Todo humano es una dualidad. Contamos con luz y oscuridad en nuestras entrañas. Compartimos nuestras victorias con el exterior para rectificar nuestro correcto lugar en el mundo. ¿Pero qué pasa con aquello que escondemos, esos sentimientos que nacieron de un momento trágico o traumático?
Hay personas que van albergando en su alma cada sentimiento negativo que obtiene de la vida. Sin darse cuenta, poco a poco van construyéndose una prisión de dolor y desesperación, transformándose en un lobo estepario que agoniza en su profunda soledad, sin entender que lo único que provocan es caminar directo al vacío, del cual no podrán salir jamás.
Este fue el caso del ciudadano noruego Anders Behring Breivik. Un ser que sufrió duros golpes de la vida desde temprana edad. Su madre, una mujer maníaca depresiva, estuvo apunto de abandonarlo en un orfanato. Fue víctima de constantes burlas y abusos en la escuela, lo que provocó que sufriera de trastornos psicológicos y desórdenes de personalidad.
Tal vez si se hubiera dado la oportunidad de tratarse de la manera adecuada, de reconocer que fue tragado por las sombras, la masacre de Oslo, del 22 de julio de 2011, no hubiera ocurrido.
El tema de los asesinos seriales es muy contradictorio. Se cree que sus actos se deben a un desequilibrio mental que los orilla a una inconsciencia de la realidad y por ello son llamados psicópatas. Estas personas tienden a violar las normas sociales debido a que nunca lograron adecuarse a la sociedad, porque ellos mismos creen, que la sociedad no los entendió.
Su estilo de vida se califica como “socialmente desviado”, en el sentido de que sus actos son impulsivos e irresponsables. Aunque se pensara que los psicópatas van a vivir en un ambiente de robos y agresión, sólo un bajo porcentaje de ellos lo hace. En cambio, ellos viven cautivos dentro de una mente que no distingue sobre los límites, e incapaces de comprender al mundo, son una bomba de tiempo que detonará en cualquier momento.
Anders es el autor de la masacre más grande que sufrió Noruega desde la Segunda Guerra Mundial, pues asesinó a 77 personas e hirió a centenares más. Este acto impactó a toda Europa ya que nunca se pensó que uno de los países con mayor desarrollo cultura e intelectual pudiera albergar a uno de los más temibles seres que ha visto el siglo XXI.
Pero por más desarrollo intelectual y monetario que tenga un país, siempre existirán factores personales en los habitantes que harán romper con un equilibrio estructural. En este caso, Behring sufría de una patología narcisista.
Se desconoce la causa angular de este trastorno. Se piensa que las experiencias tempranas en la vida, como una crianza particularmente insensible, favorecen el desarrollo de este problema. Algunos de los síntomas que se han identificado son que el sujeto puede reaccionar a la crítica con sentimientos de rabia, vergüenza o humillación, que requiera la admiración constante y tener sentimientos excesivos de egocentrismo.
La policía cree que Breivik planeó su matanza con antelación durante varios años. Hay informes de que en 2009, viajó a Praga con el fin de comprar armas en el mercado negro. Dos años después viajó a una pequeña población rural de Oslo y comenzó un negocio agrícola. Tiempo después de la matanza se dedujo que la bomba que explotó en en la capital de Noruega estaba hecha de una mezcla de combustible y fertilizantes.
A partir de este atentado, psiquiatras y criminólogos en conjunto han tratado de entender la mente de este personaje. Se descubrió que el agresor, llamado el lobo solitario suicida o el asesino mártir, sufrió desaires y angustias durante la secundaria, lo que lo hizo odiar a un mundo aparentemente hostil para él. Anders Breivikes es el ejemplo perfecto a lo que el escritor alemán Hans Magnus llamó una vez “el perdedor radical”; el ser fantasioso y enojado que quiere arrastrar al mundo a su destrucción.
Se descubrió que detrás de esos diminutos ojos, los cuales se pierden en la inmensidad de una ancha y sudorosa cara, se encontraban todas las patologías de un ser narcisista y solitario, creado por los malos tratos de una madre depresiva y autodestructiva, así como de una constante humillación social que vivió en su infancia. Estos fracasos desarrollaron en Breivik complejos de grandeza distorsionada e hicieron del homicidio la única herramienta para sobresalir.
Con todos los sentimientos que experimentó a lo largo de su vida, Anders Breivik no tiene justificación ni perdón para la bomba que detonó en el centro de Oslo el 22 de julio de 2011 para minutos después trasladarse a la pequeña isla de Utoya, donde desató un salvaje tiroteo a un campamento juvenil.
https://www.youtube.com/watch?v=KpPdM3wpFGM
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Referencia:
The Guardian