“Lo más bello de Tokio es McDonald’s
Lo más bello de Estocolmo es McDonald’s
Lo más bello de Florencia es McDonald’s”.
La filosofía de Andy Warhol
La reminiscencia del arte en nuestros tiempos es la copia de la copia de la copia. El documental RIP: A Remix Manifiesto, establece un discurso que aborda la integridad de los derechos de autor y el uso contemporáneo que se le debe dar (sobre todo en música) a las obras existentes. Parece que en la era del simulacro, la creación original se ha reducido a una mínima parte de la obra, pero hace tiempo la interminable lucha a favor de la creación original quedó atrás. La postmodernidad introdujo explícitamente el hipertexto en la obra y ahora el arte se mueve entre el concepto y el tributo. Muchos términos y vanguardias han dado así paso a lo que muchos entienden como kitsch.
Durante años, el término Kitsch ha rondado el imaginario del arte, considerado como un tipo de arte que gira entorno a una estética característica, ejecutada por cierto tipo de artistas que apunta a un público específico, y eso es verdadero hasta cierto punto. El arte kitsch surge del refinado “arte culto” que se contrapone y eleva (según algunas personas) del “arte popular” o del “arte de pequeñoburgués”, estos últimos en un estrato intermedio entre los otros dos tipos de arte, compuesto por las personas que muchas veces son denominados como “nuevos ricos” y buscan escalar estratos sociales al comprar arte por el hecho de poseerla sin saber qué es lo que adquieren.
El libro Historia de la fealdad, a cargo de Umberto Eco, resume el término de la siguiente manera: “Kitsch es la obra que, para lograr que se justifique su función estimuladora de efectos, se pavonea con los despojos de otras experiencias, y se vende como arte sin reservas”.
Expone un argumento sólido; justificado a parir de ciertas definiciones como la de Clement Greenberg, uno de los críticos de arte más importantes del siglo XX: “…Greenberg ha afirmado que, mientras la vanguardia (entendiéndola en general como el arte en su función de descubrimiento y de invención) imita el acto de imitar, lo kitsch imita el efecto de la imitación: cuando la vanguardia crea una obra artística pone en evidencia los procedimientos que conducen a ella, y los elige como objetivo de su propio discurso, mientras que lo kitsch pone en evidencia las reacciones que la obra ha de provocar, y elige como objetivo de su propia operación la reacción emotiva del consumidor”.
Así es cómo, poco a poco, lo kitsch se deslinda de una técnica y entra más en el ámbito ideal; lo puede hacer un artista consagrado o un artista popular, la estética es una parte, pero la importancia, lo que convierte a una obra de arte en kitsch, es la ética. El arte efímero se vende de tal forma para agradar al público. Herman Broch establece que el kitsch es el arte que no busca un buen trabajo sino uno que sea bello, el arte que muestra el mundo no como es, sino con la belleza que uno quiere que tenga. Bajo esos adeptos, las hermosas composiciones con bellas mujeres que podemos encontrar en las cintas de Wes Anderson podrían, bajo los ojos de Herman, ser arte Kitsch.
Según Broch, la idea de la belleza y kitsch supera al arte pictórico (y cinematográfico), las novelas y la música también tienen sus vástagos kitsch. El ejemplo más evidente se puede observar en la infinidad de Best Sellers que abundan el mercado. No todos entran en la categoría de kitsch, pues autores como Umberto Eco han logrado convertir una compleja historia llena de elementos semióticos que está ambientada en una abadía durante el siglo XIV en un éxito de ventas. Pero este tipo de libros suele contemplar una misma estructura narrativa, un mismo molde de personajes que viven las mismas historias recicladas y en las que, incluso, los finales “inesperados” se convierten en una maquinaria de ventas carente de elementos simbólicos que muestran que la finalidad de la obra no es hacer literatura sino vender. La música por su parte, quizá encuentra en el pop esa carencia de ética sustituida por belleza que muchas veces lo obliga a encasillarse en el término kitsch.
Mucho se ha hablado de las obras de Jeff Koons o David LaChapelle como kitsch, las obras chillonas y brillantes que se encuentran en los mercados y cuyo “mal gusto” lo eleva a una nueva tendencia, las obras de Warhol, quien con maestría llevó el arte a las masas y fácilmente se convirtió en uno de los artistas mejor vendidos y más importantes del siglo XX. Pero el horizonte se puede ampliar, la venta de arte no minimiza a la obra, pero es ver el génesis, su concepción antes que su ejecución o resultado.
La obra muchas veces evidenciará su falta de propuesta, innovación y buscará rescatarse por su belleza y complacencia, pero otras mostrarán algo mucho más profundo, eso que nos es indescriptible pero cautivador, que reta al espectador a encontrar su significado, pero que se complica ante la sensación que la pieza emite. Es ahí donde el arte mantiene su refugio, donde lo kitsch se excluye pues la belleza trasciende a algo más aparte de lo evidente.
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Fuente:
Eco, Umberto. (2011) Historia de la Fealdad. Random House. Barcelona, España.