Dijo George Orwell que “la libertad de expresión es decir lo que la gente no quiere oír”. Si traspasáramos sus palabras al arte y hacemos un movimiento de inversión, la frase quedaría: “La censura es ocultar lo que la gente quiere ver”. En este caso, lo que más se censura en la sociedad es el sexo, pero de manera paradójica es lo que más seduce, atrae y gusta. Parece una contradicción que las imágenes que más placer ofrecen son las que deben ser condenadas y permanecer ocultas a los ojos de todos.
Hay dos clases de censura, la que construye una figura de autoridad en muchas ocasiones políticas y la otra que construimos todos dentro de la cultura. El sexo debe ser censurado porque desde hace mucho el pudor y el recato gobernaron a las personas y un par de pechos o un pene son órganos agresivos a la vista. No cualquiera aguanta un falo erecto y grueso en primer plano. Para cuidar la sensibilidad de los espectadores se cubre y se cambia de tema, pero huir a la realidad ocasiona inseguridades. Un día Gustave Courbet se cansó de este formalismo y presentó su cuadro “El origen del mundo”, el retrato realista de una vagina.
Él aplicó nuestra frase y pintó justamente lo que la sociedad quería ver. El cuadro data de 1886, cuando la sociedad estaba inmersa en prejuicios y miedos. Hoy las personas piensan de otra manera, pero aún existe la censura. El artista visual Richard Prince tiene una colección donde todas las mujeres que aparecen de manera natural y de forma sugestiva (a veces) son cubiertas por una etiqueta o un pedazo de papel.
Richard Prince oculta lo que la gente quiere ver. La fotografía es de una bella y exuberante mujer, en la que sus pechos están al aire para dejar ver aquello que conquista mentes y alborota almas. Ante semejante composición, el deseo carnal que llevamos dentro nos exige ver las zonas erógenas de la modelo, pero Richard niega la satisfacción al poner una fea etiqueta que dice “Sonic Youth”.
Si los pechos de esta mujer son los que hacen trascender la imagen, ¿por qué hay que ocultarlos? Ya pasaron más de 150 años desde que Courbet presentó lo que todos querían ver en su obra. ¿Cuál es la razón para que Richard Prince regrese en el tiempo y cubra algo tan cotidiano como un busto?
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Richard Prince se dedica a la pintura y a la fotografía. Desde el inicio de su carrera sus temáticas han sido muy sencillas, pero el tratamiento que les da es el que provoca conmoción. Su obra “Untitled Cowboy” es la primera fotografía de otra fotografía que se vendió a un millón de dólares en una subasta. Este acto causó polémica porque su trabajó consistió en retratar una imagen que ya existía.
Si el objetivo de Richard fue el de incomodar a la gente pudiente del arte, lo logró. Desde este momento llegó su deseo por transgredir tanto a los espectadores como a su obra. La censura que hace es intencional. Él sabe que el sexo vende y encanta, también sabe que las personas quieren ver las partes eróticas del cuerpo para sentir placer en sus adentros, pero les niega la oportunidad de saciarlo al ponerle una fea estampa encima.
Su trabajo consiste en incomodar y molestar. Richard considera que el sexo es más tolerable en esta época y sería muy fácil dejar sus fotografías sin censura, pero este acto significaría complacer al espectador. Para fastidiarlos oculta una felación o un pezón excitado.
Al volver la censura absurda, las personas se dan cuenta de que en realidad tienen curiosidad por conocer aquel cuerpo sin ningún velo, el espectador autocritica este acto y se pone a reflexionar si vale la pena.
De esta manera, Richard Prince transgrede con todo el orden social y cultural. Si lo correcto es no ver la vagina de una mujer en una fotografía erótica, al negarnos el placer de manera tan abrupta, nos enojamos y quisiéramos poder quitar aquellas etiquetas que se desprenden tan fácil de los materiales discográficos.
En su tiempo, Gustave Courbet transgredió la mente de las personas y la esencia de la cultura. Él presentó lo que el público quería ver pero no lo hacía por miedo. “El origen del mundo” es un desnudo realista y directo. No hay nada oculto y por eso incomoda.
En estos tiempos una vagina y un pene no causan conmoción o, mucho menos, miedo. Ver una reproducción de Gustave ya no asombraría. En cambio, Richard Prince hace lo inverso para molestarnos y volver a transgredir con lo habitual, con lo rutinario. Una simple etiqueta sobre los pechos es la forma perfecta para fastidiar a las personas que ya están tan sumidas en lo mismo y descolocarlo de su posición.
Richard logra su objetivo de incomodar al censurarse a sí mismo. Si hay unas lindas señoritas con una figura perfecta, ¿por qué no deberíamos verla? ¿Acaso el cuerpo no es perfecto y digno de ser presumido? Gracias a esta contradicción se coloca por encima de la censura y queda en una mejor posición.
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El artista Richard Prince demuestra que se puede hacer polémica con cualquier objeto y de cualquier forma, lo importante es sólo estar en contra de lo común. Si quieres conocer a otros artistas como Prince, puedes leer los artículos: “El éxito tras la muerte de grande artistas” y “Top 10: Las pinturas más controversiales de la historia”.