Pensar en un Picasso adolescente podría resultar difícil, en especial cuando no hay tanta información de lo que en verdad disfrutaba plasmar. Si bien siempre fue talentoso, tenía, como cualquier adolescente del mundo, cierta fascinación por el sexo y el erotismo. Así que, no sorprende a nadie que sus primeras grandes obras mostraran mujeres desnudas, cuerpos perfectamente bien trazados o una pareja en pleno enamoramiento. Picasso hacía del erotismo, una obra de arte digna de admirar por horas.
Conforme fue creciendo en cuanto a su formación, adquirió nuevas ideas para plasmar el sexo de manera mucho más relajada y con cierto pudor, que después transformaría en retratos más elaborados y piezas igual de llamativas. Sin embargo, poco se conoce de esa faceta de Picasso, aún con su casi anonimato en el terreno erótico y sexual explícito, fue inspiración para muchos artistas que como él mezclaron dos esferas tan diferentes como el sexo y la religión. Uno de ellos es Aaron Nagel, quien decidió combinar dos ámbitos, en teoría, opuestos, pero que al finalizar el día están más unidos de lo que parece.
California vio nacer a Nagel en 1980. Toda su vida estuvo inmiscuido en el arte, empezando por la música, en la cual se sumergió en los terrenos del ska y punk, tocando la trompeta para una banda llamada Link 80. No obstante, al estar en constante movimiento, le surgió la idea de pintar cuadros por mero interés y aburrimiento. Así, con pequeños dibujos, empezó a ilustrar las portadas de sus discos, camisetas y la página web de la banda. Al descubrir que era bueno, probó suerte con el óleo, hecho que lo destinaría a entregar su vida al arte.
Sin saber qué pintar exactamente, intentó crear un retrato sencillo y nada pretencioso, descubriendo que era mucho mejor de lo que parecía. Su talento lo superaba por mucho, Nagel supo entonces que su vida debía ser dedicada a ello. Con imágenes hiperrealistas y sentimientos profundamente plasmados en cada óleo, el artista hace de cada una de sus obras un nuevo modo de expresión.
Sin embargo, algo le intrigaba: el tema que quería mostrar en las pinturas. De este modo, con el surrealismo figurativo por delante, comenzó a pintar cuerpos estéticamente bellos, situaciones y escenas tan precisas y sensuales como cualquier fotografía de David LaChapelle.
A diferencia de sus contemporáneos, el mejor regalo de Nagel para el arte es el manejo de la luz que hace que las pieles y los cuerpos sean mucho más reales y den la sensación de estar frente a un espejo o una persona normal que tiene, precisamente, deseos tan eróticos como reales.
Para él, la religión nace como un pecado, ya que fue gracias a la desobediencia de dos seres que se dio todo el conflicto. Lo sacro de la religión tiene que ver directamente con la naturalidad del sexo. Madonna dijo alguna vez «me gustan los crucifijos porque hay un hombre desnudo en ellos», lo que indica que no por ser perteneciente a una religión, está exenta de una connotación erótica. Nagel trae al arte contemporáneo la estética clásica de las pinturas religiosas, es decir, aquellas que expresan los sentimientos más bellos, puros y reconfortantes para el alma. Sin embargo, el artista pensaba en la virgen o en Jesús como si fueran dos personas ardientes de pasión, no entre ellos, sino con alguien más.
Al mismo tiempo, el autor pensó en la clase de pinturas que le gustaría observar en un museo y cayó en cuenta de que lo real, lo casi palpable era lo que le hacía estremecer; aquello que, como la religión, podía tener presente sin estar en una iglesia o templo. Así convirtió sus obras en fotografías de gran tamaño que expresan mucho más que sentimientos profundos, son el reflejo de su vida y su interés por ésta, en los cuadros se puede ver una melancolía intensa, un erotismo sumamente potente y el amor por el cuerpo humano que se muestra tal cual es; sin ropa, sin inhibiciones ni pudor.
Para Aaron Nagel, la manera de enfrentar la vida es con las armas que ella misma nos da, éstas se esconden en diversas partes del cuerpo humano y suelen ser mucho más valiosas de las que se encuentran fuera. Para el artista, la manera infalible de combatir a los malos tragos de vida es con el sexo, con la desnudez y la belleza, porque para él, el cuerpo humano en su forma natural, es lo más bello que Dios creó.
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Tener un orgasmo es celestial y estas pinturas lo demuestran al igual que la miseria que despierta el deseo.