Cuando era joven, Tony Iommi trabajaba en una fábrica en Birmingham, Inglaterra. A sus 17 años sufrió un accidente en el que perdió las puntas de sus dedos anular y medio. Mientras estaba en recuperación, su jefe fue a visitarlo y le contó la historia de cómo el legendario guitarrista de jazz, Django Reinhardt, tocaba las notas en el diapasón con sólo 2 dedos: índice y medio.
Reinhardt sobrevivió a un incendio que dañó permanentemente los tendones de sus dedos anular y meñique por lo que desarrolló una técnica para optimizar el juego con sus dedos restantes.
Inspirado, Tony decidió fabricar sus propias prótesis utilizando botellas de plástico y comenzó a utilizar cuerdas de banjo en su guitarra para aligerar la tensión entre éstas y sus dedos. De igual manera, comenzó a utilizar afinaciones con menor tensión que resultaron en un registro más grave. Esto le permitió darle forma a su propio tono y ser incluido en Black Sabbath, banda pionera del metal y sus derivados que incorporó temáticas oscuras a su música.
Y así nació el sonido del metal.