Frida
Como si no recordara a algún otro artista mexicano, la gente se empeña en repetir su nombre al unísono. Frida Kahlo, la mujer de uniceja y traje de tehuana, se convierte en la artista más valorada en el extranjero. Odiada y amada, sus pinturas (la mayoría de ellas autorretratos) se transforman en un grito de súplica que ante los demás cobra relevancia.
Frida Kahlo, Autorretrato con collar de espinas y colibrí, 1940..
Su espíritu mexicano, el accidente que la marcó cuando apenas tenía 19 años y su tormentosa relación con –el también pintor– Diego Rivera, hicieron de la artista una figura capaz de incrustarse en nuestro imaginario. “Yo sufrí dos accidentes graves en mi vida, uno en el que un autobús me tumbó al suelo…El otro accidente es Diego”.
Probablemente ella no pidió ser recordada así, posiblemente ni siquiera pintaba para que alguien la considerara artista; sin embargo, su dramatismo a flor de piel logró que muchas mujeres de hoy se identifiquen con ella. Su obra no cumple un canon estético. Ella lo sabía. En realidad comenzó a pintar cuando se aburría postrada en la cama por el accidente. Y a pesar de no cumplir un canon, sus pinturas marcaron a México, ¿qué importaba en una época en la que todos pretendían destruir el arte?
Frida Kahlo, Sin esperanza, 1945.
Los surrealistas como André Breton la acogieron, ella nunca dijo que lo fuera, pintaba para desahogar todo el dolor que la carcomía. Pero ahora la vemos en pósters, playeras, bolsas, separadores de libros… cualquier objeto es una alusión grandiosa para incluirla.
Muchos aseguran que está sobrevalorada, que Diego Rivera terminaba sus cuadros y fue quien le pidió vestirse de la manera tan original que lo hacía. Su carácter sarcástico y nunca respetar las convenciones sociales hicieron de ella, sin lugar a dudas, una mujer fascinante, llena de espíritu vibrante y atormentador que movía los corazones de quien estaba interesado en conocer más de ella pero, ¿su arte destacó en algo?, ¿qué valor tiene una artista con un aura prefabricada que le encanta a la masa?
Poster de Fab Ciraolo.
Basquiat
Jean Michel Basquiat, l’enfant terrible, también tiene reputación de estar sobrevalorado. Un triunfo del mercado, sin talento, sin entrenamiento artístico que sólo ganó popularidad gracias a los coleccionistas, comerciantes y críticos. Sin embargo, el discurso de Basquiat era claro: apoyar a la minoría negra contra el racismo que todavía en los años 80 se vivía en Nueva York.
Jean-Michel Basquiat, Untitled head.
Sus pinturas parecían trazos hechos por un niño pequeño dinosaurios, coronas, hombres deformes que recordaban a Las señoritas de Avignon hechas por Picasso muchos años antes (Basquiat era admirador del rey del cubismo). ¿Eso es suficiente para hacer arte y no parecer sobrevalorado? Basquiat, a pesar de su discurso, había sido criado por un padre haitiano que se ganaba la vida como contador, con solvencia económica y una madre puertorriqueña que, como diseñadora gráfica, tenía gran prestigio profesional.
Jean Michel Basquiat, Sin título (Pablo Picasso), 1984.
A los 16 años ingresó a una escuela para niños superdotados y lo expulsaron por su ímpetu rebelde. Fue cuando comenzó a experimentar con drogas, pandillas y la subcultura newyorkina. Dejó su hogar y vivió en las calles durante dos años. Decoraba camisetas y postales para ganar dinero, se dedicaba al graffiti, pintaba los vagones del metro y se hacía llamar SAMO (SAMe Old shit).
Cuando dejó de ser un desconocido para comenzar a exponer en algunas de las galerías más importantes, Basquiat siempre hacía de sus creaciones algo que recordara al graffiti. Él fue el gran paradigma para dejar de considerar al arte callejero vandalización y comenzar a traslaparlo a las grandes galerías.
Jean-Michel Basquiat, Boxer, 1982.
Del mismo modo que Kahlo, después de que Basquiat sufrió un accidente de pequeño y encontró su vocación artística. Las horas que pasaba en el hospital y un libro que le regaló su madre lo interesaron en la construcción anatómica. Cuando ya era famoso, mientras Warhol se empeñaba en diseminar las fronteras entre arte y publicidad, al mismo momento en el que el minimalismo y el arte conceptual repletaban las galerías, Basquiat hacía un arte novedoso, más sarcástico que cualquiera. Decía que admiraba más el trabajo de niños pequeños que el de artistas consagrados y esa afirmación es evidente en sus creaciones.
Jean-Michel Basquiat, Profit I, 1982.
Basquiat nunca tuvo control real en las ventas de su arte, pero ese grito desesperado para enfrentarnos a problemas de la sociedad; fuera del mundo del arte, con la gente, con aquellas minorías que vivían el racismo, se hizo presente en su obra todo el tiempo. Un arte social que se convirtió en un éxito masivo que llegó como una bola de nieve.
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Sin duda la comparación de estos dos artistas que hicieron obras tan peculiares es relevante. Trazos fuera de los cánones, sin escuela pero sí con pasión. Así como despegaron a la fama internacional mientras estaban vivos, ver en retrospectiva su obra y preguntarnos su valor para el mundo del arte lo es aún más. Basquiat dio fuerza sociopolítica a las minorías y el paso definitivo para que el street art se considerara un nuevo tipo de arte. Frida Kahlo nos representa en el extranjero y es una mina que diseñadores, artistas y publicistas utilizan para conectar con la masa.
Dignos representantes del mundo posmoderno, Basquiat y Frida Kahlo siempre serán los ídolos de la multitud. Posicionando a sus países como grandes generadores de talento.
Este artículo fue publicado originalmente por Julieta Sanguino el 6 de diciembre, 2016 y ha sido actualizado por Cultura Colectiva.
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