Se pinta precisamente porque uno no puede explicarse de otra manera.
Edvard Munch
La tristeza, el dolor y la ira: esos sentimientos destructivos que queman por dentro, que erizan las entrañas y quitan el sueño son también el principio creativo que lleva en su seno la inspiración necesaria para generar un monumento genuino al dolor, al amor no correspondido, a la rabia.
Catalizadores de expresión artística, los mismos que utilizó el Expresionismo para poder presentar lo que en palabras perdía dimensión y cuyo único escape encontró en el lienzo, en la transmisión desesperada de cada pincelada en búsqueda del olvido, del desengaño o tal vez, en el hundimiento total, en la muerte.
El Expresionismo surge del sentimiento que rodea a los albores del siglo XX, una renuncia abierta a la idea de pintar la realidad. Lo que se percibe en las obras expresionistas es la creación de una atmósfera densa, la misma que impregnó el olor a muerte y miseria por toda Europa a causa de la Primera Guerra Mundial, ésa que deja un amor irrealizable, un trágico romance cuyo dolor aumenta con la puesta del sol y la llegada de otra larga noche.
Las vidas de Vincent van Gogh y Edvard Munch son muestra de ello. Frente a los autorretratos, girasoles y noches estrelladas que ponen de manifiesto al genio artístico para resaltar su sensibilidad frente a los miles de turistas ignorantes, curadores celosos y críticos de arte que pretenden explicar con términos especializados cada una de las obras que pintó el holandés y la técnica que utilizó, se encuentra al van Gogh más humano, más atormentado y mentalmente inestable explicado por sus obras. Aquél que perdió su oreja izquierda una noche decembrina en Arles en una disputa con Gauguin y que la regaló a una prostituta, toma voz por medio de sus obras y no al revés. Ése que a su regreso a París pintó un par de autorretratos y en medio de la soledad, dos años más tarde, decidió internarse por cuenta propia en el sanatorio mental de Saint-Rémy y fue hallado muerto por una bala de revólver que él mismo disparó.
Munch comprendió a partir de la muerte prematura de su hermana y su madre que la vida se va en un grito de dolor continuo. Su obra despierta sensaciones de incertidumbre, angustia, tristeza y melancolía. Después de una relación fallida, Munch se volvió alcohólico y empezó a experimentar ataques de ansiedad, combinados con la época más prolífica de su carrera como artista. Él encontraba en la naturaleza, en lo desgarrador de la condición humana, esos motivos que le hacían desprenderse de cada una de sus virtudes, desnudarse de toda convención social y dejarse únicamente el sentimiento que lo aquejaba para hacer algo con él, poder plasmarlo en sus obras al mismo tiempo que el sentimiento escribía sobre su vida las páginas más amargas.
Muchos otros artistas expresionistas, cuyas vidas fueron atravesadas por la Gran Guerra, plasmaron la vacuidad e inmundicia de lo humano en un contexto de desolación generalizada. Ernst Kirchner, por ejemplo, sufrió las inclemencias de la guerra, padeciendo incontables crisis nerviosas cuando fue desplazado tras la caída de Berlín. El polaco Otto Mueller también experimentó en carne propia la crudeza del conflicto armado al participar como combatiente en las avanzadas de Francia y Rusia. Posteriormente, el ejército alemán durante la Segunda Guerra Mundial, confiscó y desapareció un grupo de pinturas suyas por considerarlas contra la moral y el proyecto nacionalsocialista. La misma suerte corrió Erich Heckel, quien vio retirada de los museos y destruida casi la mitad de su trabajo artístico a manos del Tercer Reich. Todos ellos abordan temas como la prostitución, el sinsentido de la vida, la desolación y el amor irrealizable, cargados de una profunda melancolía.
“Se pinta precisamente porque uno no puede explicarse de otra manera” es la frase introductoria de este artículo, misma que escribió Munch en uno de sus textos y en el que trató de explicar su sentir. Cuando las palabras no le dieron para más, pasó al lienzo y dejó fluir lo que era incapaz de expresar en lenguaje corriente, eso que la razón no supo acomodar en enunciados coherentes porque hay momentos en los que es necesario abandonar la razón para lograr la expresión más pura del sentir.
Ésa es la esencia misma del arte en nuestras vidas. La construcción elocuente y estética de un monumento genuino al dolor, a la ira, a la tristeza, se materializó a través de la fuerza del Expresionismo. La creación de la obra quedó relegada a la posesión de la pintura de Munch, que lo guía como el sol a la semilla sobre el surco, a veces sin consciencia, hasta que éste vuelve en sí y tiene ante él una representación real de su sentir.
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