Luz y sombras. Desde la antigüedad, la luz y su contraparte han sido un elemento esencial en la imagen, ya que de ella depende que sean percibidas las formas, los colores y el resto de los elementos visuales que el arte pictórico representa.
A finales del Siglo XIX surgió un movimiento llamado Impresionismo, iniciado por Claude Monet, cuyo objetivo fue plasmar en el lienzo una particular impresión visual del objeto, y para ello debían hacer de la luz el centro del cuadro y generar con ella una atmósfera luminosa que rodeara el objeto.
Muchos artistas decidieron apegarse a esta corriente, pero si hubo alguno que decidió formar parte del movimiento para después desarrollar un estilo propio, fue Armando Reverón.
Nació 10 de mayo de 1889, desde joven supo que su pasión eran los colores y las imágenes, así que dedicó largo tiempo al estudio del la pintura y al perfeccionamiento de su técnica.
Armando, casado con Juanita Ríos a quien conoció en un carnaval en 1918, llevó una vida turbulenta debido a ciertas perturbaciones mentales sufridas desde la juventud, lo que plasmó en sus obras, creando un vínculo muy fuerte entre el arte y su vida.
Por muchos años vivió en distintas ciudades como Barcelona, Valencia y su natal Caracas, pero en 1921, a los 32 años de edad, se estableció definitivamente en Macuto, donde, a través de pinceladas, escribió su vida, la de Juanita y creó un estilo tan peculiar que nadie ha sido capaz de reproducir.
Al llegar a Macuto, Reverón decidió que era momento de vivir de una manera distinta, así que construyó una casa-taller a la sombra de cocotales, almendros y uvas de playa. En aquella época, su personalidad se volvió más excéntrica, lo que desembocó en una teoría que retomaba los principios del impresionismo y los llevaba a un nuevo nivel, estudiando a profundidad el fenómeno cromático y decidiendo así que sólo la luz valía: la luz tropical.
En este afán impresionista por capturar los colores de la naturaleza con la mayor aproximación a la realidad posible, desarrolló tres momentos cromáticos que quedan claramente definidos a lo largo de su carrera: el periodo azul, el blanco y el sepia. A lo largo de estos tres periodos destacarían respectivamente los colores que los caracterizan; así como el uso recurrente de ciertos objetos o temas:
El periodo Azul fue determinado por las majas y paisajes, los que después se convertirían en uno de los sellos distintivos de su obra.
El periodo Blanco hubo un alejamiento del propósito de atrapar el momento de la luz, algo característico en el, y se aproximó a una técnica abstracta acompañada de nuevas texturas como lienzos de tela de coleto, cocoteros y rocas.
El periodo Sepia significa un giro en su carrera, ya que se asoma un estilo expresionista en el que los desnudos plasmados sobre papel de gran formato fueron un elemento sintomático de sus piezas.
A pesar de haberse encontrado una serie de periodos internado en un hospital psiquiátrico. Armando Reverón continuó pintando hasta el fina de su vida; murió de una embolia cerebral en 1954 cuando se preparaba para una última exposición de su obra.