Los medios atacan constantemente nuestras mentes con conceptos erróneos; nos confunden y a veces sin saberlo, nos revuelven por dentro a modo que todo lo que creíamos queda aplazado por imágenes huecas que buscan sentido al relacionarse con nuestro entorno. Sobre todo en los años sesenta separó el arte de la realidad y la idealizó como si se tratara de una diferente a la nuestra a través de expresiones abstractas y metafóricas.
Uno de esos conceptos cruzados es la sensualidad. Hablar sobre ésta se ha convertido casi en un tabú, sobre todo por su relación con la pornografía; la lluvia de desnudos explícitos ha jugado con nuestra mente al grado de no encontrar la belleza en una pequeña porción de piel, siempre buscamos más.
Gestos, miradas, movimientos, olores, texturas; la sensualidad puede sorprendernos en cualquier momento. Basta apenas un vistazo para que algo de nuestro exterior detone esa sensación excitante propia de quien ha encontrado la gloria en su andar cotidiano. Ese placer que nos produce encontrarnos con algo bello, imaginarlo nuestro, solos, en la intimidad que ofrece el pensamiento. El goce se configura frente a nosotros como la imagen más bella y perfecta del mundo.
Natalia Lach-Lachowicz, más conocida como Natalia LL, aborda este tema desde una perspectiva artística que busca reivindicar este concepto mal interpretado llevándolo a su expresión original. Valiéndose de curvas y texturas variadas resignifica la sensualidad convirtiéndola en una metáfora y la lleva al erotismo en su estado más puro, una apología de lo sexual que, sin mostrar a detalle el cuerpo, nos transporta a un sutil estado de excitación.
Quizás uno de sus trabajos más relevantes en cuanto a este tema es Consumer Art, un video en el que diferentes modelos juegan con objetos de formas sugerentes como plátanos, dulces, salchichas y helado de una forma provocadora. Esta secuencia de imágenes reduce al mínimo la experiencia de sensualidad, no obstante, la excitación que algunos individuos experimentan al ver el video es aún más grande que la del contacto físico.
Ninguna de las modelos muestra su cuerpo, apenas pueden verse sus hombros descubiertos, la cámara prácticamente sólo enfoca sus rostros pero esto es suficiente para crear un ambiente erótico que se percibe desde los primeros segundos del video.
Más allá de su evidente crítica hacia la cultura del consumo, esta pionera del arte feminista busca sensibilizarnos en cuanto al control de la mujer sobre el propio cuerpo y su sexualidad; sólo ella decide qué mostrar y cómo hacerlo. Las modelos que participan en sus creaciones, a diferencia de las actrices porno, transmiten fuerza y decisión a través de sus miradas, firmes en todo momento, orgullosas de su papel como guías sensoriales de su espectador.
El rol activo que tiene la mujer durante todo el filme contrasta con esa idea de la cultura de masas que ve la feminidad como un “objeto pasivo de contemplación erótica”. El pensamiento clásico del dominio de un sexo sobre otro se invierte otorgando el control de la situación a la mujer, mientras que el hombre se reduce a simples productos fálicos; de este modo, la simpleza de sus trabajos toma peso en cuanto se enfrentan directamente con el mundo que la autora está, no retratando, sino denunciando.
Para una artista como Natalia, que considera que el cuerpo es el centro y origen de todo aspecto espiritual e intelectual, es sumamente importante darle a éste el lugar que se merece dentro de nuestra sociedad, no ya el de un simple objeto sino el de una fuerte institución que, a placer, puede transformar o eliminar todo lo que se le ponga enfrente.
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