El proceso de recuperación de la vanguardia en la España franquista con la aparición del informalismo y el Paso (1951-1957)
* Joan Miró. Le Jour / El día, 1953. Aquí J. Miró ya comenzaba a tantear con las posibilidades de la abstracción lírica.
Tras los acontecimientos de la Guerra Civil (1936-1939) y la victoria del bando nacional regida por el Generalísimo Francisco Franco, España quedó sumergida en un oficialismo artístico que eliminó cualquier atisbo de libertad artística de sus fronteras. Hubo que esperar hasta 1951 con la celebración de la I Bienal de Arte Hispanoamericano para que la España franquista comenzase paulatinamente a abrirse hacia un panorama vanguardista de “cierta renovación institucional”, y aunque en la oposición surgieron grupos pioneros como el zaragozano Pórtico que en 1947 abogó por la abstracción en detrimento del arte oficial (básicamente bebía de retrógrados cánones decimonónicos), los aristas más jóvenes tuvieron que esperar hasta 1958, con el fin del régimen autárquico y el comienzo de un proceso de liberalismo económico, para que por fin comenzasen a soñar con un verdadero reencuentro con la memoria de aquellos artistas quienes se ocuparon de mantener viva la llama de la vanguardia durante estos desastrosos eventos, habiendo combatido contra aquel ruido retórico establecido (que representaban la monumentalidad de los desfiles fascistas, los carruajes, las consignas, los gritos del mercado, los espectáculos… A grandes rasgos, representaban una forma de la violencia y poder que se ocupaba de propagar el miedo y pánico poniendo en constante relieve la condición de decadencia de los vencidos, es decir, del bando republicano…). De entre los conservadores de este acervo cultural, sin duda, el catalán Joan Miró (1893-1983) y el aragonés Ángel Ferrant (1890-1961) con su singular poética del exilio interior y silencio estético fueron los ejemplos a seguir. A esto se sumó las ansias de libertad de expresión y pensamiento.
* Afiche de la exhibición que se trasladó a Barcelona en 1952; la primera se celebró en Madrid en 1951.
Será preciso esperar hasta mediados de la década de 1950 para que estos jóvenes artistas (Antoni Tàpies, Antonio Saura, Manolo Millares, Eduardo Chillida, Albert Ràfols-Casamada…) comenzasen a madurar su obra y adoptasen una actitud crítica y rígida contra el arte oficial establecido para afirmar las posibilidades de una sociedad cosmopolita. Hacia 1958, España súbitamente entró en un periodo de liberalismo económico, pero no político, que otorgó cierto aperturismo. Así, estos tímidamente fueron asumiendo las dificultades y contradicciones de una situación profundamente deteriorada y de un entorno cerrado heredero del Imperio. En una intensa búsqueda por la renovación y puesta al día, muchos de estos jóvenes artistas viajaron hacia París, donde inevitablemente se encontraron con un lenguaje surrealista que por esas décadas experimentaba un desarrollo ideológico que proponía la superación de sus consignas originales, como el onirismo y su carácter literario-poético, en aras hacia un mayor desarrollo de las posibilidades del automatismo, promulgando unas ideas más cercanas a lo anárquico; el encargado fue el teórico francés Michel Tapié (1909-1987), quien además defendió una postura más antropológica o primitivista que ahondase en la búsqueda de la propia identidad. Sin duda, esta concepción estuvo netamente influenciada por las ideas expuestas ya por Andre Breton en el tercer manifiesto surrealista Prolegómenos a un tercer manifiesto surrealista o no, de 1942, que había bebido de las doctrinas americanistas emergentes en la década de 1930.
*Antonio Saura, La esfinge, 1955. (Grattage)
Sin duda, uno de los artistas españoles más relevantes de este periodo fue el aragonés Antonio Saura (1930-1998), que hacia 1954 fue uno de los primeros en experimentar esta transición ideológica de los postulados más ortodoxos del surrealismo y su ojo interior, hacia unos postulados sin ley alguna, basados en una libertad absoluta del gesto pictórico. En este camino hubo varios artistas quienes aportaron al desarrollo técnico y estético como: el húngaro Simón Hantaï (1922-1966) quien introdujo nuevos medios plásticos como el barrido de superficies con goma de caucho que luego derivaría en el grattage (consiste en extraer parte de la materia pictórica a modo de rasguños u otros medios más sutiles); el chileno Roberto Matta (1911-2002) quien a través de lo telúrico de la loca geografía de Chile defenderá ese principio de libertad gestual que ahora los informalistas hacían eje central de su doctrina; Asger Jorn (1914-1973) y los miembros del grupo CoBrA de Holanda y Edouard Jaguer (1924-2006) fundador de Phases, entre otros, constituirán el grueso experimental de la nueva respuesta pictórica. A estos tampoco hay que olvidar a artistas como Joan Miró quien por esas fechas experimentaba con la nueva técnica de la abstracción lírica. Por otro lado, la celebración de importantes colectivas y exposiciones también pusieron su grano de arena en el desarrollo de esta vía, como: la colectiva surrealista celebrada en la Galerie l’Etoile Scellée en 1955 con la participación de artistas como: Degottex, Duvillier, Giacometti, Hantaï, Lam, Magritte, Paalen, Picabia, Man Ray, Matta, Tanguy y Troyen… O la primera exposición tachista de Alice in wonderland (Galerie Kiéber de París) que dará fecha de caducidad al onirismo por considerarle incapaz de dar respuesta a los problemas de la época. También es muy probable que A. Saura visitase la exposición Cinquante ans de peinture aux Etats-Unis en el Musée d’Art Moderne de 1955 y viese las obras de Baziotes, Gorky, Guston, Kline, De Kooning, Motherwell, Pollock, Rothko, Still, Tobey, Tomlin, entre otros, y conociese el expresionismo abstracto norteamericano.
* Simon Hantäi, Bird, 1950.
Este descubrimiento y no sólo de A. Saura, sino también de Luis Feito (Madrid, 1929) y Rafael Canogar (Toledo, 1935), sin duda serán el detonante para la fundación en Madrid del magnífico grupo de vanguardia del Paso en 1957, que en clara alusión al grupo expresionista alemán Die Brücke (el Puente, f. 1905) pretendió a través de su nombre dar un paso hacia adelante para representar un acto afirmativo y positivo contra la crítica oficial y la cultura impuesta en general, siguiendo una línea artística muy diversa a la que pronto se uniría el canario Manolo Millares (1926-1972), la alicantina Juana Francés (1924-1990) y el exiliado aragonés Manuel Viola (1916-1987), entre otros.
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Notas
BOZAL, Valeriano. “El muro y el monstruo”. En El tiempo del estupor: la pintura tras la Segunda Guerra Mundial, Madrid: Siruela, 2004, pp. 124-125.
GUASCH, Anna María. “La materia y el gesto: el informalismo español”, El arte del siglo XX en sus exposiciones. 1945-2007. Barcelona: Serbal, 2009, pp. 40-42.
LÓPEZ MANZANARES, Juan Ángel. Madrid antes de “el Paso”. La renovación artística en la postguerra madrileña (1945-1957). Director: Valeriano Bozal Fernández. Profesor titular del Departamento de Historia del Arte Contemporáneo. [Tesis doctoral]. Universidad Complutense de Madrid, 2006, pp. 274-279.