¿Cómo te puedes calificar si no perteneces a ningún lado? Cuando tu propio país te traiciona y tacha con los peores calificativos, cuando no recuerdas tu nombre y te consideras el más perseguido y menospreciado de todos los pintores. Emil Nolde tuvo que reconsiderar su lugar en el mundo y sus objetivos en la vida cuando se dio cuenta de que no estaba en ningún sitio ni pertenecía a ningún lugar.
Fue un gran artista expresionista que revolucionó el tratamiento del color y siempre luchó por el régimen nazi y sus principios; sin embargo, después se percató de que la vida es mucho más complicada y que ser un “degenerado” se convertiría en el mejor calificativo que aquellos en los que creía con tanta devoción, le darían.
Muchos lo consideraban un hombre difícil e imposible. Su nombre, en realidad, era Hensen y no Nolde, pero adoptó el nombre del pueblito fronterizo entre Dinamarca y Alemania en el que nació. Se creía danés aunque en realidad era alemán y siempre fue acusado de racista por sus ideas a favor del nazismo y de degenerado, término inventado por el régimen alemán. En la época del Führer se consideraba que las obras de las vanguardias eran “arte degenerado”; saquearon los museos alemanes para después exhibir las piezas y que la población pudiera burlarse de lo que los pintores calificaban como arte.
Aunque Nolde perteneció al partido nazi desde 1938, cuando se organizó una exposición en Múnich con piezas “degeneradas”, 48 pinturas eran de Nolde. Al final de la exhibición se quemaron y vendieron algunos cuadros, pero la cacería contra la obra del pintor no cesó. Cercano al régimen alemán, tenía contacto con Goebbels, ministro de propaganda, quien le prohibió pintar en 1941. Se dice que Goebbels tenía en su oficina algunos cuadros de Nolde y lo consideraba el mejor pintor alemán, pero cuando Hitler descubrió las pinturas que poseía, lo obligó a deshacerse de ellas y de las obras futuras del pintor. Nolde, quien no podía ocultar su pasión por los trazos que gritaban euforia, hacía acuarelas clandestinas que llamó “imágenes no pintadas”.
A pesar de profesar devoción por el régimen alemán, sus obras fueron incluidas en la lista de “perseguidas” y se le confiscaron más obras que a ningún otro artista. Pintó diferentes temáticas como la decadencia de la burguesía alemana, los cabarets, escenas bíblicas y paisajes, pero los que lo dotaron de popularidad fueron las de la Gran Guerra con personajes amenazadores que revelan la crudeza de las emociones más duras.
Su pasión por Alemania no dio frutos, pero casi del mismo modo, su pasión por el amor que sentía por Cristo, tampoco lo hizo. Sus obras fueron rechazadas siempre por la Iglesia y el arte religioso de Bruselas y Colonia. Deseaba ser amado por todos, recibir el reconocimiento que él creía merecer, pero nunca lo logró, al menos en vida. Cuando fue invitado a una expedición a Nueva Guinea, todos conocieron el potencial que tenía por sus series de dibujos y pinturas que retrataban a los nativos con proeza y sin parecer, de ningún modo, racista o despectivo, pero en su búsqueda personal nunca logró mostrar quién era en realidad.
Van Gogh, Munch o Gauguin fueron sus ejemplos a seguir, tal vez por su rebeldía y su afán de nunca querer encajar ni cumplir el estereotipo. Los tres tenían objetivos completamente diferentes a los de todos, pero a diferencia de ellos, para Nolde encajar se convirtió en una obsesión. Era un tipo sensible que vivió dos guerras sin entender realmente qué era lo que ocurría. Conoció el trabajo de Gauguin y van Gogh cuando viajó a París y más tarde desarrolló una técnica con colores intensos y contrastantes que expresaban un mundo de interior violento y distorsionado.
Con pinturas que se volvieron abrumadoras y paisajes que tan sólo distinguimos como masas turbulentas de tonalidades, Nolde siempre mantuvo un perfil bajo, introvertido y huraño. El pintor vivía un mundo lleno de contradicciones entre su arte, la ruptura que quería marcar con él y su vida personal llena de devoción a Alemania y a la religión. Tal vez la virtud de Nolde era su maestría para adaptarse a todo tipo de circunstancias y luchar contra viento y marea para conservar esa posición firme que lo mantenía de pie. Para él no importaba cuánto dolor sintiera por ser calificado como un “artista degenerado” y tampoco se sentía mal cuando la gente lo tachaba de traidor o racista, Nolde sabía quién era y cómo podía lograr cambiar la pintura desde la no identidad que mantuvo hasta el final.
Munch y van Gogh fueron los padres del expresionismo, pero no fueron los únicos. Nolde se distingue por colores que te provocan una infinita tristeza.
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