Es momento de hincarse frente al espejo y prenderle una veladora a la única y verdadera virgen. Dar testimonio de su verdad y de su propósito en esta vida; porque las imágenes en las capillas han dejado de tener sentido, se han convertido en símbolos vacíos de la bondad a favor de un grupo de personas que no saben cumplir las reglas de un gastado libro.
Sin duda, el único libro que se necesita es el del aquí y el ahora, pues es en el que viven las nuevas vírgenes, las de labial brillante; ojos entrecerrados por el sueño y la luz de la mañana. Ellas que en la intimidad se convierten en víctimas de ese deseo que esperan nunca salte a los ojos de una sociedad que las ha manchado para seguir adorando a una imagen empotrada en un nicho de piedra, quizá rogando por amor, paz y pureza sin saber que todo eso está en los ojos de las niñas que llevan de la mano, las mismas a las que les han prohibido el amor o la libertad de ser ellas mismas.
¿Pero en verdad se han ocultado esas vírgenes? En realidad siguen entre nosotros, sin acechar a nadie. Pasan desapercibidas para poder gozar de esa vida de la que fueron privadas por quienes, irónicamente, las trajeron a este mundo para vivir lo mejor que puedan. Aunque si en algún momento quisiéramos encontrarnos frente a una de ellas, probablemente las fotografías de Sophie van der Perre podrían darnos una leve idea de su existencia.
Al enfrentarnos a estas imágenes nos damos cuenta de que, en efecto, estamos rodeados de ellas; mujeres reales que frente al lente de esta artista belga de 27 años se muestran libres, sin ninguna intención de esconder su verdadera identidad. Sin embargo, más allá de mostrarse tal y como son, las miradas de estas modelos también nos dan una idea de su pasado a través de la nostalgia y ese deseo casi generacional de querer terminar con el dolor del mundo en un abrir y cerrar de ojos.
Gracias al trabajo de Sophie, el poder que tiene la fotografía de preservar momentos toma un nuevo significado, pues en sus tomas no sólo nos encontramos con un momento íntimo que la modelo comparte con la fotógrafa, también son un medio para contar historias, mismas que sólo podrá develar un espectador con la sensibilidad necesaria para ver a través de los ojos de la gente.
«Me inspira mucho el pasado y los momentos intensos de la vida, ya sean trágicos o felices. En mis fotos intento contar historias, espero que la gente, al observarlas, se pierda en mil pensamientos».
—Sophie Van der Perre
De esta manera, a través de sus fotografías, la artista genera un diálogo con sus espectadores. Al igual que ocurre con las imágenes religiosas en los templos, cada fotografía contiene dentro de sí una especie de simbolismo único que nos indica cómo es que se debe interpretar cada pieza. Incluso a través de la ropa que usan sus modelos ─si es que la llevan─, sus verdaderos sentimientos quedan al descubierto, dispersos en una serie de elementos que ponen en evidencia la complejidad de la mirada humana; tanto que incluso son capaces de hablar acerca de la esperanza de dejar este mundo para llegar a uno donde no exista la presión del recuerdo.
Es entonces cuando nos damos cuenta de que la virginidad de estas chicas no viene de un asunto físico, sino de la dificultad que implica ser descifradas a partir de sus miradas. En otras palabras, Van der Perre muestra a cada virgen como un terreno inexplorado que guarda secretos sólo disponibles para quien acepte la tarea de disponer cada elemento dentro de la imagen para poder crear, no un discurso, sino una especie de culto alrededor de ella. Uno que comprenda las sensaciones de nostalgia, sensualidad e inocencia que, combinadas, se convierten en ese lugar donde ocurren los milagros más extraordinarios del mundo. Aquellos que nos hacen sentir agradecidos de estar vivos.
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Fuentes
Makamo
Lomography