El beso tiene atributos culturales y científicos que definen su uso. Si bien es verdad que a través del beso se elevan los niveles de neurotransmisores que refuerzan los lazos entre las parejas, inevitablemente lo percibimos como un acto amoroso y el momento más íntimo entre dos personas. Cuando besamos cerramos los ojos, y aunque existen muchas explicaciones en torno a este acto reflejo, también es verdad que al privarnos de la vista concentramos toda nuestra atención en ese momento, y que al apagar uno de los cinco sentidos, los otros por consecuencia se agudizan.
Besamos a oscuras y a ciegas, despojándonos de todo menos de la persona con quien estamos compartiendo ese momento. Nuestras manos recorren la piel del otro, sintiendo al máximo las texturas y el calor de su cuerpo hasta encontrarnos desnudos y vulnerables. Apagamos la luz y entonces damos rienda suelta a la pasión. Su ausencia nos vuelve invidentes que perciben el mundo a través del cuerpo y exploramos al otro como recorriendo un mapa con las manos. La oscuridad se lleva consigo nuestras inhibiciones y escrúpulos, podemos entregarnos por completo y permitirnos ser, sin aparentar.
El fotógrafo australiano Bill Henson hace una sensual exploración por la oscuridad, retomando los elementos clásicos de la pintura y la literatura. El resultado son imágenes melancólicas y apasionadas que retratan la juventud y la consciencia del cuerpo humano.
“La oscuridad no existe, lo que llamamos oscuridad es la luz que no vemos”.
“En la penumbra nos escabullimos, sin miedo; nos abandonamos a ella y al otro”.
“Para quienes no ansían sino ver, hay luz bastante; mas para quienes tienen opuesta disposición, siempre hay bastante obscuridad”.
“Nuestra existencia no es más que un cortocircuito de luz entre dos eternidades de oscuridad”.
“La oscuridad que conocemos nos fue otorgada como una gracia”.
***
Te puede interesar:
Fotografías que demuestran que tu alma gemela sí existe
Cuando el erotismo se hace un sueño en las fotos de Giuseppe Pamisano