La sequía no perdona a los kenianos. Avanza rápido y destruye silenciosamente todo lo que encuentra en su camino, incluidas las ilusiones de prosperidad de un país que se ve obligado a subsistir a través de formas impensables.
El panorama es cada vez más desalentador en Kenia. Más de tres millones de personas se ven afectadas por la falta de lluvias y son los ciudadanos de escasos recursos los que más sufren.
La dramática situación del país provoca que las familias prostituyan a sus hijas para que, a cambio de medio dólar, puedan comprar alimento para no morir de hambre. La escapatoria a esta problemática se ve lejana.
En Turkana, al norte de Kenia, niñas de entre 12 y 17 años son prostituidas por sus propias familias, las cuales se trasladan de las zonas rurales a las urbanas para ofrecerlas en clubes nocturnos.
A principios de junio, el Comité Internacional de Rescate (IRC, por sus siglas en inglés) descubrió que en las zonas más afectadas por la sequía, más de 300 niñas se dedican a la prostitución, a la que ven como el único medio para sobrevivir.
Conocido también como “sexo transaccional”, las niñas también toman la opción de tener relaciones sexuales a cambio de comida, pues muchas de ellas tienen hijos o se hacen cargo de sus hermanos más pequeños, a quienes deben proteger de la desnutrición que va en ascenso brutal.
El precio de los alimentos es cinco veces mayor y encontrar una manera para adquirirlo se convirtió en una odisea para millones de kenianos que padecen esta emergencia alimentaria.
“La actual sequía llevó a una escasez de alimentos”, dijo Conor Phillips, director del IRC en Kenia. “Las mujeres y las niñas necesitan apoyo, ahora más que nunca”.
Esta organización busca ayudar tanto a las niñas como a sus familias, pero su labor se dificulta cuando no tienen recursos para financiar sus programas de apoyo dirigidos a la población más vulnerable. En 2016, las empresas que ayudaban económicamente el proyecto de IRC redujeron fondos para los casos de violencia de género, apoyo psicológico y capacitación laboral para mujeres y niñas kenianas.
“El cierre de los programas de IRC es una tragedia para una población extremadamente vulnerable”, subrayó Phillips. “Se debe restablecer la financiación para ayudar a las niñas a salir de la explotación sexual y tener una forma más segura de alimentarse”.
La crisis alimentaria que vive Kenia debido a la sequía es histórica en África Oriental. En Somalia, Sudán del Sur, Kenia, Etiopía y el noreste de Nigeria 22.9 millones de personas sufren de inseguridad alimentaria. En Kenia existen 37 mil mujeres embarazadas y hay más de 340 mil niños menores de cinco años que sufren desnutrición aguda.
La Cruz Roja puso en marcha una operación que llegará a más de un millón de personas, la cual requiere 25 millones de dólares. Apoyó también a 20 mil pastores con la compra de ganado para que las familias dejen de prostituir a sus niñas a cambio de alimento.
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