La sensualidad es esa bestia que nos acecha desde las sombras y trata siempre de seducirnos con juegos sencillos pero coquetos; puede sorprendernos en cualquier momento del día, en cualquier lugar. Trabaja de modos extraños, y sin lugar a duda, siempre nos lleva a sus brazos con un zarpazo firme pero suave. Nos hace suyos. Y, ¿cómo no habría de hacerlo si es parte importante de nosotros mismos?
El cuerpo, santuario de cualquier persona, guarda en cada uno de sus pliegues un toque sensual; basta con encontrar ese punto para que nuestro ser se convierta en arte vivo. El cabello, los labios, el ombligo, los pies, todo en nosotros tiene ese toque que inevitablemente explotará en cualquier momento de nuestras vidas, resaltarlo o esconderlo depende de cada persona.
Muchos artistas han dedicado su obra a plasmar esta cualidad tan humana sin caer en lo pornográfico, logrando retratar lo sensual de lo cotidiano. En su cuadro “Las tres gracias”, Rubens plasmó el ideal estético de su época; la sensualidad en el cuadro no se debe a las mujeres desnudas, sino a la forma de sus cuerpos; mujeres rotundas, corpulentas pero bien proporcionadas que expresan delicadeza en sus rostros.
Hoy muchos artistas han conseguido hacer lo suyo con respecto a la sensualidad; sin embargo, pocos lo han hecho como Diego Villarreal, un fotógrafo que ha enfocado su trabajo a encontrar el carácter sensual en la vida diaria de la comunidad transgénero. Sin la necesidad de mostrar desnudos completos, a veces ni siquiera parciales, plasma cuán atractivo puede ser el mundo desde la perspectiva de esta comunidad.
La fuerza de sus fotografías es equivalente al carácter que transmiten sus protagonistas; personas empoderadas que han nacido en un cuerpo que no les corresponde y aún así, luchan por hacerlo suyo. Miradas fijas y provocativas, no se necesita nada más para llegar al punto más alto de la sensualidad fotográfica que grita con toda firmeza “Así soy yo y así tiene que ser mi cuerpo”.
Rostros maquillados, juguetes sexuales, drogas, portadas y páginas de revistas; cualquier escenario, cualquier objeto, todo es buen material para que Villarreal nos muestre el verdadero rostro de la cotidianidad transgénero; esa que a pesar de la rutina no deja de ser ardiente, provocativa y llena de seguridad.
Las imágenes posando en ropa interior desde sus hogares capturan cuán sensuales pueden ser las personas desde la intimidad, donde nadie los observa.
Sus fotos en blanco y negro transmiten cierto aire punk que indica cómo estas personas, a pesar de la aparente libertad sexual y de expresión, todavía se sienten identificados con la contracultura. Finalmente es esa misma fuerza y resistencia ante las absurdas reglas establecidas por una sociedad que se ha olvidado de ellos.
Ésta es la propuesta de Diego Villarreal, la cual nos deja ver que hay sensualidad en cualquier parte de nosotros, basta con observarnos para darnos cuenta de ello; cada uno depende la forma en la que vive y explota esta característica, al final de cuentas lo único que importa es sentirnos bien con nosotros mismos.
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