¿Qué es la piel y qué se guarda en ella? ¿Cómo sabemos realmente en cuál de sus formas y tonalidades se guardan aspectos determinados del deseo, la excitación y la pasión? Parece que la decisión arbitraria, la respuesta sin sentido gobierna el resultado para estas cuestiones. Sólo que no es tan fortuito. Quizá nos hemos acostumbrado tanto a ver el cuerpo humano como un cúmulo de placer o herramientas dispuestas para la libido, que la constitución sensorial y erógena de la anatomía es lo único que logra impactarnos definitivamente en su figura. Error grave por supuesto, pero en todo caso, fáctico. Real. Nuestra mala percepción al respecto sólo evidencia la incapacidad intelectual que gobierna al animal que llevamos dentro y la sobreexplotación reflexiva de algo que no podemos controlar; pudiendo fijarnos con mayor ardor en la evolución biológica de las manos humanas, la mirada y gesticulación completamente personales, seguimos exaltándonos con las partes más primitivas de la carne. ¿No son acaso de superior lascivia los dedos, los ojos o las sonrisas? Probablemente. Pero no siempre se presentan con la brutalidad salvaje de un genital o un pezón, por ejemplo.
Cuando en 2015 se inició el movimiento #FreeTheNipple en redes sociales, como una urgencia de la sociedad digital por llevar el cuerpo humano a todo campo de la visibilidad, la extrañeza cómplice y el descontento en diversas direcciones ocuparon los puntos que sostuvieron la cuerda de la representación. El origen: los términos de censura que han gobernado aldeas como Facebook e Instagram. La petición era que cualquier pecho humano, de hombre o mujer, fuese tratado con la misma rigurosidad: la de libertad demostrativa. No obstante, la batalla fue perdida y el camino sigue labrándose.
Protestar en contra de la inherente sexualización del pezón femenino tiene objetivos útiles en el mundo palpable, como el de lactancia pública o la alternativa de tránsito al natural en climas altos y fines intelectuales como demostrar que un trozo de cuerpo varía de sentido sólo en los contextos o intenciones que le atraviesen periódicamente. A esto, se le sumaron burlas y desafíos como armas de acción en el imaginario compartido. La iniciativa de recortar pezones masculinos para hacer “aceptables” los senos de una mujer fue la predilecta.
A esto se sumaron intervenciones de artistas que satirizaban y enmarcaban la mente conservadora del espectador posmoderno. Manipulaciones que jugaron con la mente para causar el mismo efecto de un desnudo completo, al mismo tiempo que efectuaban activismo y reincidían en la censura que atacaban, fue el día a día en dicha convocatoria. Caso similar, con la excepción de que el cubrimiento fue tomado como motivo central para su trabajo, la fotografía de Clotilde Petrosino tiempo más tarde recurrió a las fantasmagorías de la sexualidad.
La producción de esta artista italiana varía y se transforma de serie en serie, pero justamente aquella titulada “Like me! I am censured” es la crítica perfecta para esa supuesta necesidad de cubrirse para ser aceptado el desnudo público de la mujer. Obviamos la fragilidad de tal suposición pues, gracias al vestigio del pasado, es más que evidente la transitoriedad endeble del pezón.
Recordemos que en la primera parte de los años 30 ni hombres ni mujeres tenían permitido lucir su torso desnudo a la vista de los demás. Era considerado exhibicionista e inmoral que una persona publicara su cuerpo de dicha forma. Y, aunque suene increíble, esa misma lucha por aceptar a un humano tal cual es inició con la irreverencia, el desparpajo y la osadía del hombre; salvavidas y bañistas en EUA tuvieron que imponerse más de lo que pensamos para dejar atrás esas ajustadas camisolas, mostrar con seguridad sus pezones. El topless masculino a fuerza de transgresiones se alcanzó con mediano y progresivo éxito. No debemos olvidar que en un principio éste seguía siendo motivo de arresto si se advertía al (no) portador lo suficientemente homosexual o afeminado como para insultar a la gente. Pero ésa es otra historia.
Lo que queda de manifiesto con esta anécdota es que, como cualquier atributo o “indecencia” del cuerpo, nuestra perspectiva se puede moldear. Con el arte de Petrosino nos podemos ayudar para hacer aún más claro que la desexualización de un órgano, de un accesorio anatómico, es factible en la percepción global. No sin olvidar que esto sólo se logrará cuando el pezón femenino deje de ser condicionado por la heterosexualidad del mundo como un objeto orgánico de anhelo, deseo y ocultamiento hasta que el coito sea inminente.
Clotilde Petrosino echa mano de este background histórico y social para denotar que la corporalidad en la mujer se ha mantenido intrigante, tentadora y llena de cautividad, exactamente por el aura de misterio que se le ha impuesto. Por la exagerada erotización que se le ha depositado en juegos de encubrimiento y descubrimiento a la piel. Casos similares –de lo que se muestra y lo que se esconde– los puedes ver también en algunas Fotos que te harán dudar de todo lo que creías sobre la sexualidad femenina y El proyecto fotográfico que te hará sentir incómodo porque habla de la sexualidad masculina.
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Todas las fotografías son de Clotilde Petrosino y puedes ver más de su trabajo accediendo al sitio oficial de su producción.