Charles Avery (1973) es un artista escocés con una propuesta diferente a lo que estamos acostumbrados. Desde el año 2004, ha dedicado su práctica artística a la descripción de una isla imaginaria. A través de esculturas, pintura y textos, el artista describe la composición de esta isla con sede en su mente; a sus habitantes, su topología y cosmología de este territorio ficticio. El proyecto se llama “The Island” (la isla).
En sus exposiciones, el artista hace muestra de sus “descubrimientos”, como si del trabajo de un explorador antropólogo se tratase. Este lugar inexistente está cohabitado por personajes mitológicos, monstruos inexistentes, pero también por seres humanos comunes y corrientes. De la misma manera se pueden encontrar desde perros raquíticos, a animales con mutaciones monstruosas como dos perros que no tienen cabeza, y están unidos por el cuello.
El trabajo de este artista se ha convertido en culto, aunque su propuesta puede carecer de originalidad. Muy a la Charles Darwin, expone sus “descubrimientos” en esta isla donde los colonos humanos han logrado conquistar a las especies autóctonas sin sentir el menor rechazo o miedo frente a estas; conviviendo de igual manera con un perro “normal” que con uno sin cabeza.
El artista ha logrado darle cierta validez y credibilidad a este mundo surrelista por el trabajo minucioso y elaborado que ha hecho a su alrededor, como si se tratase de una investigación real, contando con muestras “reales” tanto de sus fósiles, como de sus personajes y especies que se pueden observar a lo largo de sus diversos formatos. Entre las esculturas, pinturas y textos se crea un diálogo que aunque fictictio, interesante y divertido para el espectador que pocas veces ve un trabajo tan científico y exhaustivo generado alrededor de algo que es tan inverosímil como un cuento de hadas.
“Puedes ver una quimera o híbrido de patas de pollo, torso de llamas y cabeza de perro”.
Alterando la percepción y la realidad, el espectador se enfrenta a una propuesta que resulta, sin duda, atrayente, excéntrica, e incluso irreverente. Es como si de esta manera se le diera vida a la fantasía, pues al estar expuesto en un museo o exhibición, le daría esa característica de realidad.Avery desata su imaginación, la deja fluir sin medida con esta propuesta de arte menos serio, menos académico, aunque sin duda ambicioso. Un proyecto muy personal, que puede incluso resultarnos pasado de moda en un momento donde no sólo los grandes escritores como JRR Tolkien o CS Lewis ya sentaron un precedente sobre criaturas maravillosas y la ficción, sino que además el cine le ha dado vida.
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Referencias:
The Guardian
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