El pasado mes de Febrero se dio a conocer un informe de la Auditoría Superior de la Federación (ASF) en el que se reveló que durante el primer año de la administración de Enrique Peña Nieto, Conaculta “no sólo ocultó gran parte de su dinero en un fondo opaco” sino que también “no fue posible verificar que sus actividades contribuyeran al desarrollo cultural en las diferentes regiones”.
Sin embargo, el problema que enfrenta el principal organismo cultural del país no radica en la incapacidad o el mal manejo de la presente administración, sino que se remontan varios años atrás. Según el semanario Proceso, en los últimos 10 años, la tasa media de crecimiento anual de los asistentes a eventos artísticas y culturales apenas alcanzó el 0.2%. A modo comparativo, en 2003 los diferentes eventos culturales en el país reunieron a alrededor de 23 millones 88 mil personas. Una década después y donde se esperaría un aumento en la cantidad de eventos y en la influencia de visitantes a los diferentes a éstos, en realidad sólo se alcanzaron 23 millones 545 mil asistentes. Sí, en diez años se desarrollaron estrategias de difusión que sólo lograron aumentar en 457 mil personas el número de visitantes.
El debate respecto a la eficiencia de Conaculta no es un tema nuevo. Realizando una retrospectiva en el caso, en 2011 se comprobó que el organismo cultural patrocinó en ese año 92 mil eventos, pero que sólo se lograron beneficiar a 36 mil 459 personas, es decir 2.5 personas por evento. En el año de 2012 en la aún administración de Felipe Calderón con Consuelo Sáizar al frente del organismo, éste permitió que una dependencia de la Universidad Autónoma del Estado de México no le entregara los servicios contratados por un valor de 350 millones de pesos. Para 2013, Conaculta reportó la realización de 7 mil 63 actividades de promoción cultural pero sólo 2 mil 836 de ellas entraron en este rubro pues las demás se consideraron “acciones de difusión”.
Por si los hechos anteriores fueran insuficientes para probar el mal manejo que existe dentro del organismo cultural, también se supo que a través del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA), Conaculta se otorgó la capacidad de usar el dinero otorgado por la SEP: una suma que ascendió a 848 millones de pesos en 2013. Además, la ASF detectó un mal manejo de fondos por parte de Conaculta después de que éste no pudo presentar los expedientes de tres beneficiarios de los programos que financió, así como que tampoco reportó 258 millones provenientes de donativos recibidos, 275 millones de pesos de “gastos atendidos con recursos del patrimonio del mandato” y 40 millones en “reembolsos de los beneficiarios o becarios”.
Con un organismo cultural que se ve inmerso en acusaciones de corrupción y desvíos de fondos, ¿qué podemos esperar para el futuro cultural de nuestro país? ¿Es que acaso la cultura se ha convertido en un nuevo negocio desde el cual se pueden alimentar las crías de un sistema corrupto? ¿Dónde queda el ciudadano, ávido de entrar en contacto la cultura de la República y del mundo?
Información de La Jornada y Proceso