El ruso es uno de los idiomas más difíciles de aprender: gramática irregular, gran variedad de acentos, escasez de normas, dos pares de consonantes, palabras que varían de significado según el sufijo y el prefijo y claro, la variante del alfabeto cirílico. Ante la barrera del lenguaje, Rusia y los países eslavos han estado aislados del resto del mundo, un hecho que desde la época zarista se ha combatido. El gobierno de los zares buscó la manera de transliterar – adaptar el alfabeto cirílico al latino- la lengua rusa, un proyecto que los bolcheviques retomaron pues “respondía a la concepción sobre la creación e importancia de la cultura proletaria universal, en el marco de la futura revolución mundial”.
La intención bolchevique fue parte de las múltiples luchas emprendidas luego de su llegada al poder: se liberó la sexualidad, se promovió la emancipación de la mujer, supresión de la religión, reforma de los centros educativos y promoción del griego y el latín. Asimismo, se despenalizó la homosexualidad y los divorcios eran libres de realizarse, casi sin tener que avisar al cónyuge. El poder soviético aspiraba atraer más partidarios, demostrando que la libertad existía en el socialismo, incluso en la posibilidad de elegir un alfabeto.
El nuevo gobierno bolchevique utilizó un gran presupuesto para crear alfabetos, diccionarios, libros de textos y capacitar al profesorado; sin embargo, el magno programa soviético se interrumpió con la llegada de Stalin al poder. Con un marcado desinterés para exportar la revolución, y con la firme intención de crear un poderoso estado socialista, el gobierno stalinista retomó muchas normas y parámetros de las relaciones sociales de la Rusia prerrevolucionaria, mientras que los cambios emanados del trabajo de la revolución fueron tachados de “desviaciones de oportunistas de izquierda” e “inclinaciones trotskistas”. Se prohibió el aborto, se criminalizó la homosexualidad y el proyecto de romanización se detuvo ante la crisis de los años 30. Stalin finalmente rechazó el proyecto y prohibió que se gastaran más esfuerzos y dinero.
Años después se decretó el estudio obligatorio del ruso en todas las escuelas, y a partir de la Segunda Guerra Mundial se reforzó la importancia de dominar el ruso. Al término de la Guerra Patria, el académico Vinográdov afirmó que “la grandeza y el poder de la lengua rusa son universalmente reconocidos, y este reconocimiento ha penetrado profundamente en la conciencia de todos los pueblos, de toda la humanidad”.
En la década de 1930, cuando la lengua rusa se reafirmaba como identidad del estado socialista, el artista Sergei Merkurov creó el “Alfabeto Erótico Soviético”, en el que a través de posiciones sexuales y dibujos con profunda inspiración en al arte romano y griego de la antigüedad, se enseñaba el alfabeto cirílico. Erróneamente se ha documentado que esta obra pertenecía a una campaña soviética de alfabetización, pues en realidad sólo fue obra del genio artístico de Merkurov.
Los encuentros sexuales que se aprecian en el alfabeto incluyen sexo heterosexual y homosexual, sexo oral, tríos y zoofilia, particularmente con faunos. Las ilustraciones se comenzaron a difundir entre algunos círculos soviético, considerándolas una importante fuente para la estimulación, dejando del lado cualquier rol en el aprendizaje del alfabeto, aunque nadie duda que más de una persona hayan aprendido los caracteres.
Años después, el artista se convirtió en uno de los emblemas artísticos de la Unión Soviética, famoso por las máscaras mortuorias que realizó a personajes como León Tolstoi, Vladímir Mayakovski, Sergéi Einsenstein y Lenin, además de realizar las estatuas monumentales de Stalin en la década de los 30 y 40.
Te compartimos el alfabeto completo.