El Austrolopithecus surgió en un lugar de África hace cuatro millones de años. Los primeros hombres que poblaron nuestro planeta vagaron sobre todo el globo sin saber la gran influencia que tendría para la Historia aquel viaje que inició rumbo a lo que actualmente conocemos como el continente asiático. No fue hasta la evolución del homo erectus a homo sapiens cuando aquellos hombres y mujeres comenzaron a sentir afinidad sentimental por sus semejantes. En dicho momento, cuando el hombre hábil comenzó a enterrar a sus muertos, inició la construcción de un pensamiento emocional que llevaría a la estructuración de ideas lógicas hilvanadas con la capacidad más representativa de la raza humana: la imaginación.
Algunos expertos en el arte del Paleolítico sugieren que las primeras piezas halladas en cuevas europeas son los vestigios del primer contacto del hombre con el acto artístico. Cabe decir que muchas de esas piezas arqueológicas son instrumentos de caza creados por el cazador-recolector, esto pone en duda la definición que actualmente tenemos sobre el “arte”: pues bien, éste puede definirse como toda creación humana –como es el caso de las herramientas que tenían una utilidad cotidiana–, pero también hay otros que dictan que el arte conjuga la creación, la comunicación y la emoción que un individuo produce con el objeto de mover el alma de otro individuo.
La evolución del homo sapiens a homo sapiens-sapiens fue marcada cuando este último comenzó a crear piezas mobiliarias y pinturas parietales que no tenían otro fin más que el de expresar sentimientos y comunicar a la tribu historias cotidianas que iban desde la caza de animales como mamuts, bisontes, ciervos, renos, rinocerontes, caballos y toros, hasta la narración de mitos que trataban de responder a las cuestiones filosóficas más elementales. La religión animista de los primeros hombres cargaba de vida a todo elemento natural con la intención de explicar hechos como la corriente de los ríos o el movimiento solar.
Siguiendo esta línea prehistórica podemos afirmar que el arte surgió hace casi cuarenta mil años antes de nuestro tiempo con el origen del Cromagnon (aunque existen antropólogos que le atribuyen la creación artística al Neanderthal). La Cueva de Altamira, ubicada en el municipio Santillana del Mar, en la costa occidental española, es un ejemplo vívido del espíritu creador de los seres humanos. Sus pinturas policromas muestran la vida cotidiana del Paleolítico Superior y el gran valor simbólico que estos hombres y mujeres le otorgaban al enfrentamiento entre el cazador y el animal. La metáfora que representa la lucha de los hombres contra el toro deja entendido que nuestros antepasados concebían al hombre y al animal como uno solo. Muchos siglos después, en Creta –isla en la que se cree que se originaron las corridas de toros–, apareció la figura del minotauro (hombre-toro). Esto nos obliga a pensar que la capacidad artística de los hombres antiguos tuvo una gran influencia naturalista antes de que llegara la acumulación originaria que, según Jared Diamond, separaría al ser humano de la naturaleza.
En cuestión de arte mueble o escultura, la gruta del Tuc d’Audoubert, vecina de la gruta de Trois Fréres, en Francia, cuenta con espléndidos relieves de bisontes, piezas y herramientas talladas o moldeadas en distintos materiales. También se han encontrado esculturas hechas sobre piedras finas que representan figuras femeninas. Estas piezas han sido bautizadas como “Venus” y, generalmente, hacen alusión a la fecundidad femenina, ya que los rasgos sexuales están muy marcados (anchas caderas y pechos grandes). Esto da a entender la importancia –casi divina– que el hombre prehistórico le atribuía a la mujer. Desde entonces se entendía a la madre como la portadora de la vida. Gracias a estas piezas de arte, algunos antropólogos han llegado a la conclusión de la posible existencia de un matriarcado durante el Paleolítico.
Los materiales utilizados para la creación del arte mobiliario y las pinturas rupestres son distintos, dependiendo del lugar donde se hayan encontrado. La mayoría de las piezas halladas por los arqueólogos están grabadas o talladas sobre materiales duros como piedra, marfil, jade, huesos, entre otros. Algunas esculturas fueron moldeadas en barro fresco, otras fueron talladas en madera, hecho que impresiona a los arqueólogos, pues aunque estos materiales son perecederos, han sobrevivido casi intactos por más de treinta mil años.
En cuanto a las tinturas que se usaban para pintar sobre las paredes de las cuevas, estudios científicos dictaminan que se trata de minerales como el óxido de hierro para la tonalidad roja, ocre terroso o carbón vegetal para las sombras y siluetas negras. Los minerales se aplicaban sobre la piedra en seco y, en ocasiones, combinados con agua, aceites o grasa animal. La frescura y el ambiente de las cuevas mantenían vivos los colores de las obras de arte, aunque la falta de luz natural de las cavidades rocosas obligaba a los pintores a recurrir a la luz artificial para aumentar la visibilidad. Los hallazgos de restos óseos sobre los vestigios de las fogatas comprueban el uso del tuétano y demás grasas como combustible para mantener vivo el fuego durante horas.
Para el proceso de elaboración de una pintura parietal eran necesarias herramientas como pedernales, cañas o huesos huecos de aves (que servían para soplar los tintes) y dedos cubiertos con gamuza (mismos que serían el antecedente de los primeros pinceles de pelo de animal).
El Paleolítico fue una etapa prehistórica a la que le debemos la hominización del planeta Tierra, pero también le debemos el origen de la imaginación en nuestros ancestros y, por consecuencia, el génesis del arte. La influencia artística prehistórica abrió camino a grandes eventos que nos hacen ser quienes somos hoy en día. El origen de la escritura marca el inicio de la Historia de la Humanidad, pues la necesidad de comunicación entre los seres humanos dejó de ser metafórica y figurativa en el año 4,000 a.C.
La Prehistoria nos dice que el hombre, por naturaleza y desde sus orígenes, ha tenido la necesidad de comunicar lo que siente, lo que piensa, lo que vive día con día para dejar plasmado parte de su espíritu en una obra artística. No cabe duda: es un privilegio poder ser testigos del pasado remoto por medio de los restos artísticos de la humanidad. El don más valioso de los seres humanos es la capacidad de dejar el ánima plena en un pedazo de arte.
Todos los seres humanos dejamos huellas, pero no todos estamos conscientes de la importancia de hacerlo. Las huellas difíciles de borrar generan trascendencia, pero este no siempre es el motivo detrás de ellas. Una huella puede narrar una historia, puede servir como un adiós, como una oración o como parte de un ritual mágico. Lo más importante de éstas es el nivel de consciencia que exista a la hora de hacerlas, esto guiará el significado a largo plazo. si quieres conocer más de las huellas que han dejado los grandes artistas del mundo, te compartimos algunas de las cosas que debes saber de la Historia del arte.