El tabú del incesto nos ha acompañado a lo largo de nuestra historia. Sigmund Freud escribió acerca de él; en su obra Tótem y tabú busca una explicación que responda por qué ciertas tribus antiguas y primitivas desarrollan un temor supersticioso al incesto. Según Freud, es tremendamente normal tener sentimientos de apego a la madre o al padre, sin embargo, debido a la sociedad, reprimimos nuestras emociones primitivas y experimentamos culpa que se refleja en el temor a lo extraño y por lo tanto, calificamos de negativo el sentimiento.
Sin embargo, aunque Freud aseguró que el tabú sólo se basa en supersticiones humanas que buscan reprimir los extraños sentimientos que creemos tener, en realidad, se han hecho declaraciones que aseguran que el incesto nos hace tener hijos con deformaciones físicas, por lo que en muchas partes del mundo, es castigado por la ley.
El incesto es calificado como pecaminoso sólo en la sociedad contemporánea, sin embargo, el tabú del incesto, es una creencia universal extendida como una de las piedras angulares de la moralidad Judeo-Cristiana. En el incesto, no se conoce la base filosófica o científica para que las leyes canónicas justifiquen su prohibición; en varias civilizaciones de la antigüedad, como en la egipcia y la inca, no solamente se toleraba la unión reproductiva entre hermanos, sino que era obligatoria con el fin de asegurar la continuidad de la dinastía real. Aun en la actualidad, el concepto de incesto en el ámbito religioso, civil y social no concuerda con los más elementales principios de la herencia biológica.
El incesto puede o no causar deformaciones en los descendientes. Para poder entender los problemas que de ello se derivan, es importante considerar que todo ser humano está formado por trillones de células, cada una compuesta por 46 cromosomas. El incremento de riesgo para que un niño nazca deforme se presenta cuando los padres emparentados son portadores del mismo gen que produce enfermedades. El problema aumenta con los genes recesivos, que no afectan a los sujetos que portan una sola copia, pero que pueden producir una enfermedad en la persona que hereda dos copias de ese gen, una de cada padre. En otras palabras, cuando dos portadores de un gen recesivo tienen un hijo, el descendiente tiene una posibilidad entre cuatro de heredar dos copias de dicho gen; si esto sucede, aparecerá la enfermedad.
En la hipótesis de la familiaridad, se asegura que el incesto se debe a la relación que tienen ambos sujetos desde la infancia y cómo conviven de una manera más íntima en sus familias. Tal como lo asegura Freud, la posibilidad de que esto ocurra es grande si se considera que los niños nacen con un apego innato a su madre o padre y experimentan, en muchas ocasiones, el complejo de Edipo o Electra, en el que se enamoran de sus padres y, aunque no les sacan los ojos y los matan como en la mitología, sí viven desconfianza a causa de que es el otro quien recibe más atención.
Además, un beneficio de no experimentar relaciones incestuosas es, como lo asegura Levi Strauss, las recompensas de vínculos extrafamiliares que favorecen al reparto del trabajo comunitario. La madre de una adolescente puede beneficiarse por la llegada al núcleo familiar de una nueva persona dispuesta a trabajar, menos bocas serán alimentadas y la nueva familia podrá expandir los negocios de los que la familia es parte.
De cualquier modo, el incesto es uno de los más extraños y comunes amores en todas las épocas. Además de que conocemos muy de cerca a aquellas personas de las que es posible enamorarnos, la relación de intimidad con ellos es mayor a cualquier otra hasta ese momento. Por lo tanto, si has caído inevitablemente en las redes de algún familiar y estás de acuerdo con lo que ocurre, sólo necesitas hacerte un examen genético que te asegure que no tendrán una descendencia deforme y después, lo único que resta, es dejarse llevar por el amor.
