El lugar de China como potencia mundial cuya densidad demográfica sólo es comparable con la historia de éxito económico construida, entre otras cosas, por contar con uno de los lugares con mayor libertad económica del mudo: Hong Kong, el principal centro financiero del país, y ser el mayor centro de arte en Asia, se contrapone con la estabilidad ambiental que, a pesar de los esfuerzos de China por fomentar el uso de energías renovables, todavía no halla el punto medio entre el crecimiento de la población, el consumo y la posterior generación de deshechos, entre estos los que afectan el aire por el uso de combustibles fósiles de bajo costo y alto efecto contaminante.
China ostenta el título del país más poblado del mundo, pero también uno con los mayores indicadores de daños en el ambiente. El mayor problema es la calidad del aire que ha dejado, incluso, a la población imposibilitada para salir de sus casas. Desde la década de los 60, China ha vivido un crecimiento acelerado que ha visto por más cubrir las necesidades de alimento y trabajo a la población, y ha dejado en segundo plano la cuestión ambiental.
El gigante asiático sufre, además de suelos (se estima que la contaminación de estos es equiparable con la superficie de Perú o Colombia, lo que ha dejado inutilizables al menos tres millones de hectáreas para cultivos) y aguas contaminadas, los llamados “pueblos del cáncer”, localidades del país, generalmente ubicadas cerca de ríos, en las que se registran altos índices de esta enfermedad debido a la contaminación del agua y el aire por materiales químicos venenosos. Del mismo modo, Pekín, la capital china, supera el índice de contaminación establecido por la OMS: 16 veces por encima de lo considerado en el margen. China es el país que más autos produce en el mundo, lo que, sumado al número de habitantes, representa una de las principales fuentes contaminantes del ambiente. El número de autos pasó de 16 millones con la entrada del nuevo milenio, a cerca de 100 millones en la actualidad. Para contrarrestar este fenómeno, se ha promovido el uso de automóviles eléctricos que reduzcan las emisiones de gases contaminantes. Se prevé que los nuevos vehículos en China sean de este tipo y de otros tipos de energías renovables: híbridos, solares y de celdas.
Pero el mayor problema de China es el control de la contaminación originada por productos químicos. De acuerdo con grupos ambientalistas chinos, en el país se utilizan 1.3 millones de plaguicidas, una cifra mayor que el promedio en el mundo. El Ministerio de Medioambiente chino señaló en un documento oficial emitido en 2013 que China utiliza productos químicos venenosos prohibidos en otros países desarrollados del mundo, y que suponen un potencial daño a largo plazo sobre la salud humana y la ecología. El problema de los vertidos tóxicos y desechos industriales está estrechamente relacionado con la contaminación de las aguas, pues accidentes industriales suceden cerca de ríos, lo que ha originado que estos estén seriamente contaminados con aguas tóxicas prohibidas para el consumo humano.
En 2013, Pekín contó solamente con 25 días de aire de buena calidad; el año comenzó con el llamado “airepocalipsis”, nombrado así por los usuarios de Internet debido a que el aire contaminado excedió los estándares regulares. El problema más grave que afecta a la población china es la polución, lo que ha orillado a las personas a utilizar máscaras para protegerse de los gases tóxicos suspendidos en el ambiente.
Varios artistas o quienes han encontrado en las distintas ideas-soluciones para el problema ambiental en China un bien para comerciar, han visto la oportunidad de hacer muestra de su ingenio y creatividad para convertir a la contaminación en una experiencia artística.
Liang Kegang, después de hacer un viaje de negocios por Francia, creyó una buena idea almacenar aire limpio de la Provenza, al sur del país, en un tarro sellado. Al volver a China, Liang subastó el aire por 5 mil 250 yuanes (USD $845). El empresario y director de un museo reparó en la necesidad de tomar una postura seria frente al problema de la polución en Pekín, y aunque al principio resultó una acción graciosa, la realidad es que esta medida del aire almacenado no es más que la urgencia por implementar medidas contra la “sociedad del esmog”.
La preocupación de Liang va más allá de su entorno más cercano, considera que la catástrofe ambiental de China es a costa del beneficio de los países en el resto del mundo, quienes ven en el gigante asiático a “la fábrica del mundo” donde se producen bienes baratos que se consumen en Occidente.
Otra propuesta es la proyectada para 2015 por el artista europeo Daan Roosegaarde, quien busca establecer un parque público en Pekín con aire libre de esmog. La idea del holandés implica, también, cuestiones de diseño, pues otro de los objetivos es transformar el aire contaminado en diamantes. Con estos pretende elaborar anillos cuyas ventas serán destinadas a un proyecto a largo plazo denominado: torre de vacío, una estructura que expulsará aire limpio a la ciudad.
En conjunto con un grupo de ingenieros, la empresa ENS Europe y Bob Ursem, expertos en nanopurificadores, Roosegaarde planea colocar una especie de aspiradora gigante en la capital china. En el espacio destinado para el parque, la máquina absorberá, a través de filtros iónicos, las partículas de humo y los gases contaminantes para que, de los laterales del dispositivo, este mismo aire se expulse limpio. Un campo electromagnético construido con unas bobinas de cobre clavadas en la tierra atraerá el humo tóxico hacia la aspiradora.
Los beneficios de este modelo, diseñado exclusivamente para Pekín, son la seguridad en la tecnología, la facilidad de uso, la creación de flujos de aire limpio que permitan la transmisión de la luz solar hacia la ciudad y la transformación de la polución en piedras preciosas. De acuerdo con el holandés, el parque registrará 70 por ciento menos esmog que el resto de la ciudad.
Llamados “los soldados del aire limpio”, el holandés y su equipo intentan emular el proyecto de la cúpula gigante que en 2013 se construyó, también en la capital, como un espacio de resguardo con filtros de aire donde los niños pudieron jugar y divertirse. Roosegaarde sabe que la inauguración del parque no solucionará el problema ambiental en China, pero está consciente de que marcará un cambio significativo en las iniciativas emprendidas por el gobierno de Pekín, que le ha mostrado su apoyo a lo largo de la investigación.
El británico Matt Hope hizo lo propio con una bicicleta “fotosintética” con la que, con cada pedaleo, se emite una expulsión de aire limpio para combatir el esmog. Otro ejemplo es la fotografía de una niña china frente al Templo del Cielo en la que se ve a ésta con una serie de mascarillas colgando de su boca. Son en total 445 mascarillas blancas, la cantidad que necesitará utilizar para el año 2030. La imagen es del fotógrafo Wu Di.
Otra manifestación es la realizada por el artista Kong Ning, quien en marzo de 2013 se vistió con un traje especial diseñado para retener las partículas de polvo, y cubierto con una máscara, mientras sostenía una pintura de su serie Smog Baby. El artista entregó máscaras a los paseantes en las calles de Pekín.
Por su parte, los universitarios de la Peking University en Beijing colocaron máscaras a las estatuas de personajes como Cai Yuanpei, Li Dazhao o Cervantes ubicadas alrededor del campus. El muro de hielo formado con agua de los ríos contaminados: Washing River, obra del artista Yin Xiuzhen, es otra muestra de la inspiración que genera la contaminación en China. Ubicado en la ciudad de Chengdu, Yin formó bloques congelados apilados en un muro, que después pidió a los espectadores lavar con agua limpia con la intención de “borrar los pecados medioambientales”.
Organizaciones como Greenpeace han hecho un llamado a las autoridades chinas y a la comunidad internacional en general con el trabajo del fotoperiodista William Eugene Smith y el fotógrafo Lu Guang reunido en la exposición Esperanza y Dolor: Exhibición de la contaminación del agua a lo largo del Yangtzé. Smith y Guang han sido testigos de la contaminación del agua en el país oriental a causa de los desechos industriales como el mercurio.
El gobierno chino afirmó que los problemas medioambientales se resolverán en 2030, al menos los relacionados con la contaminación del aire, la polución, considerado el de mayor urgencia. Se estima que para el año 2050, más de tres millones de personas sufrirán una muerte prematura a causa de los altos niveles de contaminación en China, esto de acuerdo con un informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE, 2012).
La situación actual de China en materia ecológica es el marco para que artistas y promotores de una mejor calidad de vida ambiental manifiesten su rechazo ante la indiferencia del gobierno frente al problema. La contaminación se reconoce como una problemática ajena a las cuestiones políticas y el interés de las autoridades, pese a que el Partido Comunista ha ponderado el desarrollo del país frente a toda actividad, y las promesas por limpiar el escenario estén aún opacadas por el esmog.
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