Uno de mis antiguos y preparatorianos compañeros de clase algún día expuso una serie de diapositivas donde explicaba que, después de un recorrido por ciertas obras de arte antiguas y modernas, podía dar un curso sobre cómo dar un beso. Las imágenes se sucedían una tras otras de tal manera que alguna sensación causó en mí que ahora recuerdo el evento. Por supuesto que nadie le hizo caso, mucho menos la chica a la que trataba de persuadir para que se besaran.
Me pregunto si algún día se besaron y si de verdad es posible aprender sobre las caricias en una pintura y no bailando.
Antes de los provenzales, en Occidente no existía el amor; ellos inventaron la romántica y complicada idea de amar a alguien hasta la locura. Sólo la cultura hindú sabía acerca de pasarla bien por las noches, y fue hasta el Romanticismo que se comenzó a popularizar el beso; aunque en el sexo, Occidente seguía siendo calmadamente púdico comparado a la cultura que inventó el libro de las posiciones sexuales.
Muchos años han pasado desde ese evento en la preparatoria. Hoy, pegado a un escritorio y después de haber tenido un desencuentro con alguien, trato obstinadamente de recordar lo que vi aquel día. Le llamaré reiterativamente a este experimento: “Monumento a las obras que nos enseñaron a besar y algo sobre el amor”.
“El pescador y la sirena” (1858), Frederic Leighton
Parece que la sirena es la enamorada y él se tiende con desdén. Así en el amor: alguien mira o mirará con desdén a quien se entrega y sigue cerrando los ojos para besar.
“El beso” (1859), Francesco Hayez
Vístete con un aura de misterio, tal vez una capa y un sombrero que deje entre sombras tu enamorada mirada. Acomódate de frente a tu amada, reclina la cadera, abre un poco las piernas y, disimuladamente, sujétala entre tus muslos mientras tomas su rostro y la besas.
“Palo e Francesca” (1864), Anselm Feuerbach
Dile que no entendiste tu clase de Matemáticas (un clásico), eso propiciará que él o ella, que no deja de mirarte lascivamente, te bese. Después pequen. Pequen mucho.
“Chez le père Lathuille” (1879), Édouard Manet
Cuando hable, sólo míralo o mírala. Enfoca tu mirada en la suya y de vez en cuando da un vistazo a sus labios para que sepa que son lo más importante. Pon atención, la señal para dar el beso puede ser minúscula.
“En la cama, el beso” (1892), Henri De Toulouse-Lautrec
Ya que están en la cama, no pienses en otra cosa y haz que cada beso valga. “Olvida la vanidad, el orgullo déjalo afuera, que tus labios se entreabran para decirle deseo y te quiero.”
“El beso” (1909), Gustav Klimt
Ahora es ella la que se deja besar. Todo alrededor se vuelva luminiscente, el otro siente que brilla cuando está a tu lado.
“La tempestad (La novia de los vientos)” (1914), Oskar Kokoschka
Después del sexo, si no te quedas dormido, trata de no malviajarte; estás con esa persona porque así lo decidiste. Voltea a verla y acaricia de nuevo su cuerpo, mira cómo se han anudado entre las sábanas y concéntrate en ese movimiento.
“Abrazo (Amante III)” (1917), Egon Schiele
Regla de oro, cuando acaben de hacer el amor abrácense, y de ser posible dile algo al oído. Cariñoso, depravado o simplemente amoroso.
“Les Amants” (1928), René Magritte
Al besar cerramos los ojos para dar paso a la fantasía, metafóricamente; pero visto desde afuera un beso debe parecer esto: dos desconocidos entregándose a las consecuencias sin importar nada. Al besar olvídate de todo, incluso de ti.
“Beso II” (1963), Roy Lichtenstein
Cuando dos se besan un mundo pop nace; pero cada beso también es el anticipo de un privado fin del mundo. Lo que me recuerda al título y argumento del libro de un escritor cínicamente amoroso: Frédéric Beigbeder: ‘El amor dura tres años’ (1997); tal vez en esa novela está cifrada nuestra experiencia en el amor.
Algo se podrá aprender al ver estas pinturas.
Durante aquella exposición escolar, recuerdo al llegar a la pintura de Lichtenstein, la computadora se trabó y la profesora dijo algo como: para aprender a besar uno debe besar con amorosa profundidad. Entonces, la señora de cincuenta o sesenta años miró hacia fuera del salón y sólo algunos nos percatamos que su ojos se enfocaron en un reflejo de la ventana tan insignificante y distante como un recuerdo de su juventud. Acabó la clase y algunos salieron a jugar futbol, yo me quedé a leer. La maestra todavía tardó un poco en recoger sus cosas y salir.
El amor es aquello que nos une y nos separa.
***
Aprende de los primeros gurús del sucio y delicado arte para amantes a besar según el Kamasutra. Aunque si quieres basar tu acciones en comprobaciones empíricas lee los ’10 datos que debes conocer sobre la ciencia de besar’.
***