Hace unos días, Jessica Jin, una estudiante de la Universidad de Texas causó controversia en los medios de comunicación, cuando decidió crear Campus (DILDO) Carry, una campaña que protesta contra la nueva propuesta de ley impulsada por el gobernador republicano Gregg Abbott que permitirá a los estudiantes de dicho campus portar armas en las instalaciones. Los detractores de la norma comenzaron a enfrentarse a esa medida de una forma muy peculiar: cargando en sus mochilas un montón de dildos.
El gobernador básicamente argumenta que su idea es funcional porque un buen chico con una pistola podría interferir para frenar un atentado, aunque es más lógico pensar que de esa manera sería más fácil que una tragedia sucediera, y de manera masiva o, en el “mejor de los casos”, que todos vivieran en estado de paranoia pensando que en cualquier momento se detonará una lluvia de balas.
Por esta razón los alumnos que rechazan la iniciativa de Gregg decidieron contrastar la situación planteando lo siguiente: Si el estado va a permitir la libre portación de armas ¿por qué no pasearse por las aulas cargando en la mochila un dildo? ¿Acaso es más grave el sexo que la violencia? Este pensamiento sobrepasó los límites de la universidad porque dentro de sus reglas se encuentra una llamada de atención por tener un juguete sexual. Entonces, dentro de su lógica moralista, es imperdonable la conducta sexual pero no la muerte de inocentes.
La líder del movimiento reaccionario convocó a sus compañeros por medio de un evento en facebook usando el hashtag #CocksNotGlocks (penes no pistolas). Hasta la fecha cuenta con casi 6 mil personas simpatizantes.
Lo anterior podría parecer descabellado si no se tratara de Estados Unidos, país que se ha caracterizado por protagonizar diversas masacres estudiantiles. Y es que desde 1763, año en el que se tuvo el primer registro de una matanza en un colegio de Estados Unidos, han sucedido cerca de 100 casos similares. Tan sólo en lo que va de 2015 se han registrado 45 tiroteos en un centro educativo: 28 en escuelas y 17 en universidades.
Cuando encendemos el televisor o leemos el periódico y vemos ese tipo de noticias, es inevitable pensar que Estados Unidos es uno de los países más inseguros para estudiar. Siempre que acontece cualquier tipo de asesinato en el que se ve implicada un arma de fuego, comienza el debate sobre la regulación para poseerlas. En 2013, el presidente Obama solicitó por segunda ocasión una nueva legislación que pretendía hacerle frente al problema; sin embargo, su iniciativa fue frenada por el Senado.
Todo parece indicar que la simple idea de modificar la inquebrantable e intocable segunda enmienda a la constitución de Estados Unidos, que establece el derecho de cualquier individuo al uso y transporte de armas tiene más relevancia que el compromiso de luchar contra la violencia armada. Por lo pronto, queda esperar la resolución final a la ley, la que se dará el 1 de agosto del próximo año; curiosamente, cinco décadas después del histórico tiroteo (el tercero más mortífero en E.U) que ocurrió en la misma universidad que hoy causa polémica.