El letrero brilla con su intensa luz neón en tonos morados, rosas, azules y rojos. HOT… , una palabra que promete muchas emociones. Ella les dice que han llegado a la tierra prometida. Él acelera para tomar la rampa que da acceso al estacionamiento. Una encargada de lentes rojos y labios del mismo color les da la bienvenida, al tiempo que les asigna la habitación número 19. Él estaciona el auto y descienden rumbo a la suite.
En ella reina un aroma a fragancia barata y un orden inmaculado. Luces tenues alumbran la cama perfectamente hecha y algunos rincones en donde se sitúan mullidos bancos de colores pastel y mesas pequeñas donde él se imagina que podrían practicar atrevidas posiciones.
Aquella habitación les parece un rincón delicioso para hacer lo que más les apasiona: perderse uno en la piel del otro, ahogarse uno en el sudor del otro, estremecerse uno en los gemidos del otro. Él saca de su mochila un par de discos que deja cerca del estéreo que el motel pone para uso de sus visitantes. También saca una cinta negra que a ella le fascina que le coloque sobre los ojos y un par de libros de poesía erótica. La voz de ella dando vida a esos textos es tan sexy como sus movimientos de cadera encima de él.
Perderse entre los preliminares no es tiempo mal empleado para ninguno de los dos, es retardar de manera agonizante el placer que les aguarda cuando la pasión los inunde, los nuble, los ahogue. Afuera, la calle guarda silencio. En el motel parece no haber más huéspedes que ellos. A él eso le agrada. Tener a su disposición un sitio le da una sensación de poder. A ella le da lo mismo, lo único que quiere es entregarse de manera total a su amante y que éste la bañe por dentro y por fuera con sus fluidos.
Misteriosos son los códigos secretos de los amantes. Los besos son el último elixir que les queda cuando todo parece perdido. Frente a ellos, un espejo grande capta su reflejo y los amantes, lejos de sentirse intimidados, se sienten invitados a empezar pronto un ritual al que se entregarán durante las siguientes tres o cuatro horas.
Sus cuerpos son el aperitivo más exquisito que jamás hayan probado. Cuando él se desliza dentro de ella, ambos sienten que nacieron para ese instante particular. El interior de ella es el sitio en el que él quisiera ser sepultado. Comienza a moverse guiado por la desesperación y la urgencia de tocarla, de absorberla, de tener una parte de su vida en su memoria táctil.
Ella y él se mueven de una esquina a otra de la cama y de la habitación. Aquel lugar les parece el ideal para una posición, aquella esquina de la mesa es inmejorable para que ella se sitúe encima de él; ese espacio que dejan las sábanas debe ser aprovechado para que él descargue todo sobre ella. Para los amantes, el sexo es un inmenso valle de posibilidades, emociones y visiones excitantes. Ella grita y clava las uñas en la espalda de él con fuerza. Él se aferra al cuello de ella y acelera el ritmo de sus embestidas, llega un momento en el que ambos no saben lo que hacen y solo se concentran en no perder la frecuencia de sus movimientos. Todo estalla en mundos, galaxias, nebulosas y universos lejanos.
El fotógrafo mexicano René Carlos con la presente serie de fotografías, la cual lleva por título “Lo fugaz instantáneo y la identidad”, voltea su mirada a ese instante en que la pareja se convierte en objeto de la mirada. Cada movimiento y cada respiración en medio de su frenesí es captado por la mirada espía del fotógrafo. A partir de una cámara situada en diversos ángulos y espacios, los cuerpos comienzan a recrear una danza tan estática como dinámica.
Todo espectador se encuentra reflejado en cada imagen, pues el anonimato al que son sometidos los modelos se vuelven el reconocimiento de mujeres y hombres que acuden al espectáculo visual de René Carlos. Los cuerpos, los rostros velados y la situación común en un ambiente a la vez familiar convierten esta pieza fotográfica en un lenguaje universal. Su obra ha formado parte del contenido de publicaciones impresas y digitales como Dojo Zine Brooklyn, Math Magazine, Sodapop Magazine, Serie PD y RGSP Magazine, publicación digital de la cual se han tomado las imágenes.
Visita su espacio en Instagram para que seas testigo del resto de su obra. René Carlos es uno de los jóvenes talentos actuales que sitúan a la fotografía mexicana en lo más alto del panorama artístico mundial con su mirada íntima a lo cotidiano del alma humana.
El amor pasajero y sin compromisos se puede ver a través de la prostitución masculina en 12 fotografías y
las fotografías y desnudos que sólo un amante regalaría.
**
Fuentes
RGSP Magazine