“Me encanta el modo en que el capitalismo encuentra espacio incluso para sus enemigos”
Banksy en una entrevista con “The New Yorker”
Banksy, el pintor anticapitalista. Tal vez esta descripción simple sea la forma más adecuada para describir al artista que se convirtió en un héroe para muchos. Ese que acusaba, denunciaba y desprestigiaba a las marcas y el gobierno. Quien con voz fuerte decía al mundo entero que debíamos hacer algo para dejar de considerar posible la sobreexplotación laboral, la mala paga, la guerra en el mundo y las corporaciones poderosas que consumíamos.
Ese Banksy del que hace unos días corría la noticia –como si se tratara de un apocalipsis– de que se había vendido. Su obra, por fin, se exhibiría en un museo, en esas cuatro paredes institucionales que antes ni siquiera eran importantes para él. Una exposición propia que reúne 150 obras bajo el título “Guerra, capitalismo y libertad”.
“Aquél en el que muchos confiamos, es en realidad parte del sistema”.
Hace poco, un grupo científico de la Universidad Queen Mary de Londres aseguró haber descubierto la verdadera identidad del pintor después de años de rastrearla. Como si se tratara de un criminal perseguido por el FBI, unieron cabos, las coordenadas de más de 140 lugares y decidieron que Banksy era en realidad Robin Cunningham, ciudadano inglés que hasta la fecha no aparece como si se tratara de una fachada más de un juego de ajedrez en el que una pieza cae, pero simplemente lo hace para hacerlo más fuerte.
*Para saber más de la historia de la identidad de Banksy, da click aquí.
Pero ¿qué ocurre ahora con uno de los artistas más amados de nuestros días? Si de simulación hablamos, retomando al teórico Jean Baudrillard, tal vez Banksy sea el mejor para hacerlo, porque detrás de una máscara de gas que conocimos en el documental que le hizo Mr. Brainwash en 2010, se esconde un hombre que en realidad significa mucho más de lo que quisiéramos.
Banksy era símbolo de contrasistema y todos lo creíamos al pie de la letra como si se tratara de un postulado. Era el hombre que decidió rebelarse y hacer las cosas de diferente modo, pero ahora nos enfrentamos ante la problemática de que ese símbolo, aquél en el que muchos confiamos, es en realidad parte del sistema.
Dentro –y no por fuera como acostumbraba– de las paredes del museo del centro de Roma, entre las edificaciones más importantes del poder y la moda, como si se tratara de un mal sueño que tal vez el artista desearía borrar, se exhiben más de 150 de sus obras. Un arco de seguridad las rodea pues, evidentemente, se esperan cientos de protestas de artistas urbanos y grafiteros contra el que hace unos días era su líder. Un arte nacido para protestar en los muros de fábricas abandonadas ahora está a la venta y se exhibe en una institución.
Tal como diría el teórico francés Guy Debord, el museo restringe el significado de una obra: “Todos los momentos antiguos del arte pueden ser igualmente admitidos, pues ninguno de ellos padece ya ante la pérdida de sus condiciones de comunicación particulares en la pérdida actual de las condiciones de comunicación en general”. Ese significado que un día perteneció a la obra de Banksy se ha perdido, por más revolucionario y rebelde que hubieran podido ser en determinado momento, ahora ya no son eso.
La niña que ha perdido su globo rojo en forma de corazón mientras al lado está escrito “siempre hay esperanza” o ese manifestante encapuchado que arroja un ramo de flores, están en la exhibición. Ninguno ha sido arrancado de la pared, sino que llegaron de colecciones privadas, pero la esencia de lo que se perdió al ser puestos en los museos, queda.
“Un arte nacido para protestar en los muros de fábricas abandonadas ahora está a la venta y se exhibe en una institución”.
Todo es un misterio, como si hiciera eco a la identidad del artista y ante la pregunta de si Banksy ha participado o está al tanto de la exposición, uno de los comisarios tuvo la cautela de decir “no puedo responder esa pregunta”.
El arte de Banksy se ha transformado en mercancía, por más horrible que suene y tanto como nos cueste aceptarlo. Aquel hombre que un día defendió a muerte la libertad de expresión y que aseguró que el copyright era la tontería más grande de la cultura contemporánea, ha brindado a sus obras un aura bastante fuerte que hace que miles de personas le profesen un amor excesivo. Lo que la sociedad hace o puede hacer, en palabras de Guy Debord, se ha proyectado en las mercancías y sin querer, ese personaje se ha convertido en parte del sistema.
Ya no es un héroe, sino que resguardadas entre el personal de seguridad, sus obras son hermosas pero nunca más transgresoras ni una voz de denuncia. Las excusas son muchas, como la que asegura el galerista londinense Acoris Andina en entrevista con “El País”. La muestra de Roma, dice, se organizó con la condición de que en el título nunca se mencionara a Banksy y así, lograr desposeerla de su carácter comercial.
En la actualidad, Banksy se cotiza sólo después de Damien Hirst y David Hockney. En las subastas, su nombre es capaz de cambiar la percepción del público: su graffiti “Love is in the air” fue vendido en 249 mil dólares, “Space Girl and Bird” en 576 mil dólares y otras tres de sus obras sumaron 304 mil dólares. Hechos con esténcil y enmarcados como una obra cualquiera, sus piezas no son más de protesta, sino un cuadro hecho para un mecenas específico.
El artista anticapitalista está de acuerdo con las prácticas comerciales que se hacen con sus obras. Sus experimentos de arte urbano dejan de serlo al estar enmarcados en soportes de madera, metal o cualquiera que sea el material. Y ese artista, símbolo de tanto que hemos dicho, sólo se convierte en aquél que cambió la técnica y los instrumentos en lugar de ser un revolucionario o un héroe.
Pero Banksy nos ha dejado lecciones importantes que podemos aplicar para la vida. ¿Quieres conocerlas? Da click aquí. Si prefieres conocer a otros artistas urbanos que están haciendo que más gente tome conciencia sobre el cambio climático, puedes visitar este artículo y si lo tuyo es conocer más sobre todo tipo de arte, ve las 47 obras de arte más importantes.
