De un modo místico, mágico, todo lo que se pone en contacto con el hombre le pertenece en algún grado, generando con esto un cierto estado de solidaridad con todo lo que lo rodea: los rastros que deja el cuerpo en el suelo pertenecen al individuo, su cabello o uñas cortadas siguen siendo de él y hacen su identidad. Se decía, en una mentalidad primitiva, que si alguien se posicionaba de estas huellas, se posicionaba, también, del individuo en persona, de su identidad, esa ley suprema del ser.
Sam Jinks, artista hiperrealista, explora la representación figurativa como un recurso con el que, reduciendo o aumentando la escala de sus modelos según lo requiera, logra imprimir vida a sus creaciones. A través de cabello natural se apropia de la identidad de otros, así dota de personalidad a cada una de sus piezas para crear de inmediato un vínculo con la “realidad”.
El trabajo de Sam sugiere al espectador una sensación de intimidad con el sujeto. Su obra narra breves momentos de “temporadas” en las que los ciclos de la vida y las diferentes etapas de desarrollo crean generaciones de figuras congeladas en el tiempo, con un pasado y un futuro pertenecientes al cabello ajeno.
A través de cada una de sus piezas, el artista explora la identidad del cuerpo humano, poniendo de manifiesto que ésta requiere permanencia en un estado condenado a hacer “frente al tiempo y al espacio que lo deterioran”. Así, ante el constante cambio al que el cuerpo se debe enfrentar en las diferentes etapas de la vida, el artista se cuestiona: ¿Es posible la elaboración de una identidad lejos de los límites del cuerpo?
La función de cada una de sus piezas es generar diferentes identidades de cada una de ellas, pues al desconocer la vida de sus personajes, el observador no puede adjudicarle mas que el tono de cabello o cualquier elemento que conforme a la pieza, la que supone la posibilidad de percibir y descubrir la permanencia del cuerpo para crear la historia de ésta.
Su trabajo es una muestra del artificio entre lo revelado y lo oculto, el vínculo palpable que une presencia y ausencia.
La obra del escultor australiano se presentó en la 55 edición de la Bienal de Venecia; allí, sus personas sustentaron los momentos más breves y a menudo más privados en el tiempo, la exploración de las complejidades y la gama de las emociones humanas.