Mientras Virginia Woolf escribía, ella estaba dibujando en el patio. Silenciosa, metódica. Otros días únicamente dedicaba su atención en encontrar arcilla para moldear en el jardín de su residencia, en Londres. En una de sus tantas notas, Virginia registró la pasión de su hermana por el arte: “Una vez vi que ella garabateaba en una puerta negra un gran laberinto de líneas, con tiza blanca. Cuando sea una pintora famosa… solía decir. En seguida, tímida al descubrir que la estaba mirando, frotaba el dibujo hasta deshacerlo.”
El talento no florece jamás bajo el infortunio. Aún cuando Vanessa Bell se convirtió en una pintora reconocida con el tiempo, su trabajo nació y creció a la sombra de los logros literarios de Virginia, su hermana menor. Ambas formaban parte del Grupo Bloomsbury, un selecto colectivo de reconocidas personalidades entre las que destacaban los escritores, intelectuales y artistas que trabajaban fuera del sistema victoriano de opresión y defendían la libertad creativa, sexual y de credo.
Génesis y desarrollo
Vanessa Bell née Stephen nació en 1879, en una Inglaterra victoriana. Se crió en un ambiente intelectual que a menudo se relacionaba con los principales pensadores de la época. En cuanto a su personalidad, Bell y su hermana representaban a la perfección el infinito contraste entre los hermanos. Woolf era ingeniosa, temperamental y franca; Bell estaba tranquila, razonable y maternal. “Hasta que tenía quince años, ella era exteriormente sobria, la más fiable y siempre la mayor” escribiría Virginia en su diario.
Común en la época victoriana, Vanessa y Virginia fueron educadas en casa. Las mujeres no podían votar ni aspirar a cargos de importancia en la sociedad de entonces. No obstante, su padre alentó sus motivaciones artísticas y en 1899 inscribió a Vanessa en la Real Academia de las Artes, donde fue asesorada por John Singer Sargent, cuya influencia se puede apreciar en las texturas y los colores de sus primeros trabajos.
La primera exposición posimpresionista de Inglaterra, en 1910, la impactó de sobremanera. Frente a los cuadros de Cézanne, Matisse y Picasso –gracias a las características expresivas de las piezas– Bell quedó boquiabierta. “Aquí comienza un repentino camino; tal vez sólo un pintor pueda entenderlo y quizá sólo un pintor a determinada edad”.
Bell tenía 30 años.
Mientras comenzaba a consolidar su arte, los enredos amorosos también fueron sucitándose al interior de un grupo selecto; el esposo de Vanessa, Clive, se enamoró de Virginia Woolf, pero ella nunca le hizo caso. Sin embargo, Vanessa y Clive tuvieron dos hijos: Julia y Quentin y siempre fueron un matrimonio abierto. Ella sostuvo relaciones con el crítico Roger Fry y el pintor bisexual Duncan Grant, con quien tuvo a su hija Angelica Bell.
Crecimiento y experimentación
Después de haber asistido a esa exposición posimpresionista, Bell entró en un período de experimentación, incorporando las lecciones del Fauvismo y el Cubismo en sus naturalezas muertas y paisajes, así como varias composiciones puramente abstractas de formas geométricas superpuestas. El impacto de este período experimental se ve en la composición y el uso innovador del color en sus últimos interiores y retratos, en el que sus modelos Virginia, Fry y el poeta Iris Tree son representados de maneras poco habituales.
Bell no se detuvo, también innovó en el ámbito del diseño. Con Roger Fry y Duncan Grant codirigió Omega Workshops. Sus productos modernistas iban desde muebles, vitrales y mosaicos, hasta textiles en los que Bell modeló en tonos vibrantes que revelaron su desagrado por los diseños victorianos. Y en 1915, comenzó a incorporar estas telas en diseños de vestidos cada vez más populares.
Bell incluso creó los diseños originales de las cubiertas para la mayoría de las novelas y ensayos de Woolf, aunque no necesariamente había leído los libros antes de crear los diseños. Según el historiador de arte Frances Spalding, autor de la biografía “Vanessa Bell: un retrato del artista de Bloomsbury (1983)”, los diseños de la cubierta de los textos eran elípticos, a manera de burla; pretendía dejar detalles hacia fuera para sugerir diferentes situaciones (que es lo que Virginia Woolf intentaba hacer en su escritura).
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“Y a pesar de las numerosas reimpresiones de las novelas de Woolf durante el siglo pasado, los diseños originales de Bell siguen inspirando. Los recientes diseños de portadas de Random House, creados en colaboración con la casa de diseño finlandesa Marimekko, han sido descritos como una interpretación moderna de las portadas de Bell”
Bell, una trazo indeleble
Vanessa Bell pintaba casi todos los días, excepto por un período de duelo tras la muerte de su hijo Julian que falleció en la Guerra Civil española. Sus retratos femeninos son la visión de los desafíos que enfrentan las mujeres en los comienzos de la época moderna.
Cuando miró la pintura “A Conversation” (una conversación), que representa a un trío de mujeres acurrucadas en una conversación secreta, Woolf elogió a su hermana a quien siempre le hablaba de usted: “creo que usted es una pintora notable. Pero yo sostengo que también es una transmisora de impresiones sobre la vida humana, una escritora de cuentos cortos de gran ingenio, capaz de sacar una situación de una manera que despierta mi envidia…”
Ahora, más de tres décadas después de su muerte, Vanessa Bell vuelve a la realidad gracias a una novela biográfica así como una miniserie producida por la BBC. Mientras que en febrero del próximo año la galería Dulwich Pictue Gallery, en Londres, será el recinto en el que se exhibirá el trabajo realizado por Bell. Una mujer mucho más allá de los laberintos amorosos a los que se le condenó en vida o la figura taciturna de Virginia Woolf. Bell murió de un ataque al corazón en 1961 y es considerada una de las mayores pintoras retratísticas y de paisajes del siglo XX.
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Referencia: ArtSY