El joven pastor Acis se encuentra a orillas del lago para ver de nuevo a su amada Galatea. Ha llegado justo al caer la tarde, después de haber dejado a su rebaño de ovejas guardado y alimentado. Espera ansioso a que la mujer a la que ama aparezca, luciendo su tez pálida y su cuerpo delicioso que tanto adora. Desea besarla, estrecharla entre sus brazos y susurrarle sus sentimientos al oído mientras yacen en la fresca hierba del campo.
Transcurridos unos minutos, del agua emerge la mujer más hermosa que ojos humanos hayan visto. Eso piensa Acis en el momento en que se levanta de la hierba y corre para recibir a la ninfa Galatea, la mujer de sus sueños, la criatura en la que piensa al despertar y la que anhela al irse a descansar. La toma de las caderas y la conduce a una roca cercana para besarla y perderse en la contemplación de su piel. Ella jadea con cada caricia de su amado. Se siente fascinada por su aspecto, su virilidad y por la pasión inmensa que le demuestra. Las ninfas viven del deseo de sus hombres y ella es afortunada por vivir en el corazón de Acis.
A la distancia la pareja es observada, como cada vez que Acis y Galatea están juntos, por una criatura de aspecto horrible. Polifemo es su nombre y de su interior emerge un odio absoluto por Acis, el canalla que tiene entre sus manos al objeto de su deseo, al amor de su vida, la ninfa inalcanzable con la que todas las noches sueña. ¡Es él quien merece estar con ella! Es él quien a diario cuida su barba, peina sus cabellos y perfuma su enorme cuerpo para lucir hermoso frente a los ojos de la ninfa albina. “Pero esto llegará a su fin”, piensa el terrible cíclope. “Nadie podrá quitarme a Galatea”.
La pareja yace desnuda entre la suave y reconfortable hierba nocturna, gozando de su amor y de la hermosa vista de las estrellas en el cielo. Justo cuando Galatea se acerca a besar el rostro de Acis, éste se descompone al ser aplastado por una enorme piedra, ésta tritura cada hueso y pedazo de piel del joven pastor. La sangre mancha el rostro y la piel blanca de Galatea, quien, presa del pánico y el dolor, aúlla en medio de la noche.
Polifemo emerge de las tinieblas mostrando toda su monstruosidad. Su único ojo se posa sobre la ninfa y una sonrisa malévola dibuja sus labios. Se arrodilla frente a la mujer y habla: “Soy yo con quien debes estar. Acis es débil, como lo has podido ver. Te cuidaré, te amaré y te haré sentir la mujer más dichosa del mundo”. Galatea le repudia y le grita maldiciones, llena de histeria y rencor. El cíclope, viendo que jamás podrá tener en su vida el amor de la ninfa, camina en dirección a su cueva y se interna en la oscuridad absoluta de su hogar.
Galatea contempla el cuerpo sin vida de su amado y lo toma entre sus brazos. No puede creer que jamás volverá a rozar sus labios y sentir sus fuertes brazos rodeando su cintura. Las lágrimas que bañan su hermoso rostro comienzan a mezclarse con la sangre que emerge de las heridas de Acis. La magia del amor es grande y capaz de obrar maravillosos milagros. Ambos fluidos son tan abundantes y tan llenos de pena que un río comienza a formarse justo a un lado de los amantes. Así es como nace el río Acis para perpetuar la adoración que se profesaron un pastor y una ninfa.
La triste historia de Acis y Galatea pertenece a la mitología griega y ha servido de inspiración para la realización de diversas pinturas que retratan este acontecimiento. Contempla las obras de grandes artistas que se vieron conmovidos por la pasión de estos personajes y la furia del cíclope Polifemo…
“El amor de Acis y Galatea” (1827) Alexandre Charles Guillemot
Esta obra destaca por retratar la vida pastoril a la que estaba entregada Acis y el profundo deseo que los amantes se profesan uno al otro.
“Acis y Galatea” (1761) Pompeo Batoni
El pintor italiano recrea con gran dramatismo el momento en el que el cíclope arremete en contra del pastor Acis. El rostro lleno de horror de la ninfa es uno de los detalles que roba poderosamente la atención del espectador.
“Acis y Galatea” (1699-1704) Charles de La Fosse
El pintor y retratista francés recrea una escena de profundo horror en el que se observa cómo Polifemo espía a la pareja en lo alto de una colina. Esta obra se exhibe en la actualidad en el Museo del Prado, en Madrid.
“Galatea” (1880) Gustave Moreau
Moreau, pintor simbolista, nos presenta a un Polifemo con tres ojos en completa adoración de la ninfa Galatea. Ella aparece como inalcanzable al monstruo y se acentúa su carácter divino.
“Acis y Galatea” (1833) Antoine Jean Gros
Los rostros de absoluto miedo de la pareja de amantes roban por completo la atención y provocan una sensación de angustia ante la certeza de que Polifemo los ha descubierto. Una gran muestra del enorme talento del pintor francés quien realizó muchas obras inspiradas en el general Napoleón Bonaparte.
“Paisaje con Acis y Galatea” (1657) Claude Lorrain
Los amantes se entregan a su romance mientras el monstruoso Polifemo es testigo a la distancia, escondido entre la espesura del bosque, lleno de odio y rencor. Lorrain se distinguió por la ejecución de paisajes de enorme belleza.
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Respira, has sobrevivido al odio del monstruoso Polifemo y llegado al final de esta galería. Al cíclope le disgusta cuando los espectadores reviven su tragedia al contemplar las pinturas que muestran a su amada ninfa y al bastardo que la conquistó. Por fortuna, duerme en su guarida, al acecho de otros hombres que se atrevan a conquistar a la hermosa Galatea.
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Fuentes:
The Athenaeum
MirArteMuseo del Prado