Ya hemos superado la primera mitad de esta década y algo extraño parece estar pasando en el mundo del cine. Cineastas conocidos por realizar obras magistrales sehan visto envueltos en un proceso decadente que ha dejado mucho a desear.
Todo empezó en el 2013, cuando muchos fanáticos de Lars Von Trier y críticos de cine atacaron al director por la mediocridad y ganas de crear escándalo con su cinta “Nymphomaniac”. Se pensó que los días de éxito de Von Trier como director habían muerto con “Antichrist”; declaraciones sobre la falta de confianza en sus futuros proyectos -por el hecho de dejar las drogas y el alcohol, sustancias que eran claves en sus procesos creativos, según él mismo- daban paso a que esta idea se fortaleciera.
En el 2015, el director Gaspar Noé, conocido principalmente por la increíble “Enter The Void”, estrenó una película con más escenas sexuales que cualquier porno (además en 3D), titulada “Love”. Recibió duras críticas por dejar que su ego manejara la cinta; introdujo su nombre artificialmente gran cantidad de veces en el filme; el personaje principal es una representación de él mismo, e incluso el director actúa como un famoso y prestigioso artista. La película en general es un desastre narrativo y todo pareciera ser improvisado.
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Ese mismo año, Charlie Kaufman, conocido por la intrigante obra maestra “Synecdoche, New York”, estrenó su esperada cinta animada “Anomalisa”; el estilo minimalista y pretensioso de este filme desagradó a muchos; queriendo ser una profunda experiencia filosófica, se convirtió en una simple historia de amor, mucho menos de lo que esperamos de un maestro como Kaufman.
Y ahora, lo que le da autenticidad a este estudio: Terrence Malick, director amado por la crítica en general, estrenó su última película “Knight of Cups”, la cual muchos acusan de ser una parodia de sí mismo por no contar con ningún tipo de guión o narración que dé sentido a las escenas dispersas que presenta la cinta.
Ahora, si les es familiar la trama de “Space Jam” (si no la han visto, les debería dar vergüenza), en la cual a varios jugadores famosos del baloncesto les es robado su talento por un grupo de aliens, ya tendrán una idea de la dirección de este artículo.
Podemos asumir que alguien ha privado a estos otrora excelentes cineastas de su apabullante talento, pero la verdadera pregunta es: ¿quiénes pudieron haberlo hecho? ¿A quiénes les podría beneficiar aligerar la competencia en el mundo de la dirección de películas? ¿Quiénes estarían tan desesperados por ganar un Oscar que recurrirían a tan vil fechoría?
Ni siquiera intentan esconderlo.
Algo inusual ha ocurrido en el mundo del cine estos últimos años; algo que, aparentemente, no pudo haber sido planeado. Emmanuel Lubezki ha ganado tres premios Oscar consecutivos, algo que nunca había sucedido y, por su parte, Iñárritu ha obtenido dos -también sin interrupción- como mejor director, otro hecho increíblemente raro. Tom Hardy ha conseguido papeles increíbles uno tras otro, desde convertirse en el malvado Bane, a ser la esencia de Locke y, en el 2015, participó en las dos películas más premiadas por los premios de la academia y alabadas por la crítica, “Mad Max: Fury Road” y “The Revenant”.
Y el evento más improbable de todos, Leonardo DiCaprio ganó el esperado Oscar a mejor actor, poniendo fin a la principal fuente de memes de internet y rompiendo una maldición.
Los más escépticos entre ustedes pensarán que todo esto es una coincidencia, que en la vida, cuando uno sube, otro tiene que bajar. Pero presten atención a estas dos imágenes:
¿Notan algo en común?
Lubezki ha utilizado exactamente la misma cámara todo este tiempo; nunca ha dejado de filmar con su Arri Alexa, ¿y qué mejor artefacto para encapsular talento cinematográfico ajeno que en una cámara profesional de cine?
No hay nada mágico ni sobrenatural en esto. Hay un instrumento bien utilizado.
La industria, en general, está pasando por un bache creativo; las salas están llenas de remakes o secuelas. Se ha visto envuelta en una explosión de “rupturas de canon” que han dejado desilusionado a más de uno. Por esa razón, cuando llega alguna cinta que nos de un aire novedoso, se agradece.
El cuarteto antes mencionado ha destacado últimamente por acudir a las técnicas básicas, retoman los principios del séptimo arte, se mueven en aguas que se han olvidado, por haber sido dadas por sentadas: actuaciones verosímiles y dirección clara.
Recordemos que “innovación” no significa rebuscar o ser ininteligible, si no buscar cómo llegar al público de forma afortunada. A veces, recurrir a los inicios es el primer paso para lograrlo; esto no significa dejar a un lado la experimentación y exploración para que las creaciones sean originales y majestuosas, pero bien dicen “para poder romper una técnica, es necesario conocerla”.
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