Aunque lo nieguen, a todas ellas le gustaba que las sometiera con la fuerza de mis dos brazos. Inmóviles y tendidas sobre mi cama gritaban para que dejara de ejercer presión sobre su espalda. No tardaban mucho en comenzar a reír cuando, aún sintiendo mi fuerza sobre sus hombros, pasaba mi lengua alrededor de su cuello y a la orilla de sus oídos. Sin que se dieran cuenta nuestro juego comenzaba, ellas sólo escuchaban cuando mis esposas se habían cerrado sujetando sus muñecas. Se detenían unos segundos para voltearme a ver con ojos atónitos y antes de que de su boca saliera alguna palabra, yo ya estaba dentro de ellas.
*Ilustraciones sarcásticas e irónicas para burlarte del mundo
Es curioso como todas trataban de ocultarme cuánto disfrutaban que las utilizara sólo como un cuerpo que me brindaba placer. Aún sin palabras románticas, caricias tiernas o besos suaves ellas alcanzaban a perderse en el éxtasis que brotaba del movimiento de sus caderas chocando contra mis muslos. Cada poro de su piel se mojaba a los pocos minutos de comenzar, mientras más las estrujaba contra mi pecho parecían sentirme más adentro. Su energía se despertaba cada vez que las tomaba de la cintura sin cuidado y con mucha brusquedad. Al ritmo de mis brazos las hacía saltar sobre mí hasta que se entrecortara su respiración.
Algunas veces nuestro juego incluía otras participantes. Al principio todas se mostraban renuentes ante mi propuesta, después de entender que el placer sería el doble me era casi imposible separarlas. Los tres rodábamos sobre la cama; de pie, hincados sobre la alfombra o sentados sobre los muebles del cuarto nos deshacíamos en orgasmos y saliva. La diversión crecía cuando alguna decidía someter a la otra; una víctima y dos domadores éramos los que nos perdíamos en la excitación del dolor y el sometimiento. Detenernos era la parte más complicada, pues aún después de que yo terminara sobre el abdomen de una de ellas , verlas desnudas, con la piel enrojecida y la respiración agitada me incitaba a comenzar de nuevo.
*Ilustraciones provocativas en las que el placer es lo que menos importa
Nosotros nunca planeamos lo que haríamos después de que les arrancara la ropa, cada una de las cosas que sucedieron en mi habitación fueron parte de la espontaneidad con la que cualquier mujer actuaría durante la mayor excitación. No recuerdo haberlas besado mucho, pues sólo me acercaba a sus labios para morderlas. Lo que sí recuerdo con es mi imagen frente al espejo. A todas les encantaba que mientras las tomaba del cuello con mi mano derecha y con los dedos de mi mano izquierda estimulaba su clítoris, nos reflejáramos frente a un espejo vertical en el que ambos veíamos el rebotar de sus senos.
Todas creen que la sensualidad de un cabello largo está relacionada con su apariencia. La realidad es que lo único que nosotros encontramos en él es otra forma de someterlas para alcanzar el placer. Jamás he podido venirme sin tomar del cabello a una mujer para tirar de él. Es casi imposible que ellas dejen de gritar con los ojos en blanco mientras sienten que mi mano se enreda con su cabellera para llevarlas hacia mí. Mientras yo entro y salgo de su cuerpo su rostro se frota contra el mío buscando mi lengua. Y cuando las veo alcanzar el orgasmo muerdo sus labios para no dejarlas gritar. Pues el sometimiento es lo único que las hace sentir tan complacidas como para nunca querer que yo salga de ellas.
Las mujeres que disfrutan ser sometidas a través del sexo y el dolor no son sólo algunas. Cualquiera a la que yo me llevara a la cama terminaba por transformarse en lo que yo quisiera después de sentir que el cuero de una correa acariciaba su piel o que el sonido de las argollas golpeando la madera de mi cama retumbaba en las cuatro paredes. Mientras más oscura fuera la noche más fácilmente se entregaban a mí, al placer y al dolor. Cuando aún tenían miedo de sentir yo mojaba mi dedo índice en sus bocas para hacerlas sentir conectadas conmigo, y una vez que conseguían olvidarse de todo, la tortura con la que ambos llegábamos al éxtasis se apoderaba de nosotros.
Pachu M. Torres es el ilustrador de esta serie erótica en la que el placer y el dolor se vuelven la misma cosa. La mujer sometida, en este caso, es la protagonista de cada ilustración lasciva con la que el artista logra adentrarnos en un viaje de tortura, poder y satisfacción. A pesar del polémico trabajo del autor, Torres ha realizado diversos trabajos para la Xunta de Galicia, la Universidad de Santiago de Compostela (USC) y la Federación de Libreros de Galicia. Actualmente se encuentra preparando varias exposiciones en la ciudad de Santiago de Compostela y su primer cómic será publicado próximamente
Si quieres tener sueños húmedos y aterradores conoce las provocativas ilustraciones de un artista demente. Después piérdete en los placeres culpables de algunas ilustraciones sexuales minimalistas.Instagram Pachu Torres Art