El descubrimiento del cuerpo humano ha sido un tema prioritario en la historia del arte. A pesar de que el erotismo, la aceptación de los caracteres sexuales y la desnudez comprendida como un estado natural se mantuvieron como temas relegados en distintas épocas y sociedades, es posible rastrear la carnalidad desde el periodo antiguo, incluso en representaciones prehistóricas donde el físico refiere a conexiones místicas con una deidad suprema o con la naturaleza. Tal es el caso de la representación de Venus, una mujer típicamente voluptuosa, con caderas anchas y que simbolizó en las culturas antiguas un vínculo entre la Tierra y la fertilidad femenina.
El avance del conocimiento del cuerpo humano en la tradición escultórica griega fue notable a través de los siglos; sin embargo, después de la caída de Roma y el ascenso del cristianismo, el dominio de la técnica desapareció y los cuerpos volvieron a interpretarse por medio de Dios y temas bíblicos. No fue hasta el Renacimiento cuando el antropocentrismo ocupó el sitio prioritario dentro del pensamiento humano, influyendo profundamente en las artes. Los estudios anatómicos florecieron y los huesos, músculos, tendones y articulaciones fueron causa de asombro e inspiración entre los artistas de la época. A partir de entonces, las representaciones del cuerpo humano desnudo experimentaron más allá de los temas marianos y bíblicos para entrar en lo profano, como la prostitución, el erotismo y la sensualidad de ambos sexos. Estos son los mejores desnudos en la historia del arte:
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“Venus de Urbino” (1538) – Tiziano
No hay composición artística de una mujer desnuda que se compare a la que Tiziano pintó por encargo del hijo de Urbino, Guidobaldo II della Rovere, en 1538. La fémina posa con la misma naturalidad de alguien profundamente entregado al erotismo. En su mano derecha tiene un ramo de flores, mientras su mano izquierda posa inadvertida cerca de su pubis. La mirada evoca sensualidad pura y advierte de una naturaleza plena, de unos deseos y el encanto propio de la mujer.
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“Dibujo academia de hombre, llamado Patroclo” (1780) – Louis David Jacques
La obra maestra de Jacques muestra a un pintor en busca de su estilo definitivo. Inspirado profundamente por Caravaggio, el francés juega con un conjunto de luces y sombras sobre las que se cierne la figura de Patroclo, un héroe de la Guerra de Troya descrito por Homero en la Ilíada. El contraste entre el paño rojo que tiene debajo aumenta aún más el dramatismo de la pintura, mientras que el cabello muestra el movimiento de un hombre que yace derrotado.
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“La Maja desnuda” (1797-1800) – Goya
Es una de las primeras obras que incluye un desnudo femenino real que no se debe a temas mitológicos ni religiosos, sino al detalle de una mujer real, conocida como La Gitana, quien se cree pudo haber sido la Duquesa de Alba. La corporalidad de la modelo abarca cada espacio de la obra, que ante sí muestra a una mujer convencida de su sensualidad. Las extremidades superiores se levantan y doblan sobre su cabeza, mientras que las piernas se mantienen inmóviles y crean un punto de fuga en el Monte de Venus. La actitud lleva a pensar que se trata de una mujer desinhibida, que disfruta de lo que está haciendo.
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“El amor victorioso” (1601) – Caravaggio
Uno de los desnudos frontales más inquietantes de la historia es la escena que plasmó Caravaggio con un cupido desnudo, sonriendo despreocupadamente, un tanto cínico pues a sus pies están arrumbados instrumentos musicales, una armadura y una corona de laureles en representación al rechazo de la sociedad moderna. Algunos historiadores y especialistas afirman que se trata de una obra que simboliza el triunfo del deseo y su potencia destructiva sobre la moral y los valores que rigieron a la sociedad europea.
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“El sueño” (1866) – Courbet
Courbet presenta a dos mujeres de carne y hueso en una de las primeras escenas lésbicas explícitas en la historia del arte. Se trata de dos amantes que duermen plácidamente después de caer rendidas ante el deseo. Sus accesorios, como el collar y las peinetas, dan testimonio de lo anterior, rotos y distribuidos sobre la cama. La sensualidad del entorno se completa sobre el fondo de seda azul, mientras que los objetos personales en los muebles completan la intimidad de la escena.
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“El David” (1504) – Miguel Ángel
La escultura megalítica de Miguel Ángel es uno de los puntos más altos en este tipo de construcción artística. Basada en el personaje bíblico que vence a Goliat, a diferencia de las representaciones anteriores, el David del florentino aparece en solitario, listo para librar la feroz batalla. Sus músculos yacen tensos y el flujo de sangre es visible en las venas del pecho y los brazos. La mirada es penetrante y expresa el momento previo al combate.
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“Olympia” (1863) – Manet
La “Olympia” de Manet rinde tributo a las obras revisadas de Goya, Velázquez y Tiziano; sin embargo, en esta ocasión se trata de una actitud que sin dejar de ser profundamente sugerente, mantiene poder sobre el espectador. La obra se expuso por primera ocasión en 1865 en el Salón de París, causando una enorme controversia para una época en la que el desnudo solamente era bien visto en los temas mitológicos. Olympia, presumiblemente la pintora y prostituta Victorine Meurent, mantiene elementos con connotaciones fetichistas, como la orquídea que lleva en el cabello, el je-ne-baise-plus atado al cuello y la zapatilla en el pie izquierdo.
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“La Venus del espejo” (1647-51) – Velázquez
Este sugerente desnudo fue algo insólito en su tiempo, en el seno de una sociedad europea conservadora y en plena Inquisición, el desnudo sin fines religiosos estaba estrictamente prohibido. Velázquez pintó a una enigmática mujer desnuda sobre paños azules y blancos, que hacen un contraste aún mayor con su figura. La pelirroja es captada sorpresivamente por el pintor mientras contempla su figura a través de un espejo que detiene Cupido. La obra fue atacada a puñaladas a inicios del siglo XX por una feminista, pero no sufrió mayor daño.
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“La creación de Adán” (1511) — Miguel Ángel
Una de las obras maestras de Miguel Ángel forma parte de los frescos de la Capilla Sixtina y representa el episodio del Génesis, en el momento de la creación según la tradición católica del primer hombre en la Tierra. Adán yace sentado y recargado hacia atrás en su codo derecho, mientras con su brazo izquierdo extendido está por tocar el dedo de su creador. La figura bajo los ideales clásicos de Adán es la más perfecta que jamás se ha plasmado en un desnudo masculino.
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“La gran odalisca” (1814) – Dominique Ingres
Uno de los desnudos más provocativos en la historia del arte corre a cargo de Ingres. La mujer posa casi de espaldas, mientras el lado derecho de su cuerpo voltea sutilmente la mirada al espectador. En las sombra se encuentra la otra mitad de su cara, mientras que su pie izquierdo se desliza con delicadeza por encima del derecho. El movimiento es natural y tiene como fin la mirada de complicidad que atestigua la belleza femenina. Está compuesta por elementos orientales, como el turbante y las brillantes telas, que completan una atmósfera de erotismo puro.
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A partir de la llegada de las vanguardias en el siglo XX, el desnudo en el arte tomó otra dimensión en nombres como Klimt, Schiele, Picasso y Tolouse-Lautrec; todos aficionados a los cuerpos al natural y sin pudor alguno que plasmaron su realidad a través de grandes obras. Si quieres conocer más, mira estas obras de arte que despiertan el erotismo. ¿Cómo representaron el erotismo los grandes maestros? Descúbrelo en El erotismo visto a través de grandes artistas.