Judithe Hernández es una feminista, que forma parte del movimiento chicano desde su aparición en los años 60. Es miembro del grupo de artistas chicanos conocidos como Los four; ella se convirtió en el quinto miembro. Ahora es una artista bastante involucrada en el arte chicano. Defiende la causa femenina a través de su arte, que es un soporte que utiliza para compartir y difundir sus ideas en el campo social y político; ha tomado los preceptos del movimiento de los derechos civiles de los mexicanos-americanos.
Logró con el movimiento chicano presentar nuevas ideas políticas y sociales de los derechos humanos, derechos de la mujer, igualdad o equidad e individualidad propia. En otras palabras llevó la libertad de ser lo que es, ser mujer.
Bajo el Sol o bajo la Luna, sus luces y sombras cambian la percepción de los cuerpos femeninos, dando una mística e esas obras. Añade a este aspecto la presencia de manos como de cuerpos de mujeres de distintas colores cuando no son las de una indígena. Aún, la artista diseña y pinta cuerpos de indígenas para mostrar la gran belleza de esas mujeres y rechazar el racismo. Los cuerpos están confundidos en la naturaleza que con lianas se prenda de las mujeres celebradas como diosas en su lugar. Como hamadríades o dríades las mujeres vuelven parte de ella como de su todo, incluso más bellas adentro, en ese ambiente que revela a sus energías.
A veces en trances, o en un proceso de mediación con el universo, su arte expresa la figura femenina bajo el cielo o en el cielo; es una forma de expresión totalmente libre y espiritual. Mientras que podrían parecer que no son libres de su propia condición su arte muestra una lucha a favor del amor por ellas.
Quizá ser una dríada puede comprenderse como un castigo y la dependencia a un orden social que pide a las mujeres de comportarse de una cierta manera y no permite iniciativas y desarrollos personales iguales al género masculino. Cuando llevan máscaras, pueden ser las personas que son, porque es la sociedad controladora que mira a los comportamientos prohibidos y autorizados. Con la máscara la mirada cambia y ofrece al género femenino la oportunidad de ser como quieren sin el temor de ser vistas y juzgadas, esperando que se termine el sexismo, que empiece la libertad del sexo.