Ponerle nombre al deseo, tu nombre y repensarlo millones de veces sin desgastarlo, al contrario; cada que pienso, te imagino en lugares recónditos y tus lugares ocultos tan ocultos como el verdadero nombre de Dios. Tumbada sobre una estera persa, bañados en un humo negro y espeso de un opio que acabas de preparar, justo para fumar juntos y tendernos en el suelo de un lugar que sólo existe entre tú y yo. Un lugar que muere y nace cada que te pienso y te imagino acá y allá. El humo nos sigue envolviendo y decides preparar otra gota de amor en tu sexo, que derramas por el derrière lívido de tu libido hirviente, tan hirviente como la llama que usas para forjar la pequeña bola que tus dedos, suaves, calientan para después postrarla en la cuchara donde las pasiones se tiñen de negro para que en la mecánica del cosmos, se traduzca en un humo tan negro como el cabello que sigo oliendo a ayer…
Crear imágenes, tus imágenes a partir de las letras de todos, sentir como el sexo efervesce con historias de alcoba o de cocina donde el mundo se equilibra, es la cualidad de la literatura erótica, que con siglos de práctica, nunca se ha agotado y jamás lo hará. Nunca se agota como jamás se agotará el deseo por sentir que pisoteamos a los dioses por unos cuantos segundos mientras dura el suspiro del orgasmo en la noche de la humanidad.
Aquí te presentamos un compilado de escenas literarias que harán que viajes por la ya mencionada noche de la humanidad que se traduce en nombre del Dios creador, Eros el miserable que llora, Eros el valiente que arrebata. Rindamos tributo a quien como Maestro, nos mueve y mantiene esto que dicen que se llama Mundo, girando y revolcando.
Historia del ojo, George Bataille
“A partir de esa época, Simona contrajo la manía de quebrar huevos con su culo. Para hacerlo se colocaba sobre un sofá del salón, con la cabeza sobre el asiento y la espalda contra el respaldo, las piernas apuntando hacia mí, que me masturbaba para echarle mi esperma sobre la cara. Colocaba entonces el huevo justo encima del agujero del culo y se divertía haciéndolo entrar con agilidad en la división profunda de sus nalgas. En el momento en que el semen empezaba a caer y a regarse por sus ojos, las nalgas se cerraban, cascaban el huevo y ella gozaba mientras yo me ensuciaba el rostro con la abundante salpicadura que salía de su culo”.
Las edades de Lulú, Almudena Grandes
“Se volvió contra mí e insertó su pierna izquierda entre mis dos piernas, empujando para arriba, obligándome a moverme contra su pantalón de algodón.Yo sentía calor, sentía que mi sexo se hinchaba, se hinchaba cada vez más, era como si se cerrara solo, de su propia hinchazón, y se ponía rojo, cada vez más rojo, se volvía morado y la piel estaba brillante, pegajosa, gorda, mi sexo engordaba ante algo que no era placer, nada que ver con el placer fácil, el viejo placer doméstico, esto no se parecía a ese placer, era más bien una sensación enervante, insoportable, nueva, incluso molesta, a la que sin embargo no era posible renunciar.Me desabrochó la blusa pero no me quitó el sujetador. Se limitó a tirar de él para abajo, encajándomelo debajo de los pechos, que acarició con unas manos que se me antojaron enormes.Me mordió un pezón, solamente uno, una sola vez, apretó los dientes hasta hacerme daño, y entonces sus manos me abandonaron, aunque la presión de su muslo se hacía cada vez más intensa.Escuché el inequívoco sonido de una cremallera.Me cogió la mano derecha, me la puso alrededor de su polla y la meneó dos o tres veces.Aquella noche, su polla también me pareció enorme, magnífica, única, sobrehumana.Seguí yo sola. De golpe, me sentía segura. Esa era una de las pocas cosas que sabía hacer: pajas. El verano anterior, en el cine, había practicado bastante con mi novio, un buen chico de mi edad que me había dejado completamente fría.Procuré concentrarme, hacérselo bien, pero él me corrigió enseguida.– ¿Por qué mueves la mano tan deprisa? Si sigues así, me voy a correr.No entendí su advertencia”.
Lolita, Vladimir Nabokov
“Ella gritó con una súbita nota chillona en la voz, y agitó el cuerpo, y se contorsionó, y echó atrás la cabeza, y mi boca quejosa, señores del jurado, llegó casi hasta su cuello desnudo, mientras sofocaba contra su pecho izquierdo el último latido del éxtasis más prolongado que haya conocido nunca hombre o monstruo”.
La pasión turca, Antonio Gala
“Ésta es la lección que yo aprendí muy tarde, y que me costó un solo segundo aprender: el que tardé en abrir mi cuerpo a su aprendizaje. Los cuerpos sí se disuelven, sí se alían; son islas que se abordan y entretejen sus riberas. Yo me licuo alrededor del miembro de Yamam, me extingo en él, y él, cuando alcanza lo que yo y al mismo tiempo, se disuelve a mi alrededor y dentro de mí, se vierte en mí. Y es todo bueno entonces, y se entiende todo, y el mundo llega al fin para el que fue creado, si es que lo fue… Pero el alma, no; el corazón, no; no la cabeza. Ellos son otra cosa: más altos, más sutiles. Qué ira y qué coraje tener que confesarlo: a ellos hay que conquistarlos con otra estrategia”.
La Venus de las pieles, Leopold von Sacher-Masoch
“Entro. Ella está en medio de la habitación, cruzados los brazos sobre el pecho, las cejas fruncidas, vestida con un traje de seda de un blanco desvanecedor, como el día, y con una kazabaika de seda escarlata, guarnecida de rico y soberbio armiño. Sobre sus cabellos empolvados, como de nieve, descansa una diadema de diamantes. —¡Wanda! —avancé hacia ella en ademán de abrazarla. Ella retrocede un paso, midiéndome con la vista de arriba a abajo.
—¡Esclavo!
—¡Mi dueña! —me arrodillé y besé la orla de su vestido.
—Está bien.
—¡Cuan bella eres!
—¿Te gusto? —se aproximó al espejo y se contempló con altanera satisfacción.
—¡Voy a volverme loco!
Hizo un gesto de desdén y me contempló burlona a través de sus párpados entornados. —Dame el látigo. Miré a mi alrededor.
—¡No, continúa de rodillas! —fue a la chimenea, tomó el látigo, y mirándome mientras reía, le hizo silbar en el aire. Después se levantó muy despacio las mangas de la kazabaika. Yo murmuraba:
—¡Admirable mujer!
—¡Cállate, esclavo! —su mirada adquirió un aire sombrío, hasta salvaje, y me descargó un latigazo. Casi instantáneamente pasó con mucha delicadeza su brazo alrededor de mi cuello y se inclinó compasiva hacia mí.
—¿Te he hecho daño? —me preguntó entre confusa y llena de angustia.
—No —contesté—, y si le hicieras, los dolores serían un placer para mí. Castígame otra vez, si gustas.
—Pero si no me causa ningún placer…
La extraña embriaguez se apoderó de mí.
—¡Castígame —repliqué—, castígame, sin piedad!
Wanda blandió el látigo y me flageló dos veces.
—¿Es bastante?
—No.
—¿De veras, no?
—Flagélame, te lo ruego; es un placer para mí.
—Sí, porque sabes que no va de veras, que mi corazón no quiere hacerte mal. Este juego bárbaro me repugna; si yo fuera en realidad la mujer que azota a sus esclavos, te espantarías. —No, Wanda, te amo más que a mí mismo; me he entregado a ti en vida y en muerte y puedes hacer seriamente contra mí lo que te sugiera tu orgullo. —¡Severino! —Pisotéame — y me tendí ante ella, cara al suelo. —¡Aborrezco las comedias! —exclamó Wanda impaciente. —Maltrátame, pues. Hubo una pausa inquietante. —Severino, ¡te lo digo por última vez! —Si me amas, sé cruel para mí —imploré con los ojos levantados hacia ella.
Atonement, Ian McEwan
“They began to make love against the library shelves which creaked with their movement. It is common enough at such times to fantasize arriving in a remote high place. He imagined himself strolling on a smooth, rounded mountain summit, suspended between two higher peaks. He was in an unhurried, reconnoitering mood, with time to go to a rocky edge and take a glimpse of the near-vertical scree down which he would shortly have to thrown himself. It was a temptation to leap into clear space now, but he was a man of the world and he could walk away and wait. It was not easy, for he was being drawn back and he had to resist … She was calling to him, inviting him, murmuring in his ear. Exactly so. They would jump together. He was wit her now, peering into an abyss, and they saw how the scree plunged down through the cloud. Hand in hand, they would fall backward.”
“Comenzaron a hacer el amor contra los estantes de la biblioteca, los cuales crujían al mismo tiempo que sus movimientos. Es bastante común en esos momentos el fantasear de llegar a un lugar remotamente alto. Él se imaginó paseando en la cumbre de una montaña suave y redondeada, suspendida entre dos picos más altos. Se encontraba en un estado de ánimo reconociendo sin prisas y con tiempo para así ir a un borde rocoso y echar un vistazo a la baja pedregal casi vertical que tendría en breve para ser arrojado al vacío. Era una tentación de saltar al espacio, pero él era un hombre de mundo, que podía irse y esperar. No era fácil, porque él estaba siendo creado de nuevo y tuvo que resistir … Ella lo estaba llamando, invitándolo, murmurándole al oído. Exactamente así. Ellos saltaban juntos. Él estaba con ella ahora, mirando a un abismo, y vieron cómo el pedregal se hundió a través de la nube. Cogidos de la mano, ambos caerían de espaldas”.
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