Hay una similitud entre nuestra vida y la imaginación. Esos entes que surgen de nuestra cabeza, las pesadillas y las inexplicables formas que se crean en nuestra mente deben tener un referente en la realidad. Pensar en algo totalmente nuevo es imposible, nuestra cabeza está llena de referencias de lo cotidiano, y eso es lo que hace de las obras de Sarah Sitkin algo impresionante; toma elementos de nuestra realidad para crear figuras totalmente nuevas.
Sitkin expresa lo horrible y grotesco. Lo hace con el tino que sólo alguien que se crió viendo películas de Carpenter, Jodorowski y Cronenberg podría imaginar. Cabezas salidas de universos paralelos, piezas orgánicas sin forma cuyos cabellos crecen en todas direcciones. Sonrisas deformes que no expresan maldad, lo cual las hace más tétricas; ese es el imaginario de Sitkin, y es lo que provocará nuestras siguientes pesadillas.
La artista de Los Angeles vive en su estudio, y aunque no es un cuarto lujoso en el que el romanticismo artístico vive día a día, ahí Sitkin tiene todo lo que necesita para hacer arte a costa de no tener un lugar acondicionado como un hogar. No tener una lavadora, pero poder crear arte a las cuatro de la mañana con la música a todo lo que da es una de las ventajas de vivir en bodegas que rentan muchos artistas. La proximidad con otros talentos es lo que la ha llevado a ser multifacetica y por lo que ha trascendido de la fotografía a la escultura. A una escultura que está rompiendo los limites.
Con base en nylon, látex y otros materiales moldeables, Sitkin hace estas esculturas que deforman todo, lo deconstruyen y lo hacen real. Bien podría llamarse hiperrealismo grotesco, en el que la edición de las fotografías es mínima para mostrar la realidad de lo que vemos. Una cara diseccionada, cortada como si de carne procesada y lista para empaquetar se tratara. No es algo que no veamos en cualquier carnicería de un mercado. La simple inclusión de forma humana sin embargo, es lo que nos hace darle un nuevo y aterrador significado.
A pesar de eso no hay violencia en su obra. Las esculturas que hace no muestran almas en pena trastocadas por la pérdida de cordura; sus rostros son cotidianos, no aceptan lo que les pasa porque según ellos no les pasa nada malo. Una cara deconstruida nos mira con un único ojo mientras los pliegues de lo que pueden ser otras identidades viven con él. Un ser atemporal, una deidad sin lugar para ser adorado, una pila de cuerpos perdidos en el abismo y un ojo que todo lo observa.
Su inspiración viene de Jodorowski y Stanley Kubrick principalmente, pero es innegable que la artista remite a la obra de Tony Oursler con incómodos escenarios y extremidades deformes. Oursler hace uso del videoarte, de los lentes de cámara y de los ángulos para establecer su estética. Sarah Sitkin convierte esas deformidades y extrañezas en esculturas reales. Fuera de ser una cara macabra contenida en un vidrio circular aquí podemos ver, por ejemplo, una cabeza en reposo, tranquila e indiferente a las que parecen patas de pollo que tiene incrustadas en todo el cuerpo.
Una de sus obras más impactantes visualmente es la de un rostro que parece sonreír. El imaginario surrealista se encuentra ahí, pero al fijar nuestra atención podemos encontrar una cara que realmente es una vagina. Los labios tradicionales de la cara se sustituyen por los sensuales labios verticales; la nariz, siempre tan sensible, se convierte en el punto más placentero mientras que el tercer ojo se transforma en otra forma sexual. Belleza trastocada; la escultura podría ser parte del imaginario de Guillermo del Toro, un ser genital que busca una cara distinta para consumar todo en un beso.
El trabajo duro es su mantra: “Si haces lo que haces durante suficiente tiempo, alguien lo notará, por eso nunca debes dejarlo. Y si el arte es tu pasión no tienes remedio, debes hacerlo”. Una artista joven que está demostrando que la belleza es subjetiva, que el talento es una cosa pero la perfección viene del trabajo duro y que el arte sirve para transformar, idealizar y algunas veces perturbar.
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Fuente: Sarah Sitkin