No es novedad que muchos artistas adquieran fama después de abandonar este mundo.
Existen muchos ejemplos de personajes que vivieron en la miseria, transitando desesperanzados las calles o pasando penurias en algún cuarto de hotel barato, produciendo su obra en la soledad, con un presupuesto tan bajo que a veces tenían que elegir entre comprar sus materiales o alimentarse, pero que en la actualidad, sus obras cuestan tanto que podría alimentarse a miles de personas en situación de pobreza con el dinero que valen.
Al conocer las obras de tan grandes maestros es cuando nos preguntamos: ¿Por qué no son valorados en su tiempo? Son muchos los motivos, pero no podemos negar que la revelación de estos artistas y de sus obras han provocado grandes cambios en la Historia del Arte. Un ejemplo muy claro es la artista sueca Hilma af Klint, quien ha sido catalogada como una de las pioneras del arte abstracto, llegando al nivel de Kandinsky, Mondrian y Malevich.
Hilma af Klint nació en 1862, fue parte de la cuna de una familia acomodada que pasaba sus veranos en una casa en la isla de Adelsö, razón por la cual comenzó a tomar gusto e interés por la naturaleza, del cual devino el de la pintura y el dibujo, ya que disfrutaba plasmar aquello que veía en sus lienzos, siendo este tipo de expresión artística el que le daría cierto reconocimiento en el ámbito artístico durante su juventud y madurez, después de graduarse de la Real Academia de Bellas Artes, donde conoció a Anna Cassel, quien sería su amiga y compañera durante muchos años.
La obra de Hilma tiene que ver con algo más que una revolución consciente del arte, lo que se plasma en su trabajo es la espiritualidad, lo más profundo del ser. En los cuadros de Hilma af Klint existe una anticipación a los movimientos artísticos más importantes como el surrealismo, no porque esté inspirado en el mundo onírico, sino en aquello que el ojo no puede ver pero existe.
Uno de los factores que desencadenarían su inquietud por el mundo espiritual y la trascendencia del alma fue la muerte de su hermana de 10 años en 1880. Después de esto comenzó a leer a Madame Blavatsky, y no tardó en unirse a la Sociedad Teosófica de Estocolmo.
Hilma, Anna y otras tres chicas de la Real Academia Sueca de Bellas Artes formaron el grupo de “Las Cinco”, mujeres creyentes en las prácticas esotéricas que plasmaban en pintura aquello que les dictaban “seres superiores”, con los que se comunicaban cuando entraban en trance a través de rituales. Todos los viernes se reunían y las entidades espirituales las acompañaban para guiar sus manos.
Colores, formas geométricas y espirales son algunos de los elementos del lenguaje que Klint utilizaba para exponer aquel mundo que existe en lo más profundo del ser.
En el cuadro `Svanen´ aparecen dos cisnes, uno blanco y uno negro, entrelazados y sosteniendo un objeto simbólico entre sus picos; esta obra es la que nos introduce al universo espiritual de Hilma af Klint, que vio la luz 20 años después de la muerte de su autora.
Fue en 1986 cuando el Museo de Arte de Los Ángeles recibió las obras de Hilma gracias a su sobrino, Erik af Klint. La artista había estipulado en su testamento que esa serie sólo podía ser expuesta dos décadas después de su muerte, y así fue.
En más de mil cuadros y 125 cuadernos de trabajo, Klint plasmó aquella espiritualidad tan difícil de detectar pero tan fascinante de conocer.
No cabe duda que la artista sueca sabía que su obra estaba adelantada a su época y que necesitaba que el tiempo transcurriera para que la humanidad madurara y pudiera apreciar sus obras que hoy son parte destacada de la Historia del Arte.
Muchas son las mujeres que han sido parte de la revolución del arte, y para que conozcas a más, te compartimos un artículo en el cual se mencionan a las mujeres surrealistas que merecen ser recordadas.