriales.
