Las manos de ella no permanecían inactivas; habían agarrado el miembro del príncipe conduciéndolo por el angosto sendero de Sodoma. Alexine se inclinaba para que su culo sobresaliera mejor y para facilitar la entrada a la verga de Mony.
–Las once mil vergas (1907), Guillaume Apollinaire
Según Pablo Picasso ése es el mejor libro que se ha escrito jamás; él no fue el único en elogiar el juego de parónimas que creó Apollinaire, su novela erótica y casi surrealista conquistó a más ojos que el mismo Marqués de Sade. ¿Qué fue lo que convirtió esta historia lasciva en una obra de arte? La relación que el autor creó entre el discurso erótico y el político fue lo que le dio a sus palabras tanto reconocimiento.
De hecho, de eso se trata lo más importante de la vida, del discurso detrás de cada pensamiento, sentimiento o acción. Aquello que despierta nuestros instintos más salvajes, nuestra pulsión sexual o nuestra curiosidad pecaminosa no es la palabra sexo en la literatura ni la línea que traza un falo en cualquier disciplina artística. Lo que nos provoca es el o los conceptos de los que nacen ambas expresiones: erotismo, placer, amor, lujuria, seducción, pecado.
Esas palabras representan algo absoluto y distinto para cada uno de nosotros. La prueba está en que al observar las líneas de las ilustraciones en este artículo a algunos los invaden mil preguntas, otros sienten identificación y cierto placer, pero en otro tanto se activa algo dentro que recorre con calor todo su cuerpo hasta electrificar su sexo.
Transparentes, retorcidas, minimalistas, profundas e intrigantes son las líneas de Sophie Schultz, quien invita al espectador a perderse en las rayas entrelazadas que conforman cada una de sus ilustraciones. ¿Qué hay de erótico en perderse en ellas? Todo: el no saber a dónde te llevará cada una, el no entender dónde comienza y acaba la satisfacción, el no encontrar todas las partes del rompecabezas, el poder imaginar un clímax inesperado.
El protagonista de Las once mil vergas, Mony, tocó los rincones más extremos del placer sexual gracias a que no tuvo miedo de perderse en su obsesión por venirse, una y otra vez, hasta sentir que se le adormecía el pene. De la misma forma, las ilustraciones de Schultz nos llaman a observarlas sin pudor para imaginar el encuentro entre nuestro cuerpo y aquel en el que tanto deseamos perdernos.
Si quieres conocer otras series eróticas para dejar volar tus pensamientos eróticos más retorcidos conoce el trabajo de Mike McDonnell y lee sobre las ilustraciones de Petite Luxures.