En su libro “Cómo no escribir una novela”, Sandra Newman es crítica con los sueños de otras personas, a nadie le importan. Según ella, si deseas incluir sueños en tus escritos, limita la cantidad a uno por novela y en el borrador final elimínalo, porque los sueños no son reales, no mueven la acción, por lo tanto llegan a ser absurdos y se convierten en paja para el lector. Eso es cierto, pero los sueños eróticos parecen ser los únicos que llaman la atención y son perdonados.
Tal vez sea la naturaleza erótica de las personas que ante cualquier situación permiten que la imaginación se estimule con relatos que provocan que la respiración se agite y el cuerpo se estremezca. Es aún más válido si estos sueños tienen un vínculo directo con nosotros. Uno de los primeros en relacionar el sueño erótico con el pensamiento humano fue el filósofo Emanuel Swedenborg (1688-1772).
Científico, teólogo, filósofo y místico; el pensador sueco surcó entre la divinidad y su comprobación científica, para después dedicarse de lleno a una renovación espiritual que habría revolucionado por completo a la Iglesia católica.
La simbiosis entre religión y mística tienen un predecesor: los apuntes de sueños que Swdenborg escribió cerca de 1744. Durante sus viajes en los que buscaba explorar el alma a través de un punto de vista anatómico, guardó un registro de sueños. Su gran intelecto lo llevó a llenar una tercia parte de esos episodios con datos científicos, pero otra parte estuvo reservada para sueños eróticos.
En uno de los sueños, él se encuentra con una mujer en una cama. Ella toca su pene lo cual provoca que tenga la erección más grande que ha tenido, entonces la penetra. Según el filósofo, esto significa que un niño nacerá, por lo que al alcanzar el orgasmo lo hace de manera “maravillosa” (usa esa palabra en francés).
En sus anotaciones Emanuel escribió más acerca del significado del sueño. Es el máximo amor del espíritu santo y la expulsión de los fluidos representa el amor a la sabiduría.
En otro de los sueños, él se encuentra con un total descontrol y deseo por una mujer. De pronto aparece junto a Niklas Oelreich, uno de sus amigos, con el que comienza a visitar burdeles, pero sin ningún tipo de intención sexual. En otro sueño está acostado con una mujer que no es guapa pero sabe que lo complacerá. Cuando acerca la mano a su vagina, siente hileras de dientes, al darse cuenta de eso mira a la mujer que se transforma en un político de la época.
El sueño no vuelve a ser igual, pero Emanuel continuó soñando con esas hileras de dientes. Antes del psicoanálisis, estos sueños fueron interpretados como reglas y mandamientos para una vida sana en pareja, apoyada por el espíritu santo, pero lo curioso es que el sueño de Emanuel representa lo que en distintos pueblos era una leyenda para advertir a los hombres de acostarse con cualquier mujer.
Japón y algunas sociedades de América del Sur ya conocían la leyenda, por lo que el filosofó demostró sin querer esa conexión que los sueños pueden tener en el imaginario colectivo.
Sus ideas no pasaron desapercibidas, a partir de ellos su mentalidad cambió, pues entre sueños y visiones se inspiró para cambiar la forma en la que se debía comportar la gente ante el matrimonio. “El verdadero amor en el matrimonio” es el libro que escribió poco después de esos sueños. En esta guía remarca que el amor erótico es de origen divino, pero que se debe tener cuidado pues el ser humano al ser pervertido y egoísta, puede llegar al fracaso.
Durante mucho tiempo Swedenborg continúo con la interpretación de las supuestas visiones y señales divinas, hasta que dejó atrás el método científico y se adentró por completo en el misticismo, incluso existe una curiosa cátedra que el autor argentino Jorge Luis Borges dictó sobre él y puedes leer aquí.
En esa cátedra incluyó el siguiente poema dedicado al erótico e iluminado autor:
“Más alto que los otros, caminabaaquel hombre lejano entre los hombres;apenas si llamaba por sus nombressecretos a los ángeles. Mirabalo que no ven los otros terrenales:la ardiente geometría, el cristalinolaberinto de Dios y el remolinosórdido de los goces infernales.sabía que la Gloria y el Avernoen tu alma están, y sus mitologías;sabía, como el griego, que los díasdel tiempo son espejos del Eterno.en árido latín fue registrandoúltimas cosas sin por qué ni cuándo”.
Su pensamiento abogaba por un amor verdadero y devoto, pero no por eso aburrido.
Altamente sexual, este hombre vivió los placeres que hoy serían considerados alarmantes, pero en esa época los viajeros como él podían mantener muchas relaciones, aunque eso no lo excluyó de la culpa. Es importante regresar la mirada a autores poco conocidos y encontrar en ellos formas distintas de entender la vida.
Los libros pueden ser la llave para eso, en los clásicos puedes encontrar todo lo que necesitas para la vida, e incluso en textos actuales que casi nadie lee, pero que son más que necesarios para conocernos unos a otros.
***
Fuente: PDR