Tatuarse o no tatuarse, ésa es la cuestión. Antes de sucumbir a la tentación de un tatuaje, el individuo en cuestión se interroga. De pronto, un puñado de cuestionamientos a favor y en contra de su mayor deseo (en ese instante), golpea su decisión primera y entonces vacila, se reprocha y en cuestión de minutos pasa de la ilusión al desencanto igual que un enamorado inexperto en cualquier drama de Shakespeare.
De acuerdo con las estadísticas, las mujeres se arrepienten más que los hombres con respecto a los tatuajes que se dibujan y acuden con el dermatólogo para removerlo. ¿Las causas? Mujeres inconformes con el diseño de un tatuaje con más de diez años de antigüedad o una significación venida a menos. Sin embargo, las mujeres son también quienes más visitan los estudios de tatuaje para admirar los diseños que podrían trasladar a su piel.
Irónicamente, en una cultura regida por la tiranía de lo visual, las mujeres prefieren tatuarse diseños discretos; ocultos de aquellas zonas visibles para el resto de las personas por temor a ser juzgadas, o porque prefieren (sin generalizar) que salte a la viste si portan un vestido u otro tipo de prenda ligera.
No obstante, los rincones están relacionados con los secretos y la perversión se deleita con lo prohibido. Nicolas Rambaud lo sabe, también conocido como Sad-Amish, este artista francés es especialista en el tatuaje a una tinta, conocido como blackwork. Y sus diseños tienen el aspecto de auténticas viudas negras; exquisitas mujeres alejadas de la femme fatale, pero próximas a una deliciosa caída.
Sad-Amish retrata mujeres pasionales. Sinónimos inmóviles de sirenas salidas de un océano de tinta que se interna en la epidermis de quien se acerca tanto a sus diseños, que no logra alcanzar el retorno. Los tatuajes de Amish son metáforas de posibles historias. Mejor aún, son las proyecciones ocultas de ese gesto reprobado por la academia y repudiado por el manual de los buenos modales debido a su alto grado de toxicidad.
Las expresiones son capitales en los diseños femeninos de Amish. Cada una de sus mujeres son el deseo personificado. La dualidad entre delicadeza y agresividad que vuelve hipnóticos a los venenos más dañinos. Líneas perpendiculares que se entrelazan para recrear el exacto movimiento en los labios, la precisa mirada, el desenfrenado instante del desorden hecho una mujer imaginada. No más, no menos.
Nadie conoce el secreto de Sad-Amish para lograr ejecuciones puntuales. Trazos que conjugan un perfecto ajedrez de luces y sombras a contraste con la claridad de quien se atreve a portar sus diseños y al hacerlo, lanzar un mensaje al mundo. Un diálogo acentuado por las líneas y las curvas como si se tratara de un mural minúsculo.
Gráficos, transgresores, orgásmicos o hilarantes, los tatuajes de Sad-Amish capturan la sensualidad en diseños que exploran y celebran el universo escondido en el placer de piel y latidos. Sutiles en los detalles, las escenas tatuadas son un rompecabezas de ángulos y perspectivas desordenados minuciosamente. Bajo esa fórmula, los tatuajes de Amish requieren de una sola advertencia: acérquese a ellos, quien así lo decida, bajo su propio riesgo.
Sigue a Sad-Amish en su perfil de Instagram.