Seguía temblando cuando me quité las sábanas del rostro, acaricié mis mejillas como lo solías hacer… Salieron, nuevamente, lágrimas.
Mi almohada seguía húmeda y al ver mi cama parecía que una guerra de sueños había ocurrido aquí.
Había papeles por doquier y se escuchaba muy bajita la canción que venía de mis audífonos, ayer me quedé dormida en medio de esas letras que hablaban de mi historia o, más bien, de aquel cuento que ya terminó.
Al verme al espejo parecía como si no hubiese dormido en varios días, así que me disfracé un poco para poder disimular.
Remarqué mis labios con tu sabor… un motivo más para arruinar el maquillaje, pero lo pude controlar, me puse los anteojos y decidí ir a vivir un día más.
Todo me recuerda aquella sonrisa pícara que me hipnotizó aquella tarde cuando nos volvimos confidentes, aún tengo impregnado tu perfume y guardo esa chamarra que olvidaste, estoy tan perdida en mis memorias que por las noches la abrazo pensando en ti.
Y pensar que hasta buscabas a alguien que me hiciera feliz… ¿quién te dio esa tarea?, es humillante escuchar esas palabras de tu boca, sé que el camino correcto es odiarte, pero verte a diario me daña en lo profundo, es inevitable.
Deseo tanto que este dolor termine y tener el valor de arrancarte de mi ser, pues pareces sonreír tan natural, justo ahora decido salir y cuando voy caminando, es inevitable recordar tus manos heladas jugueteando con las mías, las horas perdidas abrazados sentados en el piso mientras disfrutábamos el paisaje, diciendo cosas que sólo tú y yo entendíamos.
Y es como un fuerte golpe que me aturde hasta dejarme inconsciente, la música elimina las voces de cualquier persona a mi al rededor y camino sin rumbo… ahí estás, carcajeando con tu nuevo amor, mientras yo con el enorme hueco en el estómago, preguntándome por qué no podrías respetar un poco mi dolor, al menos unos días.
Pienso que si me detengo y regreso sería como permitirme derrumbar mi coraza frente a ti, así que decido enfrentar el sufrimiento de frente… justo cuando levantas la mirada ves una lágrima caer; No lo logré.
Tal vez debería dejar de jugar a ser valiente y comenzar a cerrar este ciclo, amarme tanto como dejé de hacerlo cuando llegaste a mi vida. Me siento tan frágil, tan débil. Terminó otro día y yo con tantas dudas estremeciendo mi alma.
Hoy desperté diferente, analizando la situación: Podría culparte por siempre, pensar que eres de lo peor, que arruinaste mi primer amor; sin embargo, yo sabía perfectamente que me romperías el corazón, entonces la culpa ya no es tuya.
Se terminaron las dudas.
Las imágenes que ilustran este poema pertenecen a la fotógrafa Lovenenoso.