Somos la única especie que se preocupa por su desnudez, los estereotipos y su aspecto.
La posibilidad de ir desnudos por la vida es incluso uno de los miedos más recurrentes de nuestros sueños.
Todo en nuestra desnudez es motivo de vergüenza y descontento: un lunar, la grasa acumulada en el abdomen, la cantidad de vello, el color de piel, la forma de las piernas o de la cadera…
Es triste la inconformidad que se llega a sentir por lo único que tenemos con nosotros para el resto de la vida.
Cuando nos desnudamos nos entregamos al mundo.
Al mundo no le importa cómo es nuestro cuerpo. Para él, es sólo un cuerpo y ya entre los millones que danzan en las calles y avenidas de cada ciudad del mundo.
Sólo nosotros nos asustamos de él.
Asomarnos a la intimidad de nuestro cuerpo y del ajeno es una nueva manera de descubrir el mundo. Es descubrir un nuevo aroma, una nueva forma caprichosa de la biología, un nuevo milagro del sexo, una forma diferente de concebirse, amarse u odiarse.
Mientras el espejo y el cuerpo mantienen una relación transparente de intimidad y secreto en el que sólo los dos se observan, la cámara y el cuerpo establecen una relación mutuamente voyerista y dañina. La cámara capta y difunde a los demás lo que ve. El cuerpo es capaz de darle a la cámara únicamente lo que él mismo quiera mostrar y la deja indefensa.
Algunos cuerpos provocan placer, otros provocan risa, otros lástima, otros tristeza y algunos verdadero horror.
Lo único que los seres humanos compartimos son dos cosas: la seguridad de la muerte y la certeza de que nos iremos del mundo completamente desnudos.
La unión de dos cuerpos es la unión de sueños, deseos, anhelos y miedos.
Hay varios regalos para el cuerpo que se le dan como una ofrenda de respeto y admiración: la danza, el tatuaje, el ejercicio, la representación escultórica, pictórica y fotográfica.
Se puede destrozar el corazón de un cuerpo cuando se dice sobre él que es feo. En cambio, se le puede hacer muy feliz cuando se alaban sus formas, su belleza y su sensualidad.
Hay cuerpos radiantes que no se avergüenzan de la manera en que están constituidos: se muestran en todo su esplendor, exhiben sus formas y desean ser vistos; otros prefieren permanecer en la oscuridad, como arañas metidas en su nido.
Fracasamos en el intento de ser naturales. Por ello escondemos nuestra desnudez detrás de telas de algodón confeccionadas con diversas tallas y diseños. Muy en el fondo, desearíamos ir desnudos por la vida. Seríamos un poco más libres si las cosas fueran así. Pero hemos fracasado en casi todo como especie…
A falta de otro cuerpo no queda más remedio que vivir con el que la genética nos dio. Ya se delgado, corpulento, alto, chaparro, atlético, escuálido, moreno, blanco, sin vello, repleto de él, no podemos retroceder y solicitar un cambio de anatomía. Lo dado, dado está y es nuestra responsabilidad cuidar de él.
Otros prefieren destruirlo poco a poco. Algunos lo van asesinando lentamente hasta terminar con él.
Es imposible escapar a las miradas de los demás. Desde que salimos de casa, abordamos el transporte público, descendemos de él, entramos a nuestros centros de trabajo o estudio, estamos bajo el escrutinio público. Es una de las tantas maldiciones a las que nos tenemos que someter. Bajo ese mismo escrutinio está nuestro cuerpo. Somos juzgados todo el tiempo, para bien o para mal, por los demás.
El cuerpo puede llegar a ser algo sumamente siniestro o sumamente hermoso. También pude ser bendecido o degradado. Puede ser todo lo que su dueño quiera que sea pero también lo que los demás le adjudiquen.
Exhibirlo al ojo ajeno puede causar pánico, para algunos. Si embargo, otros lo muestran no como su máximo tesoro, pero sí como una manera de decirle al mundo lo que son en la intimidad y fuera de ella.
Un cúmulo de risas, recuerdos, experiencias, miedos, cicatrices, tatuajes, sudores…
… el cuerpo es el vehículo mediante el cual nuestras almas interactúan con la naturaleza, con lo sensorial y con lo más primitivo…
Cuando nos desnudamos nos entregamos con los ojos cerrados a la danza del destino.
Somos lo que nuestro cuerpo nos muestra. Viviremos el resto de nuestros días a su lado. Es nuestro santuario y nuestra tumba.
Esta serie de fotografías íntimas son obra del fotógrafo y escritor Julian Baker. En cada una de ellas explora y se cuestiona el concepto de la desnudez y los roles de género. Sus modelos son personas de diversas edades a través de las cuales el fotógrafo se introduce para cuestionar hasta dónde somos capaces de exhibirnos tal cual somos y los límites que los espectadores tienen para investigar de manera minuciosa la vida de los demás. Su obra al completo puede ser vista en su página oficial.
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Nuestro cuerpo es algo sumamente privado que únicamente merece ser explorado por medio de las fotografías y desnudos que sólo un amante regalaría. Si para ti el cuerpo masculino representa algo sagrado, entonces sabrás admirar las fotografías para apreciar la belleza de la sexualidad masculina.