Una mirada conservadora hace de cualquier inserción de un desnudo en una obra un llamado de atención, un desvío, una ofensa, algo extraño. El desnudo pertenece a lo íntimo, a lo erótico, pero nunca a lo cotidiano (irónicamente). En el caso de la obra de Paul Delvaux (1897-1994) el desnudo está asociado a la muerte, a universos siniestros, surreales. Mundos paralelos de los que no somos parte y nos sentimos ajenos.
Visita nocturna, 1938
Delvaux fue uno de los principales representantes del surrealismo en Bélgica, quien inspirado tanto por la obra de René Magritte como Giorgio e Chirico (palpable en la arquitectura de las obras), quiso romper con la lógica de la razón para poder llegar a mundos oníricos con habitantes aislados, mujeres solitarias y estáticas, que se antojan frías, vacías, misteriosas. El trasfondo erótico resulta frío, excluyente.Lo que le atraía a Delvaux del surrealismo fue el misterio y la poesía. Poder crear mundos en los que se fundieran los sueños con la realidad. Se dice que tuvo una relación difícil con las mujeres, por lo que las mujeres bellas y enigmáticas que representa a lo largo de sus obras juegan el rol de “amor platónico” mientras se rodean de esqueletos. También, las escenas lésbicas recurrentes en su obra han sido resueltas por expertos como la representación visual de la decepción que vivió el artista con respecto a las relaciones heterosexuales.
La muerte, siempre presente, hace de estas obras un memento mori, las vuelve vanitas. Es el constante, la recurrencia a la par de la figura femenina. Es alegoría a la vida, a cómo lo bello tiene fecha de caducidad, así como la vida. Estas obras ejemplifican su particular lamento.
La ciudad dormida, 1938
En La ciudad dormida, podemos ver la influencia De Chirico por el escenario clásico mientras un grupo de mujeres pasean casi sonámbulas, al tiempo que un hombre, él sí vestido, las observa dándole un toque lúgubre que se repite a lo largo de sus obras.
El pintor, dijo sobre De Chirico: “Con él me di cuenta de que era posible, el clima que tenía que desarrollarse, el clima de calles silenciosas con sombras de personas que no pueden verse, nunca me he preguntado si es surrealista o no”.
Noche de paz, 1962
Siempre el hombre es un espectador pasivo dentro de la obra, como si estuviera estudiando a un ser desconocido, a un animal en su hábitat, algo a lo que le teme pero le intriga. Aun así, prefiere dejar espacio entre estos cuerpos desnudos y el suyo.
Venus dormida, 1944
El Museo Spitzner, 1943
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Fuente:
Preckler, Ana Maria. Historia del Arte Universal de los siglos XIX y XX.
Editorial Complutense: Madrid, 2003