Todo puede ser mejor en un mundo lleno de decepción. La empatía es una de las características que la vida nos ha dado para sobrevivir, para no ignorar lo que ocurre y convertirnos en dueños del mundo y de la realidad. Y es que tal vez el mundo se acabe mañana, tal vez no haya tiempo suficiente para hacer todo lo que queremos, para anhelar algo más, para mostrar nuestro talento y nuestra condición humana.
La realidad es intensa y cruel. Nos gusta lo que hay pero al mismo tiempo lo odiamos y contra todo pronóstico, intentamos cambiarlo. “No puedes cambiar tú, sólo la realidad” hemos oído decir por cientos de generaciones, pero la verdad, ese guerrillero revolucionario lleno de sueños aún se encuentra en nuestro interior para intentar hacer algo por el mundo cada vez más horrible.
Así es Tiz Creel, la artista mexicana que crea como si el mundo se fuera acabar. Compite contra el apocalipsis, contra el mundo en ruinas, el gobierno corrupto, los favoritismos y los intereses. Ella sabe, como todos nosotros, que todo se mueve por cifras económicas e intereses de terceros. Pero ella, la mujer insatisfecha, está lista para enfrentarse a la realidad que golpea tan fuerte como le es posible.
En esta modernidad líquida, como diría Bauman, solemos olvidar vertiginosamente, nos tropezamos y caemos en la ira general, la masa reacciona mecánicamente y entonces, en lugar de afrontar el mundo con razón, nos dejamos llevar para nunca ver las cuestiones que realmente interesan; sin embargo, el trabajo del artista es siempre darnos las herramientas para considerar nuestra vida de un modo distinto.
Cada uno interpreta la obra como desea, nada es coincidencia y de pronto, nos damos cuenta de que todo es parte del plan. Aún existe ese arte libre y genuino que no se desvirtúa, sino que permanece en el mundo como una expresión: el arte público, el que siempre podemos ver y que todos pueden encontrar, ése que acaba con la mecánica de percepción de las élites que siempre creemos intocables.
La industria es fundamental, pero la sociedad ahora también puede acceder a conocer más allá de lo que antes podía. Ya no se trata de vanguardias ni de perfección, sino de la importancia de conmover para que el espectador sea sensible y algo cambie en su interior.
Comunicóloga de profesión, Tiz Creel supo que crearía espacios artísticos desde los 9 años. Continuando con la filosofía de Sócrates, ella decidió que lo mejor que podía hacer era asimilar que no sabía nada, que siempre sería amateur. Esto es lo que le permite crecer infinitamente. Nunca se estanca, siempre crea y nunca repite.
No optó por ningún material en particular y con trabajos en mármol, madera, fotografías, collages, instalaciones y grafiti juega a crear un mundo mejor en una realidad que siempre está presente. El mundo es su inspiración porque no podemos imaginar algo que nunca hemos visto. Aprende a observar las cosas que nadie más percibe porque, asegura, nada es rutinario, siempre hay cambios.
James Ensor, Egon Schiele, Jean-Michel Basquiat, René Magritte y Otto Dix se convirtieron en sus influencias directas y a través de sus enseñanzas busca expandirse en las posibilidades, arriesgarse, fallar, imaginar y ver con ojos limpios para crear tanto cosas buenas como malas que nunca nadie hubiera imaginado… Tiz Creel es la artista que, siempre insatisfecha, hace que el mundo de decepción en el que todos nos encontramos siempre luzca mejor.
Y es que el arte se ha convertido en un medio para expresar nuestra inconformidad: ilustraciones, pinturas o instalaciones son el pretexto perfecto para mostrarnos la decadencia humana.
Tiz Creel forma parte de la selección de Creativos 2016 de Cultura Colectiva, conoce más de su obra en:
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