Texto escrito por Isabel Peláez Vega
Son mujeres, sexagenarias y bellas. Sus generosas curvas, arrugas, celulitis y senos caídos no caben en un canon de belleza que, para la artista que las ha pintado, Aleah Chapin, es ilusorio, fruto de una cultura que propone hoy “imágenes surrealistas, sin defectos”.
El trabajo de Chapin es sólo una expresión más de que todo cambia, o que se trata de un prototipo de belleza que debería comenzar a normalizarse, sin tapujos, sin metáforas, sólo la realidad misma. Que se lo pregunten a las mujeres portentosas de Botticelli, Goya o Botero. ¿Es el fin de la tiranía de la extrema delgadez?
La última serie de pinturas al óleo sobre lienzo de Aleah Chapin, Aunties Project, no es exactamente una protesta contra la belleza ideal, pero sí es una reivindicación de la hermosura del cuerpo a cualquier edad, “en cualquier talla y forma”, asegura la artista americana, cuyo trabajo se ha expuesto en Estados Unidos, Holanda y Alemania.
Las mujeres que posan para ella son amigas de su madre y con las que la pintora ha crecido. Indagar en su infancia ha sido uno de los objetivos de su trabajo, un dardo contra los clichés estéticos que silencian el esplendor de una piel rugosa. “Quería explorar mi historia y de dónde vengo; estas mujeres son amigas de mi madre y yo crecí con ellas, por lo que se trataba de una cuestión muy personal”. Da gusto observar a sus aunties de traseros celulíticos, vientres plisados, vellosidades, manchas y barrigas estriadas.
Suponen la expresión de la perfección imperfecta, un canto a la belleza de carne y hueso sin sesgos, filtros o trampas técnicas a base de Photoshop. Quien las mire puede sentirse identificado.
Muchas mujeres conocen la sensación de no identificarse o sentirse cómodas en la piel de quien, supuestamente, representa el ideal. Por ello es que resulta sobrecogedor ver a las modelos de la artista a gran formato, con esa piel transparente que parece de otro mundo; sin embargo, es más real; a diferencia de esas piernas extremadamente largas y delgadas que apenas pueden soportar el peso de unos tacones.
El paso del tiempo sobre sus cuerpos no salva el peaje de la belleza ideal propuesta por “la industria cultural y la moda”, explica Chapin (Seattle, 1986), premio BP Portrait Award de Londres en 2012; y eso es lo que la artista lamenta más, la invisibilidad a la que la sociedad condena a las mujeres que sobrepasan cierta edad. “Todos tenemos imperfecciones, no podemos considerar reales las imágenes totalmente manipuladas que nos llegan”. Imágenes que, por lo general, no concuerdan con las mujeres que nos rodean. Las que vemos todos los días en el supermercado, en la oficina o en el metro.
En las venus de Chapin podemos ver a las mujeres a quienes admiramos, a nuestras madres, abuelas, tías, amigas o hermanas, incluso a nosotras. Representan, según la artista, “lo que significa estar cómoda con nuestro cuerpo”. Cuando la piel pierde su tersura o la Ley de la Gravedad actúa con más virulencia en algunas partes del cuerpo, reina el ostracismo con el sexo femenino. Excepto para algunas supervivientes —como Kate Moss—, la senectud supone una cláusula de despido más que usual en la industria publicitaria, algo “absurdo”, según Chapin.
Estas pinturas intentan normalizar los defectos en gran formato que todas las mujeres tenemos y es lo que nos hace perfectas. El espectador siente pudor al contemplar a las Aunties desnudas, pero también tranquilidad al comprobar que la imperfección es universal. Aunties Project domina los rincones donde se expone gracias a los grandes formatos que ha utilizado Chapin, quien considera el cuerpo femenino como “una fuente de inspiración” inagotable para el arte. Más de 100 horas ha tardado en pintar los cuadros que pertenecen a este trabajo, hasta que capa tras capa cobran vida y realismo, sobre fondos un tanto oscuros e inquietantes que envuelven a estas bellezas desnudas, cuyo punto en común es la felicidad tangible, desbordante.
La relación que mantiene con ellas, sus “tías”, se nota en esa fuerza íntima, tácita y cómplice que transmiten estas musas maduras cuando el espectador las contempla por primera vez, en una mezcla de pudor —al ser partícipes de su desnudez— y tranquilidad al comprobar que los defectos son demasiado universales, demasiado maravillosos como para esconderse.
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Para conocer la obra de más artistas que plasman la relación que tenemos con el cuerpo, te compartimos las acuarelas que te ayudarán a entender el sexo y la triste realidad en la que vivimos.