Era el momento en que nombres como Jackson Pollock, Mark Rothko y Willem de Kooning, entre muchos más, rompían las estructuras de la pintura clásica o figurativa, a la par que otros apostaban por un realismo de tintes modernos y existenciales, como el caso de Edward Hopper, pero en el que todos, entre su diversidad de corrientes, consolidaban la identidad del arte moderno de EE:UU. El tinte modernista explotó como un boom imparable en todo el mundo, introdujo en el arte los cambios radicales que atravesaba el siglo XX tanto ideológica como socialmente, pero estos nombres en particular grabarían en sus lienzos la identidad y estética contemporánea norteamericana: Archibald Motley no se quedaría atrás, y con él otros participantes del arte afroamericano de la época.
Quedó también inscrito el arte de una minoría que retomaba su lugar social pero, más allá de eso, reconstruía también su propia identidad y colaboraba en la de las vanguardias de EE.UU. Motley fue uno de los más destacados pintores en capturar la vida afroamericana de los revolucionarios años de la primera mitad del siglo XX con su trabajo. Su nombre pasaría a la lista de los más destacados pintores del “Renacimiento del Harlem” (Harlem Renaissance) o “El nuevo movimiento negro” (The New Negro Movement) como se conocía entonces; corrientes que también fueron fundamentales para el arte contemporáneo del siglo XX, en particular en sus tres primeras décadas.
Si bien Archibald nació en Nueva Orleans, no pasó la mayoría de su vida allí, sino en Chicago. Tampoco vivió en el Harlem cuando realizó la mayor parte de su trabajo, pero los retratos de las nuevas élites negras de su ciudad de residencia reflejaron el boom social, cultural y artístico que fue el Renacimiento del Harlem, el famoso barrio del norte de Nueva York que fue el epicentro del movimiento, y cuya influencia se extendió a otras ciudades de EE.UU.
Una vena había nacido bajo la influencia de la literatura, la pintura y el jazz, la recuperación de la identidad negra y su incorporación e influencia en la vida social después de su historia de esclavitud hasta la emancipación estaba gestándose dentro del marco de la historia contemporánea y comenzaba a dejar huella. La música jugó un papel fundamental en esta nueva identidad; el blues , y en especial el jazz, se convirtieron en el centro del sonido de la época no sólo para la comunidad negra sino para la comunidad americana en general, o al menos aquella que gustaba de una vida cultural rica y diversa. No es casualidad que la exposición del Museo de la Universidad de Duke, en Carolina del Norte, nombrara al pintor como “el modernista de la era del jazz”.
Archibald Motley retrató escenas típicas de esta vida cultural sin dejar de lado la memoria histórica. En su trabajo se pueden identificar dos etapas concretas: la primera vinculada a su formación académica (Motley se graduó del Instituto de Arte de Chicago), que fue clásica; y la contemporánea, que se destacaría por un uso transgresor del color y la forma, siendo este su periodo más famoso.
Es destacable el manejo de ambas técnicas, en particular en obras como los retratos de su abuela (Portrait of My Grandmother, 1922; Mending Socks, 1924), en el que un realismo acentuado, así como un manejo formal en cuanto al color y la luz reflejan su precisión y conocimiento de los parámetros del arte pictórico clásico y, más allá de eso, de su capacidad de atrapar fragmentos representativos de una historia mucho mayor a la de la obra. Su abuela había sido esclava, la sencillez de su personalidad, a través del gesto retratado por Motley en sus cuadros, refleja a la par la vida y el trabajo rural de las generaciones anteriores. Por otro lado, la pulsión vanguardista ya estaba insinuándose en este periodo; también haría algunas incursiones apostando por una pintura con elementos claramente simbolistas, los que se pueden apreciar, sobre todo, en su autorretrato “Self-Portrait (Myself at Work), 1933”.
Sería después de su estancia en París (donde colonias de afroamericanos estaban también participando activamente en las manifestaciones artísticas de la ciudad, en medio de las corrientes más fuertes de la época), y posteriormente su influencia de las vanguardias de México, cuando Archibald expone por completo su lado contemporáneo, y fue esa capacidad de atrapar la memoria histórica de sus antepasados a través del intimismo realista de los retratos de su abuela, la que se vio transformada en un color vivo y trazos mucho más arriesgados en los personajes del Chicago en el que vivía. En muchos se puede apreciar un carácter cubista, y en general un cambio radical en la perspectiva y composición de su obra.
Ahora eran escenas de la vida nocturna, de la interacción interracial (no sólo se aprecian personajes afroamericanos en sus cuadros, sino también latinos y caucásicos), del impacto del jazz en su generación, de comidas, reuniones y diversas prácticas sociales. En resumen, del movimiento cultural y social que muchos grupos afroamericanos vivían en un momento clave de apogeo social y artístico propio. Varios críticos consideran a Motley un pintor que sigue siendo actual en este sentido, pensando que sus obras mantienen un continuo impacto histórico a través de los años.
Pero no sólo él sería el único representante en las artes plásticas del renacimiento del Harlem. Cabe destacar también a Justin Bua, Thomas Hart Benton, Ernie Barnes, entre otros, que se caracterizaban por hacer retrato del boom del new negro con sus propias técnicas experimentales, por ejemplo: el uso de una pintura muy vinculada al estilo del cómic de la época. A su vez, sus representantes en otras disciplinas fueron también fundamentales, como los escritores Claude Mckay, quien sería de los primeros escritores negros publicados por una editorial reconocida; la escritora Jean Toomer, quien experimentaría con la prosa y la poesía para hablar de la vida tanto rural como urbana de las comunidades negras en EE.UU., así como Jessie Fauset, quien realizó la primera novela sobre la vida de la clase media afroamericana desde la perspectiva de una mujer. Por supuesto, no podemos olvidar a Alain Leroy Locke, escritor y filósofo que daría el nombre de “new negro” a este movimiento que consolidó por primera vez la identidad de esta comunidad fuera del margen de la esclavitud en EE.UU., apostando a una resistencia y denuncia social abierta en contra de la segregación racial, a la recuperación y reintroducción de su historia, así como a su participación activa en la vida intelectual y económica del país.
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