Cuando una mujer por fin remueve su maquillaje con algodón, deshace su peinado y se libera de las telas que recubren su cuerpo, por fin podemos apreciar su verdadera esencia con toda honestidad, sin absolutamente nada que opaque la naturalidad de su belleza. Me gusta asociar a la belleza con los momentos auténticos e imprevistos en que la insolencia se apodera del momento y olvida por completo la pose que se asume en la vida diaria.
Son esos instantes en que se asoma, primero tímida y luego descaradamente, el inconsciente que se traduce en pequeñas actitudes, pequeñas acciones y gestos que conforman un carácter, una persona, una identidad buscando manifestarse urgentemente. Hay quienes han dicho que mirar a una mujer mientras se viste es igualmente sensual que cuando ésta se quita la ropa, y es justamente eso, el desdén y la costumbre que se apropian del cuerpo para asumirlo, lejos de la intención por seducir a otro. Ver a una mujer lavarse los dientes, cepillarse el cabello, tallarse los ojos, llorar desconsoladamente, pensando hacia el vacío o reír estruendosamente, son los vistazos a través de los cuales se puede penetrar en su alma sin restricciones.
¿Qué pasa cuando una modelo de alta costura escapa de las cámaras que capturan falsedad en diferentes niveles?
Ocurre que, esa mujer se despoja de una imagen prefabricada y, en el caso de Lina Scheynius, surge una necesidad por explorar con su persona de manera alternativa a la lente del estudio.
La modelo sueca Lina Scheynius, tomó sin miedo una cámara y comenzó a experimentar con su imagen retratándose, a sus parejas y amigos, documentando lo delicada y hermosa que puede ser la vida cotidiana.
Lina es, simultáneamente, voyerista y participante en sus fotografías que, aunque muestran contenido sexual y erótico, ella lo hace de manera sutil sin caer en el sensacionalismo o lo “pornográfico”, exponiendo un lado diferente de la desnudez y la figura femenina, donde ésta deja de asumir un rol pasivo y de fungir como un objeto.
Sus fotografías logran de alguna manera, encontrar la belleza en los momentos más simples y menos anticipados que, más que capturar en ellas lo cotidiano (que sí lo hace), en torno a ellas hay un trabajo de reflexión que busca retratar de manera franca y despreocupada, su visión acerca de la vida contemporánea.
Lina se enfoca en momentos, cuerpos y sus fragmentos, experimentando especialmente con luces y sombras y cómo interactúan con ellos.
Lina nos recuerda el deleite de lo cotidiano y que la belleza se encuentra en uno mismo y en los pequeños detalles de la vida, aquellos que nos sorprenden en los momentos menos esperados, pero que gracias a ellos todo vale la pena. Si te ha gustado su trabajo, puedes conocer más de ella en este enlace.
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